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Iván, maquinista del metro en València a propósito del coronavirus: “Si fuera por mi pareja, me plastificaría entero”

Un convoy de Metrovalencia en la estación de Alameda.

EFE

Valencia —

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Iván Sayago es maquinista del metro de València y, consciente del servicio público que ofrecen, va “tranquilo” a trabajar, con material y medidas de protección frente al coronavirus, aunque su familia se preocupa hasta el punto de que si fuera por Patricia, su pareja, se “plastificaría entero”.

Asegura a EFE que los compañeros que trabajan estos días -la plantilla de Metrovalencia se ha reducido un tercio, como en agosto- lo hacen “sin miedo” e intentan “cuidarse sabiendo que no son personal de riesgo” porque pasan unos controles médicos exhaustivos para confirmar que no tienen cardiopatías ni problemas respiratorios.

“Pero la familia y mi pareja se preocupan y no entienden que todo cierra y nosotros vamos a trabajar, pero somos un servicio público y hay que ofrecer transporte a los que no tienen alternativa. Intentan convencerme de que no vaya y ponga excusas porque hay que confinarse, pero eso no quita la obligación de tener que cumplir”, reconoce.

Este conductor de las líneas L1 y L2 de Metrovalencia tiene 38 años y vive con su pareja, funcionaria de Educación y que teletrabaja, y asegura que ella lo lleva “bastante mal”.

“Si pudiera (ella) me plastificaría y cuando llego a casa tengo que dejar la ropa apartada en un una percha, zapatos incluidos, e ir directo a la ducha”.

Por el contrario, señala que en el trabajo lo llevan “bastante bien, no hay miedo”, guardan la distancia de seguridad cuando se juntan en el cuarto de maquinistas “y la conversación no es de coronovirus”.

“Venimos a estar a gusto y en los ratos libres queremos estar distendidos, pasar un rato ameno y no machacarnos más y no darle más importancia, más allá de cumplir la normativa de seguridad y los protocolos de higiene”, añade.

De lo que sí hablan, afirma, es de lo que se ha tardado en la empresa en adoptar las medidas de seguridad para evitar el contagio, ya que antes del estado de alarma, fueron ellos mismos quienes se compraron gel y guantes y los que voluntariamente precintaron los asientos más cercanos a la cabina para que no se sentara nadie.

“Hemos estado trabajando sin medios de protección y luego hemos sabido que se puede contagiar tocando el pomo de una puerta o un agarrador, y la cabina la compartimos entre varios compañeros”, detalla, a la par que incide en que “hasta hace poco” no se desinfectó y la empresa no les proporcionó guantes ni gel, mientras que tampoco tienen mascarillas.

“Es lo que más se ha echado de menos”, afirma, e insta a adoptar protocolos, por ejemplo, para que no se junten maquinistas, interventores y jefes de circulación.

Y señala: “No nos negamos a trabajar porque sabemos que hay que cumplir con un servicio de transporte público, pero hay que hacerlo con las medidas oportunas y estas han llegado tarde”.

Reconoce que en horas punta, sobre las 8.30 o las nueve de la mañana, es cuando se “acumulan más viajeros” en los trenes pero resalta que la gente “está cumpliendo, se comporta y mantiene las distancias de seguridad”, aunque es cierto que son “más susceptibles” y si oyen a alguien toser “se alejan unos metros más”.

Cuenta además que también se han topado con algún “listillo” que se “cuela” en el metro porque se aprovechan de que, por motivos de seguridad, se decidió prescindir de los interventores y saben que “no hay nadie que les vaya a pedir el billete”.

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