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Una mochila, un par de mudas y un móvil para intentar llegar a Europa

Según la Organización Mundial de la Migración, la zona del Mediterráneo es la que más muertes de migrantes presencia a día de hoy: 4.503 personas fallecieron o desaparecieron en ella en 2018.

María Rodríguez

Dakar (Senegal) - Bamako (Mali) —

“Mi padre está muy enfermo, si se entera se va a traumatizar. Mi madre tampoco debe enterarse porque me dirá que es muy peligroso y me va a pedir que no lo haga. Nadie en la familia lo sabe”. Mohamed Habib Dème es de Senegal –séptima nacionalidad de personas que llegan por el Mediterráneo a España en 2018, según ACNUR–, tiene 34 años y una idea en la cabeza: intentar llegar a España. Además, está casado y tiene dos hijos: Seydou de cuatro años y Mohamed de siete meses. Mientras el padre relata por qué ha decidido viajar y cómo ha organizado el viaje, el más pequeño de sus hijos está sentado sobre sus piernas. “En dos o cuatro días máximo me voy, si Dios quiere”, confiesa.

Ha pasado casi un año desde que empezó a plantearse la idea de migrar de forma clandestina a España ante la falta de posibilidades de hacerlo por la vía regular. Desde entonces, comenzó a guardar una parte de lo que ganaba cuando trabajaba. “Hostia”, “me cago en Dios” y “puta madre” son las únicas palabras en español que conoce Mohameh porque, cuenta, ha trabajado en los atuneros españoles que faenan en aguas senegalesas.

Dice que son 12 horas diarias y un sueldo mensual de 70.000 francos CFA (106 €). “¿Cómo puedo mantener a mi familia con eso?”, se justifica, “es muy duro y lo que ganas no es suficiente. No tengo nada que ofrecer a mis hijos. Si no trabajo no puedo construir una casa para la familia, no puedo llevarlos a la escuela y eso con el paso del tiempo es una responsabilidad, así que lo mejor es ir a España”.

Para llegar a España ha reservado un billete a Marruecos en una agencia de viajes por unos 250.000 francos CFA (380€). Debido a que los senegaleses no necesitan visado para ir a Marruecos, y viceversa, es la opción menos arriesgada. Luego tomará un autobús desde Casablanca hasta Tánger para cruzar a España. “Si Dios me ayuda a llegar a las costas españolas, el momento en que los barcos españoles me vengan a socorrer será uno de los días más bellos desde que nací”, dice.

Sin equipaje, sin ahorros... y sin pasado

Al preguntarle qué se llevará para hacer el viaje sólo hace alusión a un sobre amarillo donde guarda su pasaporte y un carné de identidad especial de la marina que señala que sabe navegar. No descarta usarlo, si puede, para encontrar un trabajo en España, pero su utilidad transcendental, en principio, será demostrar en Marruecos que puede conducir la balsa con la que cruzarán a España y de este modo no le costará nada atravesar el Mediterráneo.

Por cada persona que decide migrar a Europa hay una explicación sobre la organización del viaje. Sin embargo, en los últimos informes de perfiles migratorios de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) se puede constatar que además de preguntar a los migrantes de retorno y/o en tránsito cómo y por qué decidieron migrar, también se busca obtener información más clara sobre el viaje, las informaciones que tenían antes de salir y de dónde obtuvieron la financiación.

En este sentido, según un informe de 2017 focalizado en los testimonios de los migrantes asistidos por la agencia de Naciones Unidas en sus centros de tránsito en Níger, el 92% de las personas lo organizaron ellas mismas al iniciarlo, el 6% fueron asistidas por otras personas y un 1% declaró haber viajado bajo la supervisión/coerción de otra persona, “lo que a menudo es un indicador para las víctimas de trata de personas”, indica el informe.

Por otro lado, cerca del 62% indicó que se habían financiado el viaje de manera independiente trabajando durante el trayecto. Hay que tener en cuenta que aquellas personas que deciden pasar por Níger para cruzar a Argelia o Libia deben pasar por varios países antes de llegar y el viaje tiende a alargarse, sobre todo si necesitan conseguir el dinero durante el trayecto. No obstante, el 16% habría recurrido a sus propios ahorros realizados antes de salir de viaje y el 11% al préstamo de familiares o amigos.

“Si él lo consiguió, ¿por qué yo no?”

Este fue el caso de Oumar Keïta, ahora encargado de la comunicación de la Asociación Retorno Trabajo Dignidad (ARTD) en Bamako, la capital de Malí –tercera nacionalidad de las personas que llegan por el Mediterráneo a España en 2018, según ACNUR–. Tras pensárselo durante más de un año, con tan sólo 22 primaveras decidió emprender el viaje a Europa desde Bamako. Trabajaba con su hermano mayor en un taller de reparación de coches y ganaba unos 60.000 francos CFA al mes (91€), así que pensó que yendo a Europa ganaría mucho más y tendría una vida mejor.

“Una persona que conocía lo consiguió y pensé, ¿por qué yo no? Así que estudié la estrategia y ahorré. También tuve que convencer a otras personas de la familia para que me ayudaran financieramente pero mi padre estaba en contra porque cada día escuchaba por los medios internacionales que un número de migrantes había muerto en el mar. ‘Esa ruta no es buena’, me decía, así que le dejé de contar sobre mi viaje. Mi madre entonces ya había fallecido, así que quien me ayudó fueron mi hermano y mi hermana, ambos mayores que yo”, narra.

Tardó un mes y medio en prepararse, conocer el itinerario, cómo funcionaban las redes de pasadores y cuánto dinero necesitaba para cada etapa del viaje. Con la cartilla internacional de vacunación, el pasaporte y una mochila con un par de mudas, cepillo de dientes y teléfono móvil –“lo más importante de todo”, subraya– se puso en marcha el 5 de agosto de 2005 y cruzó Mali y Mauritania en autobús para llegar a Marruecos.

“El día que íbamos a salir al mar los gendarmes, la policía marroquí y el Frontex nos impidieron atravesar”, cuenta. Días después, la noche del 29 de septiembre tuvo lugar un salto multitudinario a las vallas de Ceuta y Melilla y las fuerzas de seguridad dispararon con balas reales. Oumar fue una de las personas que intentaron cruzar.

Su compañero de viaje desde el principio y quien se convirtió en su amigo, Mamadou Traoré, murió aquel día por un disparo en el vientre. “Su cuerpo se quedó allí, yo decidí volver a casa”, cuenta. “Perdí como un millón y medio de francos CFA (2.280€) en dos meses”. En diciembre de ese mismo año decidió crear la asociación ARTD, enfocada a cuestiones migratorias, junto a varios camaradas malienses que también regresaron al país tras aquel incidente.

Aceptan cualquier trabajo con tal de escapar

En un informe de 2018 de la OIM sobre el perfil del migrante de Costa de Marfil –cuarta nacionalidad de llegadas por el Mediterráneo a España en 2018, según ACNUR– se analiza el proceso de toma de decisión de salida. Según este estudio, el 55% indica haber preparado su viaje durante menos de seis meses y el 11% tomó la decisión en menos de una semana, “un tiempo extremadamente corto para una decisión que puede tener unas consecuencias muy serias en términos de riesgos incurridos. Esto sugiere que, en estos casos de salidas muy espontáneas, el individuo no se tomó el tiempo de informarse sobre la ruta y todos los riesgos y costos que conlleva”, indica el informe.

Por otro lado, el 50% de las personas entrevistadas para la realización de este informe señala que gastó más de un millón de francos CFA (1.520€) en el total del viaje, el 31% gastó menos de 500.000 CFA (760€), el 20% entre 500.000 (760€) y un millón de CFA (1.520€) y otro 20% entre un millón (1.520€) y un millón y medio (2.280€).

“Sé muy bien que no es fácil”, dice Mohameh. “Sé que no hablo español, así que cuando cruce me quedaré un tiempo con amigos que me ayudarán a encontrar el modo de trabajar en cualquier cosa, siempre que sea algo aceptable en España, claro”, explica. “Cualquier trabajo me sirve, a los senegaleses nos gusta trabajar”, argumenta.

“Tengo un amigo que entró en España hace tres meses y me ha dicho que incluso si haces pequeños trabajos consigues algo de dinero y que es mejor que Senegal”. Días más tarde, cuando preguntamos si Mohameh ya sé había marchado, nos dijeron que poco después de encontrarnos con él no lo habían vuelto a ver. No se despidió porque nadie de su familia sabía que se marchaba, a excepción de su hijo de siete meses, presente en sus brazos durante toda la entrevista, pero que no dirá nada.

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