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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Preparar el fascismo en la intimidad

La familia de Sanjurjo "reprueba" el acuerdo entre Ayuntamiento y Arzobispado

Laura Gómez

Emilio Mola Vidal, gobernador militar de Pamplona. Desde la Capitanía General, sede actual del Archivo de Navarra, prepara la sublevación militar, en extremo violenta, con la colaboración de la Iglesia, el ejército, los requetés y la aristocracia terrateniente navarra. El 19 de julio de 1936 declara el Estado de guerra para Navarra “Una vez más, el ejército unido a las demás fuerzas de la nación, se ve obligado a recoger el anhelo de la gran mayoría de los españoles. Se trata de restablecer el imperio del orden, no solamente en sus apariencias externas sino también en su misma esencia. Hay que sembrar el terror. Hay que dar la sensación de dominio, eliminando sin escrúpulos y vacilación a todos los que no piensen como nosotros. Nada de cobardías. Sino procedemos con la máxima energía no ganamos la partida. Todo aquél que ampare u oculte un sujeto comunista o del Frente Popular será pasado por las armas”. El holocausto de izquierdas se saldó con 3.300 personas asesinadas en Navarra, 4.000 huérfanos y miles de mujeres condenadas a la miseria, el hambre, la humillación y el olvido.

Así arranca el documental 'A sus muertos' de los artistas y periodistas audiovisuales navarros y editores de Alkibla, Clemente Bernard y Carolina Martínez. Un ejercicio de denuncia de una amnesia colectiva impuesta, que no es otra cosa que el recuerdo de una memoria de injusticia. En España hay 114.226 personas asesinadas por los sublevados que siguen desaparecidas en zanjas, cunetas y fosas comunes.

“Un monumento a los caídos de la guerra civil”, “un edificio a los muertos” “una iglesia”, “un edificio de Carlos III”, “un museo”, “una sala de exposiciones”, “del siglo XVII”, “yo nací y estaba ahí, ni idea”, “algo religioso”, “ni idea si hay alguien enterrado ahí dentro”, “¿un rey?”, “creo que sí hay alguien enterrado porque deben hacerse misas franquistas ahí dentro” “eso dicen, pero no sé, no sé”. Las respuestas de las personas entrevistadas se encadenan con estupor en el documental acerca del Monumento “Navarra a sus Muertos en la Cruzada”. Un Panteón funerario, situado en el centro de Pamplona, en cuya cripta se han albergado hasta noviembre de 2016 los restos de los golpistas Emilio Mola y José Sanjurjo. Dos personas que incumplieron sus obligaciones militares, traicionaron la Constitución que juraron y llevaron a España a una guerra cuando su golpe fracasó. Las paredes de la cripta recuerdan los muertos franquistas y sus pinturas homenajean a los paramilitares falangistas.

El edificio, hoy, es un espacio público propiedad del Ayuntamiento de Pamplona, si bien su cripta está cedida al Arzobispado de la ciudad. Y por esas connivencias tan del pasado, a su vez lo tiene cedido en usufructo a la Hermandad de Caballeros Voluntarios de la Cruz. Una organización fascista creada en 1939 por excombatientes paramilitares para “mantener íntegramente y con agresividad, si fuera preciso, el espíritu que llevó a Navarra a la Cruzada por Dios y por España”.

El trabajo de Bernard y Martínez también ha querido desvelar y documentar audiovisualmente las misas que se celebran los 19 de cada mes en honor a los golpistas, convertidas en verdaderos actos de exaltación del franquismo y de celebración de sus asesinatos. Un esfuerzo que les ha valido ser acusados por la Hermandad de supuesta vulneración del derecho a la intimidad y revelación de secretos. Piden una pena de dos a cuatro años de cárcel para los periodistas. La Fiscalía, órgano del Estado, no se ha quedado atrás. Pide dos años de cárcel por grabar imágenes de la cripta y una multa de 24.000€.

En el juicio, celebrado el pasado 12 de diciembre, Bernard ha dicho que quería denunciar las actividades de una Hermandad de criminales. Porque causan sufrimiento y dolor a miles de personas en Navarra. Porque la cripta hoy es un lugar donde se sigue humillando a las víctimas. Y porque la sociedad tiene derecho a saber qué sucede en unas misas que, por definición, nunca son ni íntimas, ni privadas.

El arzobispado ha preferido mirar para otro lado con unas declaraciones inverosímiles. Dicen desconocer el uso de la cripta por la Hermandad y la celebración de tales misas.

Mientras, la Fiscalía, ha defendido que frente al derecho de información y a la libertad de expresión, prevalece el derecho a la intimidad de la Hermandad y el derecho a no averiguar sus secretos. Pero en un espacio de propiedad pública ¿cómo va a ser un secreto actos de enaltecimiento de la dictadura franquista amparados por la Iglesia católica? ¿qué derecho a la intimidad tiene una Hermandad que comete delitos de odio y discriminación todos los meses, camuflados bajo la forma de oficios religiosos, hacia miles de personas que sufrieron tortura, mutilaciones, violaciones, asesinatos y fueron desaparecidos forzosamente?¿acaso en la intimidad no se cometen delitos? ¿cómo va a ser delito investigar e informar sobre actos en un espacio público que la Ley de Memoria Histórica misma prohíbe y cuya desaparición fue exigida en 2015 por el propio Parlamento de Navarra?

El hecho de que organizaciones falangistas como la Hermandad o que actos como los que celebran sigan sin ser considerados ilegales ilustran bien la arquitectura jurídica de la impunidad en España de los crímenes del franquismo y de quienes los dictaron y ejecutaron.

Un país democrático necesita de muchos Clemente Bernard y muchas Carolina Martínez que alumbren el camino para afrontar la verdad de nuestro pasado reciente. Que no se dobleguen ante la agresión de unos poderes públicos que, de manera indecente, envalentonan a criminales. Mientras hay periodistas que hacen su trabajo, el Estado sigue sin proteger y reparar a unas víctimas desgarradas que no saben qué fue de sus seres queridos, cuándo fueron asesinados, quiénes fueron sus verdugos y dónde yacen sus cuerpos. Y persigue a quien no renuncia a buscar la verdad y se juega el tipo para exigir una justicia entendida como el restablecimiento de la dignidad humana para quienes fueron y siguen siendo humilladas.

Alejandra Naftal es una mujer que vive la memoria. Es la directora del Centro Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio de la Escuela de Mecánica de la Armada de la dictadura militar de Videla, ESMA, reconvertido en un museo de la memoria en la ciudad de Buenos Aires. En una reciente visita a ese lugar de esperanza que ayer lo fue de horror, nos decía que el trabajo de memoria quizá no arroje certezas sobre la garantía de no repetición del horror del mal, pero funciona como dique de contención. Sin barreras de ideas que defiendan la democracia, el neofranquista Santiago Abascal podrá decir que “si el alzamiento triunfó fue, simple y llanamente, porque hubo media España que no se resignaba a morir”. Podremos escuchar como si fueran palabras dignas las amenazas de Mola en el 36. Y quizá dejemos de estremecernos cuando oigamos el susurro de Lorca pidiéndonos: “No solloces. Silencio, que no nos sientan, que no nos sientan”.

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