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Hacer turismo contamina

Sendero en el Jardín de las Creces, Parque Nacional de Garajonay

Marta Garijo

El ministro de Industria José Manuel Soria saca pecho cada vez que puede de que España volverá a batir récords de llegadas de turistas con 68 millones de visitantes extranjeros. Sin embargo, detrás de estas cifras hay una vertiente oscura como es la sostenibilidad. El aumento de las llegadas y la masificación del turismo supone un impacto económico y social en el entorno al que se suma la huella de carbono que deja el transporte. El caso más relevante dentro del transporte es el del avión, con la democratización del uso de compañías low cost también se ha incrementado el número de viajes y por tanto, aumenta la emisión de gases contaminantes a la atmósfera. 

“En el imaginario colectivo dominante el turismo ha logrado construir una imagen de industria sin chimeneas, invisibilizando sus profundos impactos y desviando las crítica hacia los sectores económicos conexos”, explica Rodrigo Fernández Miranda, docente e investigador del Centro de Estudios de la Economía Social de la Universidad Nacional de Tres de Febrero en Argentina y miembro de Ecologistas sin Fronteras. “Más allá de este relato, se trata de una de las industrias más impactantes: los impactos del modelo de turismo dominante en los destinos se suelen agrupar en tres categorías: sobre la economía, sobre el medioambiente y sobre la cultura y sociedad locales”, añade.

Según algunas estimaciones del sector el 40% del turismo en España se produce en los meses de verano a lo que habría que sumar que los turistas durante la época estival se decantan por destinos costeros. Frente a este hecho, algunos destinos como Baleares que está a punto de aprobar una ecotasa para tratar de paliar los efectos del turismo vía impuestos. Frente a esto, los actores del sector como touroperadores u hoteleros han criticado que se quieran poner en marcha estas nuevas tasas. Unas iniciativas que se suman a la capacidad de carga que se impone en algunos destinos, aunque esto es más viable en lo que respecta a monumentos o por lo menos espacios acotados como las Islas Cíes (Galicia). Los expertos del sector aseguran que lo más importante es aumentar la concienciación de los turistas para que pidan que los destinos y las instalaciones cumplan con los requisitos de sostenibilidad.

El impacto del viaje

“El factor principal, en términos de impacto ambiental, a la hora de viajar es el viaje en sí. Así que si puedo lo primero que hago es tratar de priorizar un viaje en tren o en autobús frente al avión”, explica su propia experiencia Koldo, un joven ingeniero que vive en Dinamarca y cuenta que, por ejemplo, ha ido muchas veces a hacer exámenes de la UNED a Berlín y siempre viaja en autobús. Como no siempre es posible viajar de otra forma que no sea en avión, apunta un segundo factor a la hora de organizarse: el de aprovechar los viajes. “Si tengo que hacer un viaje de todas formas, por ejemplo por trabajo, luego suelo coger unos días unos días de vacaciones después”, añade.

A pesar de que dentro de este sector no existen factorías con chimeneas, sí que su actividad tiene un impacto en el medio. “Específicamente el turismo, incluyendo sólo el transporte, la hotelería y los servicios, representa un 5% de las emisiones totales de CO2, el principal gas de efecto invernadero, ya que equivale al 60% del efecto invernadero de origen antrópico”, apunta Fernández Miranda. La industria turística, especialmente a través del transporte aéreo, genera otras importantes emisiones de GEI, notablemente de óxidos de  nitrógeno (NOx). El nivel real de impacto climático del sector turístico internacional podría alcanzar, con datos de 2005, hasta el 14%, según señala este investigador.

Apoyo a las comunidades locales

Los actores turísticos cada vez comienzan a buscar una mayor especialización que busca la sostenibilidad y el respeto con el entorno y en este contexto se desarrollan agencias de viajes enfocadas al turismo sostenible. “Llevamos haciendo esto desde hace diez años, lo único que ahora hemos visto que esto tiene una etiqueta”, explica Mar Furró directora de la agencia viajes responsables. En este sentido, Furró señala que además del componente de medio ambiente dentro del análisis de las sostenibilidad del turismo hay que tener en cuenta el impacto que tiene sobre las comunidaes locales y que sea económicamente viable como forma de trabajo para el sector.

Uno de los problemas con los que choca el turismo cuando se produce en países en desarrollo es que puede hacer que las comunidades locales dejen de lado su actividad tradicional y desarrollen una dependencia con el turismo que puede ser contraproducente en el caso de que deje de ser un destino demandado. “Tiene que ser sostenible y no porque exista deben dejar de trabajar en lo que se hacía antes en la zona”, apunta Turró.

Fernández Miranda asegura que el problema ocurre cuando las necesidades de las comunidades locales quedan subsumidas al turismo, a las necesidades de la industria y a los deseos de los consumidores. De esta manera explica que esta situación se recrudece cuando los recursos que antes de la turistización se usaban para la vida de las comunidades pasan a constituirse en materias primas del mercado turístico. “Como norma, existen profundos desequilibrios entre el beneficio económico que genera la actividad, y los costes social es y ambientales antes descritos. Estos impactos tienden a ser mayores cuanto menor es el nivel de participación de la comunidad anfitriona en la toma de decisiones que rigen la actividad. Asimismo, se trata de impactos que se centran en los sectores más vulnerables y en las generaciones venideras”. añade.

Para que el turismo sostenible pueda ser una realidad, Turró apunta que entre los retos que hay que lograr es por un lado la “concienciación” de la gente, a lo que añade que es necesario “desmitificar que el turismo sostenible suponga una pérdida de calidad y que por otro lado no se vea el turismo sostenible como algo más barato sino que hay que pagar un precio justo por ello”.

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