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Jácome resiste: las encuestas limitan el desgaste para el alcalde de Ourense pese a sus audios, conflictos y astracanadas

El alcalde de Ourense, Gonzalo Pérez Jácome, interviene durante un pleno.

Daniel Salgado

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Nada parece afectar demasiado a las expectativas electorales de Gonzalo Pérez Jácome. Tras cuatro años de un convulso mandato, en el que su partido -la derecha populista de Democracia Ourensana- llegó a gobernar con tres ediles y en el que se sucedieron polémicas y astracanadas, las encuestas pronostican un limitado desgaste de su figura en las elecciones municipales del 28 de mayo. Ni siquiera la última semana de furia y audios -el diario La Región publicó grabaciones en las que presume de saber cómo blanquear dinero- augura grandes cambios. Mientras, el Partido Popular, que lo aupó para frenar un alcalde socialista, después intentó descabalgarlo con una rocambolesca operación, más tarde regresó al gobierno local del que había salido acusando al regidor de corrupción y finalmente fue expulsado antes de las elecciones, vuelve a prometer que no pactará con Jácome. Ya lo prometió en 2019 y luego incumplió su promesa.

La Voz de Galicia publicaba este domingo, 14 de mayo, el primero de sus sondeos en campaña electoral. Con un trabajo de campo realizado durante los mismos días en los que La Región destapaba los audios, el resultado es prácticamente calcado al del anterior, a finales de abril. El PP alcanza los nueve ediles -absorbe los dos de Ciudadanos, que desaparece-; el PSOE cae de nueve a ocho y el BNG sube de dos a tres. Democracia Ourensana mantiene los siete con los que ahora cuenta. La otra encuesta conocida la realzó precisamente La Región, diario local con una línea editorial próxima a los populares de Manuel Baltar, da 10 al PP, siete u ocho al PSOE, cinco o seis a Democracia Ourensana y tres al Bloque. Fue el propio Alberto Núñez Feijóo quien, durante la campaña electoral de 2019, avisó de que una alcaldía en manos de Jácome sería “letal” para Ourense.

Lo que entonces no parecía recordar Feijóo era que la estrategia ourensana del PP no se decide en Santiago ni en Madrid, sino en el palacio de la Diputación. Y a Baltar Júnior, su presidente, le faltaban un par de diputados provinciales para no perder el mando de la institución, justo los que había obtenido Democracia Ourensana. A cambio, Jácome, cabeza de la tercera lista más votada, sería alcalde, por mucho que Feijóo hubiese proclamado su letalidad. Así fueron las cosas. Baltar entregaba el bastón a quien su teórico superior en el partido descalificaba y, de paso, agujereaba el discurso de Feijóo sobre la necesidad de que gobierne la candidatura más votada y sobre lo que llama pactos de perdedores. Aquel acuerdo no ofreció, sin embargo, ninguna de esa estabilidad de la que le gusta presumir al PP al gobierno de Ourense. Por el contrario, comenzaba el carrusel.

Un arrebato de ira y el rey mago condenado

La única de las siete ciudades gallegas en la que el PP se sentaba en el ejecutivo se sumió en una espiral de conflictos y, denunciaba la oposición, parálisis. Todavía el mes pasado, Jácome volvía a los titulares por vetar la presencia de una periodista de la agencia EFE en la convocatorias de prensa de su organización. “El motivo es que se trata de una periodista tendenciosa, además de declarada enemiga de nuestro partido, como puede apreciarse en cada artículo y frase que escribía”, justificaba Democracia Ourensana en un comunicado. El asunto, por el momento, no ha ido a má. Todo lo contrario de lo que sucedió durante la huelga de transporte público hace ahora un año. El alcalde la emprendió a violentos empujones contra una sindicalista que portaba un megáfono al término de la manifestación de huelguistas. Las imágenes se colaron en los telediarios y la agredida, de Comisións Obreiras, lo denunció. Un juzgado ourensano lo absolvió, pese a considerar “un tanto desproporcionada” su reacción. En su día, Jácome se negó a disculparse y se presentó como víctima de “una agresión acústica”.

Al Partido Popular no le importaban estos comportamientos y se negó a reprobar en pleno al regidor, tal y como exigía la oposición de Partido Socialista y BNG. La retórica sobre la ejemplaridad en la vida pública se detenía para el PP de Feijóo y su sucesor Alfonso Rueda a las puertas de Ourense. Volvió a suceder recientemente con el propio Baltar, cazado al volante de un coche oficial a 215 kilómetros por hora e investigado por un delito contra la seguridad vial ante la pasividad de sus teóricos superiores políticos. Algo cambió, sin embargo, respecto a Jácome. En enero de este año, el PP se sumó a la petición de dimisión que, de nuevo, enarbolaban Partido Socialista y BNG. Esta vez había trascendido que el Ayuntamiento contratara como actor para vestir el traje de Rey Baltasar en la Cabalgata del 6 de enero a un hombre condenado dos veces por abusos sexuales, lo que además se saltaba la ley al ser requisito para actividades que impliquen contacto con menores “el no haber sido condenado por sentencia firme por algún delito contra la libertad e indemnidad sexual”. No fue más allá del enunciado. La prioridad del PP ourensano, además de impedir a la lista más votada -el PSOE- acceder a la alcaldía, es conservar la Diputación.

Las idas y venidas del PP

Pero había elementos distintos en juego, el escenario ya no era el mismo. Pérez Jácome había expulsado a los ediles del PP de su gabinete. Lo hizo en julio de 2022, solo dos semanas después de que los populares anunciasen nuevo candidato, Manuel Cabezas. O no tan nuevo, dado que había sido alcalde de la ciudad entre 1995 y 2007, aunque del bando no baltarista. El caso es que a Jácome no le parecieron oportunas las críticas de Cabezas a su ejecutivo. “No es normal cogobernar con una persona de la que estás rajando”, afeo a los populares. Y los cesó. Era la segunda vez en el abrupto mandato que ahora finaliza que había divorcio entre las derechas en Ourense. La anterior había sucedido en septiembre de 2020, cuando los ediles populares se marcharon entre acusaciones de corrupción y junto a los que Jácome llamó “tránsfugas de Democracia Ourensana”. Detrás estaba la mano de Baltar, el arquitecto de la operación para descabalgar al regidor ourensano. Pero Jácome resistió. A los pocos meses, el PP regresaba al gobierno local y provocaba una crisis en sus propias filas: otro ex alcalde, también ex conselleiro, y apuesta personal de Feijóo en la ciudad, Jesús Vázquez, se retiraba. Todavía hace unas semanas criticaba en sus redes sociales la falta de ejemplaridad de los excesos al volante de Baltar, disculpados por Rueda o Feijóo.

Pérez Jácome sobrevivió en su despacho municipal. La oposición insistía en denunciar el marasmo político y burocrático de Ourense y las protestas ciudadanas se sucedían. Una de las más intensas la organizaron setenta colectivos de la cultura, que sacaron a miles de manifestantes a las calles “contra la apatía, la mentira y la parálisis inducida por las administraciones”. Jacóme los acusó de “engaño masivo” y de estar manipulados “por la extrema izquierda”. Los meses fueron transcurriendo. Hasta las explosivas revelaciones de la semana pasada. Pero el alcalde, lejos de admitir, matizar o rectificar, ofreció una rueda de prensa en la que se dijo víctima de espionaje de grande empresas, PP y PSOE - “aunque seguramente más el PP”- y aseguró que los audios están manipulados. Lo sabe con certeza, que estudió sonido en Estados Unidos, dijo. El caso es que la demoscopia, de momento, no percibe síntomas de agotamiento electoral en Jácome. Él, al fin y al cabo, ha mencionado alguna vez su admiración por el ex presidente estadounidense Donald Trump, quien en una de sus frases más recordadas afirmó: “Podría disparar a gente en la Quinta Avenida y no perdería votos”.

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