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De Guindos refuerza su poder en el área económica para equilibrar fuerzas dentro del nuevo Ejecutivo

La foto más icónica del mandato de De Guindos: cuando Europa apretaba.

Belén Carreño

Luis de Guindos, ministro de Economía, Industria y Competitividad, ha vivido casi siete vidas al frente de su cartera de Economía y ahora tendrá otra opción ampliando sus poderes en el área de industria. Paradójicamente, asume parte de la cartera que le tocó al marcharse su amigo José Manuel Soria. Recolocar a Soria casi le cuesta el puesto pero ante su salida airosa de aquel atolladero, Mariano Rajoy ha decidido premiarle con parte de los despojos de la cartera maldita.

El recorrido de este madrileño, colchonero y de familia de farmacéuticos por el primer Ejecutivo de Rajoy ha sido tumultuoso. El ministro que querían los mercados fue el encargado de dar la noticia de la petición del rescate financiero. Según publicó él mismo en su pequeña biografía de estos años, los primeros compases del Ejecutivo de Rajoy se los pasó montado en un avión, negociando los pormenores del rescate.

Tragarse uno de los mayores sapos de la crisis le llevó luego a soñar con destinos más altos y se imaginó virtualmente jefe permanente del Eurogrupo. Angela Merkel traicionó su promesa de apoyarle y truncó sus expectativas de haber pasado por el Gobierno de forma quirúrgica volando pronto a los foros internacionales que le gusta frecuentar.

La infidelidad de los socios alemanes no rompió la admiración de Guindos por su homólogo, Wolfgang Schauble, plasmada en el librito del ex-Lehman Brothers. El plantón europeo coincidió en el tiempo con la incipiente recuperación de la economía española, lo que sirvió para elevar al ministro español al altar de los milagros económicos. Es la segunda vez que este madrileño, colchonero declarado, participa de un prodigio salvífico en España ya que fue el segundo de a bordo de Rodrigo Rato cuando José María Aznar perpetró lo que pasó a la historia como el “milagro económico” (el anterior).

Pese a su devoción declarada por su mentor, Rato, a De Guindos no le ha temblado aparentemente el pulso para a los pocos meses de llegar al Gobierno tramitar su dimisión como presidente de Bankia. Ese fue solo el principio de la caída en desgracia del exdirector gerente del FMI, que en los últimos meses de la legislatura de Rajoy vio como Hacienda (en este caso de la mano de Cristóbal Montoro) aireaba sus trapicheos fiscales, que se suman al rosario de causas judiciales abiertas por Bankia y las black.

Sin duda, se puede calificar como convulsa la etapa de De Guindos como ministro de Economía y su final en funciones como amargo. De ser el ministro ejemplar pasó a ángel caído tras la crisis por el nombramiento de su compañero y amigo, José Manuel Soria, como director del Banco Mundial. El dislate del nombramiento, y sobre todo sus formas, dejaron al ministro pendiente de un hilo en el Ejecutivo de Rajoy.

La guerra entre clanes (el G-8 y los sorayos) casi se lo cobra como víctima colateral, él, que siempre quiso estar alejado de estos grupitos de los que se sentía alejado por su currículo tecnocrático e intelectual. La legislatura comenzó con un claro enfrentamiento entre Cristóbal Montoro y De Guindos que termina en una durmiente guerra fría, habida cuenta de que ninguno de los dos ha logrado terminar por ganar el favoritismo del presidente.

Rehabilitado por sus comparecencias para dar explicaciones, De Guindos, que en mayo de 2015 llegó a asegurar que no repetiría como ministro aunque el PP ganase las elecciones, se ha quedado luego a la expectativa de lo que se haga con él. Más chulo que un ocho, se plegó a defender en campaña el programa económico del PP, partido en el que se jacta de no militar. Superviviente de sus incompatibilidades para ejercer sus dos últimas carteras (también asumió la de Industria cuando Soria renunció por Los Papeles de Panamá), el ministro pasó de ser un banquero más a ver cómo el sector financiero le daba la espalda. En la presentación de su libro, solo José Ignacio Goirigolzarri, consejero delegado de Bankia colocado por el propio De Guindos, fue el único empresario o financiero destacado en acompañar al que en otro tiempo fue “uno de los nuestros”.

Asignaturas pendientes de Economía

Los retos a los que se enfrenta Economía aparentan ser menores que los de la legislatura anterior pero con muchos capítulos sin resolver. La reforma del sector financiero sigue en marcha, con la privatización de Bankia y la venta de BMN (donde fue consejero antes que ministro) sobre la mesa. Aunque en España el sector parece algo más embridado, en Europa los sustos de Deutsche Bank recuerdan que aún quedan muchas reformas pendientes, mal resueltas por las urgencias de la crisis.

De la reforma financiera y la crisis también queda pendiente garantizar la viabilidad del banco malo, una amenaza latente para las cuentas públicas ante la dificultad de conseguir las ganancias prometidas en su creación. La retroactividad de las cláusulas suelo y el juicio por el caso Bankia son dos procesos judiciales que también supondrán un desafío para la cartera económica.

También tendrá que poner remedio al desastre del súperregulador, criticado por todas las fuerzas de la oposición y en vías de dividirse de nuevo en dos organismos (competencia y regulación), según ha pactado el PP con sus aliados de Ciudadanos. En el ámbito de la regulación, también está pendiente la reforma del Banco de España y de la Dirección General de Seguros, una asignatura pendiente desde hace una década que ningún Gobierno ha tenido tiempo de acometer.

En lo que respecta a sus nuevas competencias, previsiblemente Guindos intentará consolidar el tímido viraje hacia la reindustrialización iniciada durante el mandato de su amigo Soria. En el tintero están las ayudas al automóvil (el conocido como plan PIVE), que acaban de agotarse y por cuya reedición a buen seguro el sector apostará. Entre los temas delicados, el futuro de las ayudas al carbón nacional, un tema a caballo entre Industria y el nuevo ministerio de Energía que encabeza Álvaro Nadal, con el que Guindos mantiene una relación tensa.

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