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El teatro que se convirtió en hotel para luchar contra la especulación

Egon Bachmann, el jubilado que no pudo ser desahuciado por una inmobiliaria y símbolo de la protesta antigentrificación

Carmela Negrete

Berlín —

Egon Bachmann tiene mas de 80 años y es un trapecista jubilado. Bachmann además vive en su piso en el barrio berlinés de Prenzlauer Berg desde hace más de un lustro. Con una nariz de payaso y una guitarra de juguete cuenta cómo un inversor compró el bloque de pisos hace seis años y desde entonces le han hecho la vida imposible para que se mudase a otro apartamento, pero él ha conseguido quedarse. La inmobiliaria ha saneado todo el edificio y lo vende a precios acordes al pijerío alternativo que se ha ido mudando a este céntrico barrio berlinés con el paso de las décadas.

En casa de Bachmann pusieron una calefacción nueva, las ventanas, los balcones, un ascensor. Después de renovar, le pedían más de un 200% de su alquiler inicial, a pesar de que él no estaba de acuerdo con las obras. Incluso llegaron a ofrecer su casa en venta en la web de la inmobiliaria por un precio de 4.250 euros el metro cuadrado. A él le ofrecían 10.000 para que callase y se buscase otro apartamento en alquiler. Bachmann cuenta también su pasado como equilibrista en la posguerra, y cómo por su carácter no ha permitido que le echen de su casa. Ha tenido que aguantar una obra tras otra, una carta tras otra, un juicio tras otro. Pero ha ganado.

La escena cuenta la historia real de este señor, narrada por él mismo, pero forma parte de la obra de teatro “Hotel Berlín”. Una peculiar pieza para la que sus creadores, la dramaturga Ruth Feindel, el director Stefan Nolte y el escritor Paul Brodowsky, han convertido el teatro Ballhaus en un hotel por unos días. Las habitaciones se pueden alquilar a través de un portal similar al de cualquier página de reservas y las camas están a disposición de quien quiera pasar la noche en el teatro.

Durante unas tres horas, los espectadores asisten a una gran performance, con intervalos propiamente teatrales. Uno hace el check-in en el sótano, donde hay una sala de fiestas instalada para a partir de la una de la madrugada poder seguir haciendo ruido. Después se presenta la jefa del hotel, que es también la directora artística del teatro, y a continuación hay unas visitas guiadas. En ellas se cuenta la historia del propio edificio, convertido en lo que es hoy hace una década.

La actriz encargada del tour turístico, Christine Roller, cuenta asimismo que en su vida personal se unió a un grupo de personas y compraron entre todos un terreno en el barrio. La unión hace la fuerza, y así fue como pudieron financiar el sueño de un apartamento propio, ya que los precios en esta zona de Berlín son prohibitivos. Salud. El público recibe un chupito de vodka.

Entretanto, una conexión a través de Skype con un grupo que pertenece al teatro y está ensayando una obra en su casa, en el barrio de Hellersdorff. Este barrio no es conocido solo por ser la zona en la cual tuvieron lugar en 2015 mas ataques contra refugiados, por el elevado número de extremistas de derechas que viven en él, sino que también es una zona especialmente asequible. La obra juega con estos hechos y deja a los actores probar las escenas en cuartos minúsculos: saben que si les echan de este su último refugio, la Ballhaus, como están los alquileres tendrán que marcharse al extrarradio.

También han invitado a una arquitecta que explica al público en una conferencia cómo se podría sanear el edificio, que en parte está que se cae de viejo, de una forma que se integrase el arte con las necesidades económicas que un propietario tiene en un edificio y una zona como ésta para seguir haciendo dinero como si no hubiera un mañana. Oficinas junto a camerinos, otra zona para clases de ballet o de yoga como complemento de ingresos.

Como en todo buen hotel, no puede faltar la cena: risotto casero. Después de la comida, a diferencia de cualquier otro hotel o teatro, uno puede fumar abriendo una ventana en los rellanos de las escaleras. Probablemente un guiño a la prohibición estricta que existe en Alemania de fumar en los programas de televisión y en las obras teatrales. Como todo el edificio es parte del escenario de la obra y los espectadores son en ocasiones protagonistas de las escenas, podría decirse que de una forma sutil están incumpliendo la norma. Y así lo seguirán haciendo mientras la obra siga en cartel, es decir hasta el próximo domingo.

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