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“Nunca nos hemos sentido tan ninguneados y desautorizados como ahora”

El presidente dimisionario de la comisión de gramática de Euskaltzaindia, el catedrático y ex rector de la UPV Pello Salaburu. /EDN

Aitor Guenaga

Bilbao —

Pello Salaburu (Arizcun, Navarra, 1951) revuelve la mesa de su despacho de la UPV, llena de papeles, libros, planes de trabajo y documentos varios, al tiempo que mira en la enorme pantalla de ordenador los últimos correos electrónicos llegados a su buzón. La entrevista se desarrolla el miércoles por la tarde. Las últimas 48 horas han sido de vértigo, desde que se difundió la decisión de los miembros de la comisión de gramática de Euskaltzaindia, que el preside, de dimitir en bloque al sentirse “desautorizados” en sus planes de trabajo. Aunque el presidente de la Academia de la Lengua Vasca, Andrés Urrutia, ve un margen de maniobra para reconducir la mayor crisis que ha vivido esta institución desde las discusiones sobre el euskera batua, Salaburu no ve posibilidad alguna. “No hay arreglo posible, salvo que nos dejen trabajar en paz a los miembros de la comisión. Algunos llevamos más de 30 años en el seno de esta comisión y nunca nos hemos sentido ninguneados, desautorizados y tratados como ahora”, señala este catedrático de Filología.

Pregunta. La dimisión en bloque de la comisión se ha difundido esta semana, pero parece que se venía masticando desde hace meses.

Respuesta. Efectivamente, viene de antes. En marzo es cuando comenzamos a sentirnos claramente desautorizados en nuestros planes de trabajo dentro de la comisión, pero hay detalles que te das cuenta ahora y que en su momento no habías valorado y que cobran todo su sentido ahora. Entonces pensábamos: ¡qué cosa más rara, pero no le dabas importancia!

P. ¿Por ejemplo?

R. Son cosas raras que no tienen importancia: pues que no te llamen para la presentación de un libro de gramática en Pamplona en 2001 que has escrito tú o que el séptimo libro de la serie de gramática en la que hemos estado empeñados los últimos años, publicado a finales de 2011, en 2012 hay una presentación en Madrid de los trabajos de Euskaltzaindia y ni se cita. Y se acababa de publicar. Se publica el diccionario de Ibón Sarasola y no le llaman, se entera a posteriori. Son cosas que ahora cobran un sentido que antes no tenían.

En 32 años hemos hecho siete libros de gramática. Y el siguiente proyecto que planteamos a la academia es condensarlos y refundirlos, por una razón básica, sobre todo los dos primeros se han quedado desfasados. Mi idea inicial era que el compedio fuera el primer capítulo del libro. En marzo hicimos, como siempre, las jornadas internas de reflexión sobre los planes de trabajo de todas las comisiones. Y siempre ha sido una cuestión casi de puro trámite porque nadie pone en cuestión lo académico, otra cosa es que te digan si puedes adelantar o atrasar tal plazo o te pregunte si necesitas un becario y te digan que no lo vas a tener porque no hay dinero. En esa reunión hay dos comisiones a las que se cuestiona su planteamiento: gramática y fonología, las dos dirigidas por dos catedráticos de la UPV, yo mismo y Lurdes Oñaederra. Y las observaciones vienen en ambos casos de Andrés Urrutia, el presidente de Euskaltzaindia.

P. ¿Y qué plantea?

R. Hace una observación muy breve, aunque importante. La teníamos que haber discutido en abril, pero por una razón por por otra se va aplazando: yo estaba fuera, aunque eso no tiene mucho sentido porque estaban Patxi Goenaga, Miren Azkarate, Jesús Mari Makatzaga, Itziar Laka y Beñat Oiarzabal y el resto de la comisión. Luego que no hay tiempo, que hay que acabar la reuniñon porque tenemos un homenaje a no sé quien... Se va dilatando en el tiempo. Y no hay forma de discutir el asunto. Pero mientra tanto, lo que era una observación que decía una cosa al principio va cambiando de forma y se convierte en otra cosa.

P. ¿La cuestión inicial no era que él quería nombrar determinados miembros más en la comisión de gramática?

R. Efectivamente, en marzo plantea que hay que cambiar la composición de la comisión y que tienen que entrar el director de investigación y el secretario Euskaltzaindia y un nuevo académico. En la segunda y tercera propuesta, que ya es mucho más larga y se presenta en septiembre, no habla de quién debe componer la comisión, pero dice que nosotros sigamos trabajando, pero que otra comisión de Euskaltzaindia debe hacer la Euskara Batuaren Esku liburua, que es una gramática en toda regla, aunque no la denomina así. Es algo etéreo porque plantea que ambas comisiones debe garantizar la coordinación entre ambas.

P. ¿Y cuál fue vuestra respuesta como comisión?

R. Nos reunimos y la comisión se agarró un cabreo increíble. Defendimos dos cosas: que desde el punto de vista académico no se podía hacer el compendio sin haber terminado antes el otro trabajo. Casualidades de la vida, cuando hizo la Morfología vasca, Azkue en su prólogo dejó escrito: “De la Academia de la Lengua vasca, los que de ella tenemos el honor de formar parte, venimos oyendo repetidamente: ¿cuándo nos darán ustedes un compendio de gramática vasca? una obra así, un resumen, presupone la existencia de una ya completa en lo posible. Solo a fotógrafos les es dado ampliar una obra pequeña”. Son la primeras palabras de su gramática. Incluimos la cita en la contestación. Incluso llegamos a admitir que tal vez se podía hacer en paralelo, a la par, lo cual podía suponer que el compendio se hubiera podido publicar antes que si empezamos a hacerlo al final. Y la segunda cuestión que defendimos era que el trabajo lo tenía que hacer la comisión, claro. Los que habíamos hecho todo el trabajo porque era su competencia. Y, en esa reunión, la comisión adopta el acuerdo de que si no se discute y no se aceptaba nuestro planteamiento, dimitiríamos.

P. Y, efectivamente, se discutió el pasado viernes en la reunión de Zarautz. ¿Todo el mundo cerró filas en torno a la posición de la Presidencia?

R. Una mayoría aplastante. Más del doble. Y el lunes por la mañana entregamos la dimisión.

P. ¿Y qué argumentos se dieron por su parte? ¿Amenazó en algún momento de la reunión con la dimisión?

R. No. No amenazamos con nada. Se hubiera interpretado como una presión si lo hubiéramos comentado. Yo, sinceramente, creo que nunca pensaron que podía pasar esto. No fueron conscientes de eso. Muchos estuvieron callados y los que hablaron no dieron razones o ejemplos de otros idiomas donde se hubiese empleado esa metodología que plantean. Y aquí no puede haber arreglo. No hay arreglo posible. Nos sentimos desautorizados, tras más de 30 años en esta comisión. Yo no tengo nada que ceder. Yo quiero trabajar como he trabajado toda la puñetera vida. No quiero hacer nada más. Quiero que me dejen en paz y que me discutan académicamente, y no otras cosas.

P. Pero Andrés Urrutia, y leo textual, ha dicho que “son normales las discrepancias” y ha animado a “entre todos analizarlas”.

R. El único punto de retorno es que nos dejen trabajar y nos respeten. Mire, al final, te vas cargando, te vas cargando y llega un momento en el que ya es muy difícil. Nosotros no vamos a renunciar a lo que consideramos que son competencias nuestras. Yo asumo que el pleno de Euskaltzaindia nos puede quitar competencias, pero no me pueden obligar a jugar así. No tengo ganas de jugar así, me retiro y que lo haga otra persona o quien sea.

P. ¿Qué cree que le ha pasado a Urrutia?, si es que le ha pasado algo, vaya.

R. No tengo ni idea, eso se lo tendrá que preguntar usted a él.

P. Hombre, pero son muchos años juntos...

R. (Silencio) A ver, todos tenemos formas de dirigir instituciones. La de Andrés no es la mía. Es lo que puedo decir.

P. ¿Pero sugiere que su forma de dirigir es muy personal, autoritaria tal vez, que no sabe trabajar en equipo, que se ha encerrado tras un grupo de elegidos, que ha comprado voluntades?

R. Pregunte al resto de los académicos, le van a decir que lo dirige muy bien.

P. ¿Andrés Urrutia les ha llamado desde que se difunde la dimisión en bloque de la comisión?

R. No, no.

P. ¿Ni una llamada perdida al móvil?

R. Nada, nada.

P. ¿Le sorprende después de tanto tiempo trabajando juntos?

R. Lo malo es que no me sorprende. Y han pasado varios días ya. No espero la llamada. Si llama le responderé muy gustosamente, pero no se ha producido.

P. ¿Esta crisis no tiene parangón en la historia de la Academia, no?

R. En Euskaltzaindia se han vivido otras crisis, muy importantes. Con el tema de la unificación del euskera, el euskera batua, por ejemplo. Hombre, es cierto que la comisión de gramática, junto con la de Lexicología y la de Onomástica, son las centrales.

P. Ibon Sarasola también ha renunciado a su puesto de director del diccionario unificado de la Academia de la Lengua Vasca. ¿Veremos más dimisiones? Euskaltzaindia se agrieta por momentos.

R. No creo que haya más, pero desde luego tampoco es nuestra intención llamar a uno o a otro para que se sumen a esto o a lo otro. Al que llama le damos la información y ahí se acaba el tema.

P. Les han llovido críticas por hacer coincidir su decisión con el Día Internacional del Euskera. ¿Buscaban de esa manera la máxima repercusión? ¿De verdad no había otro día en el calendario para hacerlo?

R. Yo no estoy nada contento con eso. Creo que ha sido un error, no todos lo ven como yo. Ni se nos pasó por la imaginación, la verdad.

P. ¿Tiene algo que ver en toda esta crisis el asunto presupuestario? ¿Han visto recortado el dinero que manejan en la comisión?

R. Nada que ver. No es un tema de dinero, es un tema de desautorización clara del trabajo que hemos diseñado entre toda la comisión. Nuestro presupuesto es comparativamente menor dentro de la Academia. No tengo los números delante pero apenas si llega a los 10.000 euros, cuando hay otro tipo de encargos y trabajos que pueden llegar hasta los 150.000 euros.

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