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El Brexit y el negocio de la comida española en Reino Unido: “No tenemos experiencia en comercio internacional”

La Tasca, restaurante de comida española en Liverpool

Miguel Mosquera

Londres —

En Inglaterra, la gastronomía local está reservada para ocasiones muy puntuales. Un full English breakfast antes de una caminata por el campo, una pie (empanada) en un día de fútbol, un antojo esporádico de fish and chips, un Sunday roast (tradicional comida dominical compuesta por carne, patatas y verduras).

En el día a día, mandan las cocinas foráneas. El recetario indio está muy arraigado por el vínculo histórico entre ambas naciones, pero ahora las comidas de muchos otros países comparten protagonismo. En los sesenta, los restaurantes chinos e italianos se consolidaron como un clásico en todas las partes del país. Entonces, la oferta aumentó y a día de hoy, el panorama asiático lo comparten desde los indios y chinos hasta los vietnamitas, japoneses o coreanos. En el frente Mediterráneo, la cocina española se ganó, a base de tapas y paellas, un rol indisputable que sostiene desde hace más de dos décadas y se refresca por el recuerdo de las vacaciones en España de muchos británicos.

El boom de restaurantes españoles no decayó. También surgieron empresas que se dedican a la importación, tanto para abastecer a los propios restaurantes como para venta al por menor a particulares. Ahora, el Brexit plantea infinidad de dudas y la gastronomía internacional no es ajena a la incertidumbre. La principal empresa de importación de productos alimenticios españoles es Brindisa, fundada en 1988. Su preparación de cara al Brexit pasa por ir guardando reservas de ciertos productos que podrían ser más difíciles de importar en un futuro. Para esto han tenido que invertir en más espacio de almacenaje. Pero más allá de Brindisa, existen otros negocios con menos recursos que temen por su futuro.

Una de esas empresas que comercializan productos españoles en Reino Unido, para consumo personal o para venta a otros establecimientos, es The Tapas Lunch Company, que en palabras de uno de sus responsables, Jonathan Pincas, es una empresa “más pequeña de lo que aparenta”. Apenas tres empleados se encargan del día a día del negocio y unas cinco personas que trabajan en el almacén en España, por el que pasan sus productos antes de poner rumbo a las Islas Británicas.

De esos tres empleados fijos, uno se encarga de la logística. “Tiene quince años de experiencia, pero solo en el marco del comercio europeo”, explica Pincas. El escenario de comercio internacional que traería el Brexit les resulta completamente ajeno. “Nosotros, sincera y plenamente dicho, no tenemos ni idea de importación y exportación. Lo que hacemos actualmente, la gente lo conoce como importación, pero mandar comida de España a Inglaterra técnicamente no se puede considerar importación. Siempre ha sido lo más fácil del mundo. Es como mandar comida de Londres a Manchester”.

El Brexit avecina un contexto desconocido para ellos: “No hemos estudiado comercio internacional, ni contamos con experiencia sobre comercio fuera de Europa”. Pincas reconoce que no saben por dónde empezar. “Es un desastre. No podemos planificar nada, porque ni el propio gobierno te puede decir qué va a pasar”. Ante la ausencia de certeza alguna, Pincas optó por seguir el siguiente planteamiento: “Al ser una empresa tan pequeña, no podemos malgastar nada de tiempo. Hasta que no sepamos lo que va a pasar, no movemos un dedo. Si estamos una semana o dos sin enviar comida, nadie va a morir, aunque haya déficit de chorizo. No somos de los que han gastado cinco millones de preparativos para el Brexit. Ni cinco millones, ni cinco céntimos”.

Sin embargo, esto tuvo que cambiar tras la llegada de Boris Johnson al número 10 de Downing Street. Con declaraciones como “preferiría morir en una zanja antes que pedir una extensión a la Unión Europea”, Johnson despertó la inquietud de Pincas. “Empecé a estar bastante seguro de que íbamos a un Brexit duro y ya me puse un poco serio y empecé a consultar lo que tenía que hacer. Por ejemplo, tenía que abrir una cuenta para diferir los pagos de las tarifas y me pedían una previsión de cuánto tendría que pagar en aduanas”, explica. “Hasta ahora, nunca hemos tenido que pagar en aduanas, así que me puse a intentar averiguar a qué tasas estarían sujetos nuestros 500 productos. Para poder clasificarlos, me encontré con un documento de mil páginas, con códigos extremadamente complejos y escrito en lenguaje muy técnico”, prosigue.

Como Pincas, muchos otros empresarios se ven abrumados ante estos procesos. La Hacienda británica ofrece soporte para este tipo de cuestiones, pero a Pincas poco le ayudó a efectos prácticos. “Me contestaron diciendo que no tenían los recursos para ayudarme a clasificar toda mi gama de productos, pero que sí que podían ayudarme con uno en concreto. 'Si nos mandas un Excel de una línea te podemos ayudar a clasificarlo', me dijeron”.

Un futuro incierto

Tras el Brexit oficial, antes del 31 de enero, se iniciará un período de transición hasta diciembre de 2020, límite para decidir cuál será exactamente la relación comercial entre el Reino Unido y el resto de la Unión Europea.

“Para nosotros, tratar con España requerirá todos los procedimientos que hay que hacer cuando importas de Marruecos o de China. Lo único que podría cambiar esto sería que se echase atrás el último acuerdo y se hiciese uno en el que el Reino Unido se quedase dentro del Mercado Común Europeo. Eso sería la salvación para nuestra empresa”, afirma Pincas.

Si el Reino Unido abandonase el mercado común, sus relaciones comerciales con los países europeos se dictarían mediante acuerdos específicos. Entonces existiría la posibilidad de que un acuerdo entre el Reino Unido y España facilitase el comercio entre ambos estados. Este escenario no le sirve de consuelo a Pincas, pues teme que un eventual acuerdo no tendría en cuenta el comercio a una escala tan pequeña como en la que ellos operan. “Sospecho que las cosas seguirían siendo difíciles. El gran comercio entre España y el Reino Unido no somos nosotros. Lo más vistoso podemos ser los importadores que vendemos jamón, chorizo y demás productos típicos. Pero el gran negocio entre España y el Reino Unido son los 14.000 camiones de fruta que suben desde la costa Este de España y cruzan el canal todas las semanas, con fruta de Murcia, Almería, Valencia... que acaba en los supermercados. Ese es el gran negocio”.

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