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Como si fueran el Coyote

Alfons Cervera

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No se resignan. Tantos años a caballo del machito que ahora viven sin vivir en ellos, como si fueran aquellos artistas de la poesía mística pero sin la grandeza de unos versos que eran como latigazos en los anocheceres de sus almas atormentadas. Se han pasado más de veinte años sin dar cuentas a nadie de sus fechorías y ahora viven en el continuo lamento de quienes ven fantasmas corruptos en todos los rincones de la política. El olvido es una buena terapia para que el alma se serene. Pero también -como es el caso del PP valenciano- para cargar las baterías de metralla y disparar a todo lo que se mueve en dirección contraria a la suya. Ahora resulta que todos son corruptos menos ellos. Ahí está ese portento de olvidos que es Isabel Bonig sacando cada día una acusación contra el gobierno de la Generalitat o del Ayuntamiento de Valencia. Todo vale con tal de llenar páginas en la prensa y de despotricar con cara de rabia contra cualquier decisión de unos gobiernos que ellos ya no controlan. La desfachatez es su imagen de marca. Ahora resulta que son los más limpios, los que más luchan por la decencia, los únicos que defienden una política que no arruine nuestra dignidad como pueblo. ¡A buenas horas!

No me gustan mucho las frases hechas, los refranes. Pero hay alguno que esta vez me viene al pelo. Ustedes lo conocen: cree el ladrón que todos son de su condición. Pues eso viene como anillo al dedo para lo que escribo. Acabo de leer en estas páginas que la Fiscalía ha rechazado la acusación del PP contra el alcalde de Valencia, Joan Ribó. Le imputaban, Bonig y sus colegas, haber gastado siete mil euros en un viaje para reunirse con otras alcaldías del cambio en A Coruña, el pasado mes de noviembre. Ese gasto tan descomunal contemplaba el viaje y estancia de varias personas en la capital gallega. Y evidentemente para cubrir un trabajo institucional y no partidista, que era la acusación bomba del PP con un morro que ni los maravillosos músicos que cantaban Only you. Cree el ladrón que todos son de su condición. El despilfarro que arruinó nuestra economía y llenó de vergüenza nuestras instituciones ya no es nada para ellos. Salir de los gobiernos municipales y autonómico ha convertido la memoria del PP valenciano en un apestoso grumo de olvidos. Ahora todo es corrupción, menos lo que ellos hacen. Denuncian a dos por tres lo que no les gusta, se erigen en justicieros de lo imposible como si fueran El Coyote, gritan como locos hasta desgañitarse porque ya no pueden organizar aquellos festivales con altavoces a toda pastilla como el mitin de Mestalla con Julio Iglesias o los de la visita del Papa que ha llevado al banquillo a medio Canal 9 y alguno de los numerosos cotinos que organizaban las fiestorras de su poder incalculable. Los siete mil euros que se gastó el alcalde Joan Ribó eran para esos olvidadizos algo mucho peor que los choriceos de la Fórmula 1, la Copa América o esa beatería pagada a precio de banquillo de los acusados cuando la visita del Papa que contaba más arriba, precisamente los mismos días en que cuarenta y tres personas morían en los túneles del Metro y otras cuarenta y nueve resultaran heridas sin que un miserable altavoz institucional en manos del PP dijera esta boca es mía.

Por eso me alegra que la Fiscalía haya tumbado una acusación tan pintorescamente insólita como la que el PP lanzaba contra Joan Ribó y su “lujoso” gasto de siete mil euros para cubrir una visita institucional a A Coruña el pasado noviembre. No es buena cosa eso de tener que asumir que se les ha acabado el chollo de gobernar a su antojo durante tantos años. Está claro que el PP no va a parar de dar la murga mientras esté en la oposición. Y eso no es malo sino todo lo contrario: es lo que toca cuando un partido político no gobierna y ejerce una oposición digna y decente. Lo que pasa es que esa dignidad y esa decencia no es precisamente la que lleva a cabo el PP valenciano. Olvidar lo que ese partido ha sido y sigue siendo aquí y en todas partes es algo que no lo legitima para ejercer esa digna oposición. Para eso tendrían que recordar y asumir lo que han hecho para convertir este país nuestro en una ruina que durará años. Lo demás es simple y llanamente vivir sin vivir en ellos, escribir versos tormentosos sin la grandeza atormentada de los místicos, currarse una biografía justiciera sin la nobleza épica de aquellas viejas historias del Coyote que iluminaban nuestra infancia. ¡Señor, qué tropa!

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