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Adel Mechaal, campeón de Europa de atletismo: “En casa hemos llorado por la valla de Ceuta”

Adel Mechaal.

Víctor David López

No hace tanto que Adel Mechaal (Tetuán, Marruecos, 1990) tuvo que escribir su nombre en la pizarra el primer día de colegio en Palamós, y lo hizo en árabe y de derecha a izquierda. “Mis compañeros pensaban que estaba loco”.

Hoy en día va camino de convertirse en símbolo del atletismo español y de la comunidad de inmigrantes que viven y trabajan en España. Su historia familiar, con seis hermanos, es un perfecto ejemplo de flujo migratorio. “Cientos de niños me escriben en las redes sociales. El nuevo presidente de la Federación de Atletismo me lo dijo claramente: 'Eres un gran atleta pero quiero, además, que transmitas valores a nuestros chavales jóvenes”.

Sus últimas hazañas deportivas son el oro en el Campeonato de Europa en pista cubierta (en 3.000 metros) y el Campeonato de España de Cross. Su próximo reto es el Mundial de Cross (26 de marzo en Kampala, Uganda), y y aclarar la polémica de la advertencia de sanción por acumular tres ausencias en controles sorpresa antidopaje –por no estar localizable– en un plazo de doce meses, sobre las que él alega deficiencias en el sistema de localización.

Su padre también corría y ganaba en Marruecos. Sin embargo, no fue esa vertiente deportiva lo que de verdad cambió la vida de Adel y toda su familia. Pero no andaba lejos la clave. “Cuando nací mi padre no estaba en Marruecos, ya estaba en Barcelona trabajando”. Concretamente, se había puesto manos a la obra en la construcción de las sedes de los Juegos Olímpicos de la Ciudad Condal. “Nací en el 90 y mi padre se vino para España en el 89. No le conocí hasta que tuve dos años, porque cuando acabaron los Juegos pudo viajar a Marruecos.”

Las memorias de las peripecias de su padre en España son un orgullo para Adel. “Llegó a España con un visado de trabajo junto a uno de mis tíos. Fueron de los primeros marroquís que llegaron a Palamós”, nos cuenta desde la pista del Centro de Alto Rendimiento del Consejo Superior de Deportes. “Después de los Juegos trabajó recogiendo manzanas en Torroella de Montgrí (Girona) y en el 94 una empresa de construcción lo contrató. Con contrato indefinido pudo reagrupar a la familia”.

“He visto fotos suyas muy joven en la Plaza de Colón”. Lo que su padre se encontró en aquellas obras olímpicas seguramente esté muy lejos de los sueños de la mayoría de aquellos inmigrantes: “Me dice que había trabajadores inmigrantes que dormían en la calle para no gastarse el dinero. Trabajaban casi de sol a sol”. Él tuvo la suerte de lograr tener a toda la familia reunida, pero en Cataluña, en lugar de en su tierra natal.

Antes del viaje, siendo muy niño todavía, lo que más le marcó a Adel fue “el pinchazo de la vacuna; cuando íbamos a viajar hacia España nos obligaban a vacunarnos. Me recuerdo llorando en el hospital”. Al viaje, en aquellos tiempos, le faltó poco para ser eterno: “Salimos de Marruecos en el camión de un amigo de mi padre, hasta Ceuta. En Ceuta cogimos el barco hasta Algeciras y desde Algeciras en bus hasta Barcelona, donde nos fue a recoger mi padre”.

Una vez en Cataluña, llegó el momento de engancharse a la nueva vida, todos juntos. Con ayuda de su padre y algunos nuevos amigos. Como la señora Geno. “Nos cuidó muchísimo y fue la que movió todo para matricularnos en el colegio a todos los hermanos, porque mi padre es analfabeto, no sabe ni leer ni escribir ni árabe ni castellano. Mi madre igual. Nunca han pisado una escuela”. Adel se emociona todavía al recordar a Geno, que falleció hace algún tiempo.

Nos llamaron “el equipo del cuscús”

Toda la ayuda y la buena acogida no le han librado de brotes de racismo en España. El titular de un periódico sigue marcado en su mente: “Cuando me proclamé medalla de bronce en el Campeonato de Europa de Cross en Francia, el 70% de la selección española lo formábamos inmigrantes. El mejor español fue Bezabeh; luego, yo; Ayad [Lamdassem] e Ilias Fifa. Logramos la mejor puntuación de la historia de los campeonatos de Europa. Pero aquí la prensa nos denominó ”el equipo del cuscús“. Me dolió muchísimo .Entonces declaré que Europa se había vuelto racista”.

La relación con la tierra natal, en la distancia, es algo que se va moldeando con los años. “Jamás voy a renegar de Marruecos. Por suerte o por desgracia tengo más familia allí que aquí y sé cómo vive la de aquí y cómo vive la de allí. Me siento afortunado de haber cruzado esa frontera gracias a mi padre”, reconoce Mechaal.

Cuando sale el tema de todos sus compatriotas que se juegan la vida cada día para conseguir lo que ha conseguido su familia, el campeón se vuelve a emocionar. “En mi casa hemos llorado por la valla de Ceuta”. Tras un silencio, se arranca con los detalles. “Otro tío mío vino a España gracias a mi padre, que le consiguió un contrato laboral. Intentó formalizar la reagrupación familiar, pero la ley solo lo permite con los hijos menores de edad. Entonces, su hijo mayor intentó cruzar la frontera. Intentó saltar la valla por Ceuta y acabó ingresado en un hospital con un brazo partido y varias costillas rotas”.

De todo esto, ellos se enteraron más tarde. “Mi tío sí que era consciente de que mi primo quería cruzar, porque estaban todos sus hermanos aquí. Es la historia de siempre, se repite. Ilias Fifa llegó en la rueda de un camión. Son las formas de pasar: o en patera, o saltando la valla o en la rueda de un camión”.

Mechaal acaba de terminar de entrenar, está sentado sobre el tartán y, poco a poco, recupera la respiración. La dureza de la inmigración, afrontada por su propia familia, le permite hablar sin tapujos contra los prejuicios. “Los inmigrantes vienen honradamente. Políticas como las de Trump son xenofobia”.

Antes de irse a las duchas y a recoger su almuerzo, concluye: “También hay muchos españoles trabajando en el extranjero. Y que se imaginen los españoles qué hubiera ocurrido tras la Guerra Civil si los países que recibieron a los exiliados y refugiados no les hubieran acogido”.

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