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¿Cómo hemos llegado a pagar más de 1.000 euros por un móvil?

Tim Cook, director ejecutivo de Apple, durante la presentación del iPhone X

José Antonio Luna / David Sarabia

Apple celebró el décimo aniversario de su primer teléfono con, no solo uno, sino tres nuevos modelos: iPhone 8, iPhone 8s y un tercero que debía ser el más especial de todos. El iPhone X se ha convertido en el producto más premium de la empresa, no solo en cuanto a funcionalidades, sino también en coste. Es el primer móvil de la compañía en sobrepasar un precio de cuatro cifras y, con él, también inaugura un interrogante: ¿estamos dispuestos a pagar 1.159 euros por un móvil?

Viene con Face ID, que desbloqueará el móvil mediante el escaneo de la cara y animará emojis. También se podrá pagar con tarjeta. Este nuevo método emplea una cámara frontal y otra infrarroja para garantizar los mejores resultados, algo que no se pudo comprobar durante la presentación porque falló en directo. O quizá fue otro tipo de error. Sea cual fuere, apareció en el momento preciso para generar escepticismo: durante la exposición de un sistema de autentificación.

Rompiendo la barrera psicológica de los 1.000 euros

Apple lanzó la primera generación de iPhone en el 2007. Ese diciembre fue nombrado invento del año por la revista Time y los expertos, que al principio habían criticado fuertemente al cacharro de Steve Jobs, pronto se deshicieron en elogios con la criatura. “Es un precioso y chocante ordenador de mano”, llegó a decir el columnista del Wall Street Journal, Walt Mossberg.

Esa primera generación del iPhone nunca llegó a España. Las operadoras, inmersas en eternos programas de puntos y subvenciones para el cliente, se frotaron las manos: en el horizonte asomaba el iPhone 3G, un teléfono que en EEUU se vendía por unos 640 dólares y que a nuestro país llegó en otoño del 2008 con un precio cercano pero no igual (dependía del contrato). Aquellas navidades, Movistar lo ofertaba también por 549 euros con tarjeta prepago.

Los modelos posteriores siguieron la misma dinámica, pero en el 2012 Movistar se bajaba del carro de las subvenciones y pronto le seguirían Vodafone y Orange. Ya solo quedaron los programas de puntos, extintos definitivamente hace tres eneros. Los iPhone eran caros, pero al pagarlos con el contrato o sufragar una parte con los puntos, el consumidor percibía que eran más baratos.

“Creo que es la primera vez en la que en Apple.com te puedes gastar el mismo dinero para comprarte un PC que un teléfono”, explica a eldiario.es Jaime Castelló, profesor del departamento de marketing de ESADE. La idea que expresaba Mossberg, el columnista del WSJ en 2007, se come a sí misma 10 años después: “Es la famosa transición de la muerte del PC de la que se lleva hablando muchos años”, dice.

Apple ha roto la llamada “barrera psicológica” de los 1.000 euros con el iPhone X. Para algunos, como Enrique Dans, profesor en el IE Business School, esto es algo que Apple se puede permitir “por la redefinición del teléfono. Si te fijas, ellos son capaces de poner un precio objetivo y mantener un margen de fabricación muy elevado”. Sin embargo, Ángel Martín Oro, editor jefe de InBestia, cree que podría ser “una prueba para el mercado, a ver cuánto está dispuesto a pagar por el teléfono más premium”. Solo el tiempo dirá si en Cupertino se equivocan o no.

Productos de Apple, experiencias asombrosas

Esa elevada fabricación (más de mil millones desde el primer iPhone) se sustenta en una serie de características que van desde la idea de ser exclusivo hasta el convertirse en un prohibitivo objeto de deseo. Para Martín Oro, hay un factor diferencial sobre la competencia que es “la integración vertical absoluta”. Empezando porque iOS es código cerrado y terminando porque cualquier periférico de la compañía solo vale en máquinas de la compañía, Apple escribe su historia con fuerza, aunque en solitario. “Ellos pueden producir su software y sus servicios para que encajen a la perfección con el hardware”, continúa Martín Oro.

Como apunta Castelló, “Apple siempre ha sido muy reacio al bundling, a agrupar una serie de productos para hacer una oferta”. Sin olvidar el concepto de la personalización, por eso el Apple Watch tiene (costosas) correas intercambiables. “Desde la época de Steve Jobs, todos los productos de Apple tienen que ser una experiencia asombrosa”, afirma el de la ESADE, que pregunta irónicamente: “Si mis productos son tan maravillosos, desde los AirPods hasta el Magic Mouse, ¿cómo se los voy a regalar?”.

Y todo esto sin olvidar el servicio postventa de la compañía. Explica Enrique Dans, del IE Business School, que eso “son cosas que la competencia no tiene”. Es la espiral Apple: comprar un iMac, un Watch, un iPod y así sucesivamente.

Ante los 1.159 euros que cuesta el teléfono en España, la pregunta inevitable debería ser si la competencia ajustará sus precios; algo de lo que Dans no duda: “A medida que el teléfono se convierte en nuestra principal interfaz, lo normal es que ese mercado se desarrolle de otra manera y que haya muchos más usuarios que justifiquen pagar un precio más elevado”.

Un producto caro y aspiracional

A pesar del importe de los móviles de alta gama, los avances en la industria indican que la media del precio al que se venden los smartphones es cada vez menor. Según Dans, “tiene que haber puntos de precio diferenciales para todo el que lo quiera”. Castelló sostiene que el movimiento va en dos direcciones: “por un lado es más barato conseguir ahora un teléfono móvil, pero también puedes gastarte en él mucho más que antes”. Todo es más caro, iPhone incluidos: “Apple nunca va a hacer un low cost, siempre va a apostar por poner un precio alto y luego bajarlo”, dice el experto.

Entra en la filosofía de Apple: crear un producto de masas aspiracional a pesar de los precios. De esta manera, la firma de la manzana convierte a su producto en un artículo de lujo que, según Castelló, no resulta inalcanzable para familias con ingresos medios. “Apple va a intentar mantenerse siempre entre un 10 y un 20% de tu sueldo. Si una familia americana gana 5.000 dólares al mes, mis productos estrella estarán entre los 500 y los 1.000 dólares”. El problema es que, como mantiene el especialista en economía, “los crecimientos de salario en España no se han correspondido con la inflación” y eso provocaría que “para los sueldos más bajos este tipo de lanzamientos cada vez estén más lejos”.

A pesar de ello, la compañía de Cupertino no refleja la totalidad del sector. “La evolución de los precios que pone Apple no son representativos del promedio del mercado de smartphones”, apunta Ángel Martín Oro. Continúa diciendo que no hay que extrapolar lo que hace Apple con sus precios a “lo que sucede en todo el mercado”.

El ocaso en China y los competidores

Frente a la homogeneización de Apple, la fragmentación de Android inaugura otro mercado que no siempre compite por la excelencia, como ocurre con Samsung y el recientemente anunciado Note 8, sino también en precio. “A los que el aspecto de la marca, la moda, el lujo no les atraen, pueden estar dispuestos a buscar una opción más económica”, explica el profesor de ESADE.

Unas características que no parecen importarles demasiado a los consumidores chinos. iPhone pierde fuelle en el país de la Gran Muralla y ya es el quinto en ventas de terminales. Ese top cinco se reparte el 75% de las ventas de todo el país, y las noticias para Apple no son muy halagüeñas: ni el iPhone 6 ni el 7 se han vendido como se esperaba. ¿La razón? Que eran prácticamente iguales.

Como reconoce el redactor jefe de inBestia, “lo que mucha gente busca de Apple en China, aparte del diseño, es la marca”. Frente a la manzana mordida están Huawei, Xiaomi, Oppo y Vivo. “Aunque copien el diseño del iPhone sigue sin ser el iPhone, sigue sin ser ese objeto deseado”, explica. Martín Oro cree que estas compañías vienen a “proporcionar más posibilidades y precios más bajos, lo que es bueno para el mercado”.

El ocaso de Apple en China también puede explicarse por el influjo de WeChat, una aplicación similar a WhatsApp. “Ben Thompson viene a decir que WeChat es la app que sirve para todo, que es el móvil; que da igual tener un iPhone que un Android”, concluye Martín Oro, que reconoce que “el tema de China es complicado y tiene sus diferencias, aunque tampoco es un universo tan aparte”.

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