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La lucha de un trabajador español contra los abusos laborales de Amazon en Alemania

Hèctor Xaubet, frente a las instalaciones de Amazon en Alemania.

Aldo Mas

Berlín —

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Hèctor Xaubet tiene 32 años. Llegó en 2018 a Alemania tras dejar su trabajo como profesor de inglés de educación secundaria en Catalunya. Este joven, natural de Mataró, se ha desplazado hasta la ciudad de Leipzig porque le interesa aprender bien alemán y comenzar aquí una nueva etapa como profesor. Sin embargo, la tardanza de las autoridades del Land de Sajonia en decirle si su título es compatible con la titulación que precisa todo profesor ha hecho que Xaubet lleve ya dos largos años en espera una respuesta.

En ese tiempo, ha encadenado tres trabajos escasamente remunerados. Ahora trabaja cobrando el salario mínimo en un call center. El año pasado, entre abril y noviembre, tuvo un puesto mejor remunerado. Se puso a trabajar en un centro logístico del gigante de internet estadounidense Amazon. Llegó, según reconoce a elDiario.es, con buen ánimo a la empresa estadounidense porque, económicamente, le convenía.

“Acababa ganando al mes en Amazon unos 1.500 euros netos. Con eso, en Alemania, si estás solo, puedes ir tirando en un piso barato, como en mi caso”, dice. En los trabajos anteriores que consiguió en Alemania cobraba menos.

En Amazon, a priori, se le debía hacer más llevadera la espera de la respuesta de las autoridades sajonas sobre su adaptación como profesor al sistema educativo del Land del este alemán.

“Yo fui a Amazon con cierta alegría, aunque soy crítico con las grandes multinacionales. Pero las condiciones salariales me parecían buenas después de año y medio viviendo en espera de arreglar mi situación y trabajando de cualquier cosa”, explica.

No obstante, este joven con formación universitaria se topó con la hostilidad de la empresa estadounidense cuando los trabajadores le recuerdan el conflicto que durante años mantiene con Ver.di, el sindicato mayoritario del sector servicios en Alemania. En ese conflicto, Ver.di reclama la firma de un convenio colectivo, algo a lo que la compañía estadounidense no es que se oponga, sino que “rechaza categóricamente negociar”, según las explicaciones del sindicato.

Xaubet dice haber estado “más o menos contento con tener el trabajo” en Amazon. “Yo iba con idea de hacer lo que me dijeran, sin quejarme, porque uno sabe como funcionan las cosas en el mundo laboral y más en las grandes empresas como Amazon, donde el trabajo no es cualificado, sino mecánico y repetitivo”, cuenta.

Pero tardó poco en notar que “la situación allí era de control” de la plantilla, según explica. “Allí estás bajo control, mirado en tu trabajo bajo lupa, hay que trabajar como ellos esperan en todo momento y mostrarte leal siempre. No hacer nada que llame la atención. Este tipo de control quiere que nadie se salga de la pauta”, apunta.

En su tiempo allí, tras mucho madrugar – los días comenzaban para él a las 5 de la mañana –, Hèctor no tardó en sentirse quemado. “Yo empecé en abril. Manifesté interés en ir aprendiendo más trabajos en la empresa. No sólo para integrarme mejor, sino para poder hacer más cosas y no acabar solo haciendo lo mismo”, pero “a los tres meses ya estaba bastante quemado”, recuerda.

El haber ido conociendo a los trabajadores de los distintos puntos del centro logístico y las no pocas luchas de los trabajadores organizados en la empresa –como la de la firma del convenio colectivo– le llevó a la decisión de sindicarse. Se hizo miembro de Ver.di en el marco de una huelga que había convocada como medida de protesta ante la falta de diálogo entre dirección y trabajadores a cuenta del convenio.

“Sin convenio colectivo, la empresa tiene el poder y, de hecho, más control sobre los trabajadores. Esto a mí me irritó bastante y es lo que me llevó a movilizarme en último término”, señala Xaubet.

Decidido a que las cosas cambiaran en la empresa, habló con otros compañeros de trabajo. Se pusieron de acuerdo en que participarían en la huelga. Pero él, que formaba parte de los nuevos reclutados por la firma estadounidense en Leipzig, fue de los primeros “represaliados”, según sus términos, tras haberse movilizado a favor de la firma del convenio colectivo.

“Hicimos una huelga de dos días. Al volver, los cinco nuevos que hicimos huelga fuimos interpelados por un gestor del centro”, apunta. “Nos preguntó a cada uno de forma agradable, por qué habíamos hecho huelga”, añade, antes de reproducir la conversación que mantuvo con su responsable: “Es mi derecho”, dice que explicó. “Faltaría más, claro que es tu derecho. Pero, ¿por qué fuiste a la huelga?”, insistió el gestor. “Porque estoy de acuerdo con la petición que está haciendo el sindicato de firmar un convenio colectivo”.

“Yo le transmití que con un convenio colectivo mejorarían las condiciones de los trabajadores”, comenta Hèctor a cuenta de aquella conversación. La respuesta no debió de gustar al responsable de Xaubet. Pese a ello, también reconoció a su responsable que se contentaba con el trabajo. “Sí, yo firmo un contrato, me comprometo a respetar los términos del contrato, y es lo que he hecho, evidentemente. Pero eso no significa que mi capacidad de crítica se esfume”, analiza el que fue profesor de secundaria en Catalunya.

Despedido por escapar al “control de la empresa”

Su experiencia, dice Xaubet, le lleva a pensar que en Amazon los trabajadores con ideas críticas no tienen futuro. “Amazon quiere un empleado que no destaque, que siga las órdenes, un empleado que sea un robot y que trabaje sin quejarse. Y punto”, subraya. Alguien como él, por lo visto, sólo podía acabar despedido.

“Nos despidieron a todos porque escapamos a la capacidad de control de la empresa, por eso nos echaron”, dice aludiendo a sus cuatro compañeros y a él mismo. Le notificaron el despido a finales de octubre. “Fueron a por mí primero porque hicieron efectivo el despido el último día de pruebas que incluía mi contrato”, señala.

Como estaba sindicado, Xaubet pudo, sin embargo, luchar con Ver.di y sus servicios jurídicos. También la organización Linksjugend Solid, la organización juvenil del partido izquierdista Die Linke, se solidarizó con el trabajador español. Con este respaldo pudo amenazar con echar un pulso en los tribunales a la empresa. Pero no llegó a juicio.

Sin aducir motivo para justificar el despido

“Lo que me hicieron es algo que pueden hacer legalmente, es decir, despedir dentro del periodo de prueba, porque yo me encontraba en los seis meses del periodo de prueba de mi contrato cuando me despidieron”, señala. “En este tiempo te pueden despedir sin aducir motivo”, añade.

Un abogado de Amazon, la única persona de la empresa que Hèctor Xaubet vería después de habérsele notificado su despido, le planteo como oferta para no acabar en los tribunales la posibilidad de pagarle dos semanas posteriores a la fecha efectiva del despido (12 de noviembre) y la firma de un documento en el que se dice que el joven español trabajó correctamente para Amazon.

Ahora, tras haber encontrado trabajo en un call center de Leipzig, Xaubet espera la llegada de la primavera. Tiene planes de mudarse a Renania del Norte-Wesfalia, populoso Land del oeste alemán. Allí las autoridades ya le han comunicado que, con un curso de adaptación, no tardará más de un año en poder volver a ser profesor de secundaria.

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