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“La sociedad actual no empatiza con los ancianos”

La geriatra Ana Urrutia junto a uno de los ancianos que atiende.

Eduardo Azumendi

Dignificar el sector del cuidado a las personas mayores y personas dependientes en España. Esa es la cruzada en la que lleva embarcada desde hace años la geriatra vizcaína Ana Urrutia con su propuesta de cambio del modelo de atención tradicional hacia un modelo basado en la “dignidad y calidad de vida”. Uno de los aspectos relevantes de ese modelo que propugna es el cuidado de las personas mayores en las residencias sin sujeciones. Ni físicas (ataduras) ni de tipo químico. Para Urrutia, la falta de sensibilidad y valoración de las personas mayores y las personas dependientes imperante en la sociedad deriva en una falta de demanda de modelos de cuidado distintos a los actuales, más allá de la atención médica y procedimientos de seguridad. Un indicador es la mecanización del cuidado es el uso de sujeciones físicas y químicas como práctica habitual. Mientras en el Reino Unido o Alemania el uso de sujeciones no supera el 5%, en España, aunque no hay datos oficiales, se calcula que está entorno al 40%.

¿Cuándo dijo basta a las sujeciones?

Hace 10 años, tras recibir la queja de un compañero por utilizar sujeciones, reflexioné y me di cuenta de que tenía razón y que había que usar otra forma. Me puse en la piel de mi paciente.

¿Las residencias abusan de las ataduras físicas o químicas?

En realidad, las sujeciones se utilizan en todos los ámbitos de cuidado, no solo en las residencias. En este momento, quizá sea más llamativo en las residencias por el perfil de paciente al que se dirige, que es geriátrico. Es injusto decir que solo se empleen sujeciones en las residencias. Es un tema cultural de país y para todos los perfiles de paciente.

Cuando habla de una cuestión cultural del país, ¿se refiere a que en otros países no se utilizan las sujeciones?

Así es. En Dinamarca e Inglaterra, por ejemplo, la prevalencia de uso es baja. Se trata de un tema del que no gusta hablar. Hay mucho morbo detrás. Lo que yo propongo es un cambio de modelo, una mejora en los cuidados. Pero se trata de un cambio complicado y por eso tiene muchas resistencias.

¿Quiere decir que se relaciona sujeciones con maltrato físico a los ancianos?

No se sujeta a un anciano porque un profesional sea un maltratador ni nada parecido. Se sujeta porque no hemos sabido hacerlo de otra manera. Y como ahora el cambio es complicado, cuesta. Habría que tomar el cambio como una mejora, como ha ocurrido en medicina toda la vida. Esa relación de sujeción con malos tratos ha perjudicado muchísimo al avance de un proyecto como el que dirijo. Si se habla técnicamente de maltrato, es cierto que la sujeción podría tener una relación. Pero hay que ser conscientes de que al relacionarlo se ha perjudicado la progresión hacia un nuevo modelo. No hemos llegado a profundizar en la dignidad y los cuidados del paciente y eso nos ha llevado a sujetar al paciente con la mejor voluntad. Yo también he sujetado y pensaba que lo hacía para proteger a mi paciente. En ningún momento he considerado que lo maltratara. Desde ese punto de vista, tenemos que profundizar en otros aspectos más allá de la protección. Debemos equilibrar en la balanza la protección de paciente con su dignidad.

¿Tal vez se ha recurrido a las sujeciones porque muchas veces los cuidadores se amparan en ‘como total no se entera’?

En algunos casos es así. He vivido esa experiencia y lo que hace falta es profundizar en la experiencia de esa persona que está atada, en su dignidad. Por supuesto que se entera de todo. La gente sujeta por desconocimiento, porque no sabe hacerlo de otra manera y porque cree que el paciente está así más seguro. Hay que profundizar en la humanidad de los cuidados. Lo que es absolutamente cierto es que falta empatía hacia los ancianos. Si profundizáramos en la vivencia de la ancianidad y en la demencia, seguro que no sujetábamos. Si nos pusiéramos en la piel del anciano hubiéramos avanzado más. Lo que me choca es que sigamos enfrentándonos al cambio cuando hay formación. Es porque no hemos empatizado con el anciano. Solo pensamos en nuestra organización y en lo que cuesta cambiar. Son muchos años como para que el cambio no se haya producido.

Y los familiares, ¿valoran más la seguridad de su familiar y por eso piden también la sujeción?

El problema es cultura. Las familias, en muchas ocasiones, hasta lo reclaman. ¿Por qué? Pues, por una parte, por el exceso de proteccionismo hacia la vejez. Cuando les convences de que se puede cuidar en las mismas condiciones con sujeción y sin sujeción todos optan por estar sin sujeción. El miedo a ser más autonomista con el familiar dificulta a los centros que quieren avanzar.

A la larga, ¿un sistema sin sujeciones resulta más económico?

Sí, porque un anciano sometido a sujeciones cuando se levanta está mucho peor. La propuesta por mi parte no es aumentar el personal ni nada, solo se trata de cambiar las formas de actuar con la misma plantilla. No hay incremento de costes, al revés, los disminuye porque el paciente ingiere menos medicamentos y se encuentra mejor, con lo que es menos carga para el personal. Desde el punto de vista de la salud, los datos son muy buenos. Mi tesis doctoral con pacientes sometidos a sujeción y sin sujeción demuestra que los segundos se encuentran mejor de salud.

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