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Líbano vuelve a convertirse en víctima de la guerra entre Irán y Arabia Saudí

Pancartas en favor del regreso de Saad Hariri en el maratón de Beirut de este domingo.

Leila Nachawati

Unos 200 kilómetros separan el extremo meridional de Líbano de Arabia Saudí, países entre los que en los últimos días ha crecido la retórica de una guerra inminente. Es evidente que Líbano es uno de los epicentros del pulso por la hegemonía en Oriente Medio desde hace décadas, un pulso en el que las potencias regionales alimentan tensiones religiosas y sectarias para favorecer sus intereses.

“Dimito porque temo por mi vida”, anunció Saad Hariri, hasta ese momento primer ministro de Líbano, el 4 de noviembre. “Estamos viviendo un clima similar al de los momentos previos al asesinato del mártir Rafik Hariri”, añadió, refiriéndose a su padre, el primer ministro asesinado en Beirut en 2005.

Hariri hizo esas declaraciones desde Riad, capital de Arabia Saudí, adonde había acudido en visita oficial. En ellas acusaba a Irán y a su aliado en Líbano, Hizbulá, milicia y partido que forma parte del Gobierno de coalición, de pretender “dominar” Líbano. Entre rumores de que Hariri, que continúa en Riad, se encuentra secuestrado, y con la ciudadanía libanesa reclamando con carteles con su imagen su liberación (en un gesto de unión popular poco habitual), Hariri declaró el domingo que es libre de ir y venir, y que regresará a Beirut “en cuestión de días”. No dio una fecha.

La alianza de Hizbolá con Irán

La “retención” del primer ministro en Riad y sus declaraciones tienen relación directa con la composición de fuerzas del gobierno libanés, asentado desde hace décadas en un frágil equilibrio religioso e identitario que las potencias regionales, con Irán y Arabia Saudí a la cabeza, buscan alterar en su beneficio.

“Es obvio el daño que han hecho las políticas de Hizbolá en su alianza con Irán”, dice el periodista y analista político Kareem Chehayeb a eldiario.es. “Ha alimentando la guerra en Siria apoyando al régimen de Bashar al-Asad, lanza declaraciones anti-refugiados irresponsables y peligrosas, alimenta el fantasma del sectarismo que nunca deja de estar presente en Líbano. Pero también es obvio que Hariri vela por los intereses de Arabia Saudí, que ha cometido crímenes de guerra en países como Yemen”.

Según Chehayeb, ambas potencias utilizan Líbano para sus ambiciones regionales, y los distintos actores políticos en Líbano se escudan en esos intereses para eludir sus propias responsabilidades en el país.

En la misma línea se expresa Joey Ayoub, editor de Oriente Medio de la plataforma Global Voices. “En los últimos días hemos visto el aumento de las grandes narrativas”, dice Ayoub. “La narrativa suníes contra chiíes, el papel de los cristianos en uno y otro bando, las referencias a discursos sectarios, el nosotros contra ellos... es algo que siempre cala muy bien en Líbano y que sirve para ocultar los problemas que azotan a la ciudadanía del país”.

Según Ayoub, cuestiones económicas, sociales, educativas, sanitarias, asuntos como los derechos de los trabajadores, la situación de semiesclavitud de las empleadas del hogar, los derechos de los refugiados o la nefasta gestión de las basuras en el país “quedan en un segundo o tercer plano mientras los líderes de unas y otras facciones políticas se embarcan en grandes narrativas geopolíticas que contribuyen a incendiar el país y la región.”

Los grandes discursos a los que hace referencia Ayoub se tejen en torno al tenso equilibrio entre Hizbolá y su milicia, que forma parte del gobierno de coalición y representa a la mayoría de la comunidad chií en Líbano por un lado, y el Movimiento del Futuro que representa el primer ministro Saad Hariri, de confesión suní.

Hariri, financiado por los saudíes

Si Hizbolá es el brazo militar en el Levante árabe de Irán, que apoya al grupo económica y militarmente, a Hariri lo sostienen en buena media los intereses saudíes. Hizbolá debe mucho a Irán (en cuestiones regionales, desde Siria hasta Yemen, pasando por Irak, la retórica y el posicionamiento de ambos son prácticamente indistinguibles) y Hariri debe mucho a Arabia Saudí. El primer ministro, como antes su padre, tiene la doble nacionalidad libanesa y saudí, y son conocidas las inversiones saudíes en la reconstrucción de Líbano tras la guerra civil.

Ambos ejes, el iraní y el saudí, conviven en tensión constante en Líbano, y cualquier hecho puede convertir el país en el escenario de la escalada entre ambas potencias. En esta escalada destaca la guerra liderada por la coalición saudí contra Yemen, en la que Riad acusa a Irán de apoyar a los rebeldes hutíes.

¿Por qué ahora? “La victoria de Trump tiene mucho que ver con esta escalada”, explica Chehayeb. “Los saudíes se sienten respaldados por Trump, sólo hay que ver los últimos mensajes que ha lanzado el presidente estadounidense, como los del día del anuncio de las redadas anticorrupción en Arabia Saudí”.

“Tengo gran confianza en el rey y en el príncipe de Arabia Saudí, saben lo que hacen. Mucha de esa gente a la que ahora están tratando con dureza lleva años ordeñando su país’', escribió Trump en Twitter, en un claro apoyo a las medidas del príncipe Bin Salman contra sus adversarios políticos.

Riad busca una alianza de intereses con Israel

En conversación por teléfono, Iyad el-Baghdadi, escritor palestino nacido en Kuwait que se define como “sin Estado”, dice que Arabia Saudí no atacará Líbano, “pero sí intentará aliarse con Israel para que sea este quien asuma una potencial agresión o amenaza militar.”

Según el-Baghdadi, Arabia Saudí asumiría la presión económica y diplomática sobre Líbano, dejando que Israel se ocupe de la militar. Las medidas saudíes contra Irán incluirían restricciones a la entrada de libaneses en Riad y países aliados donde trabajan miles de ellos.

“Lo que es muy preocupante es esa falta de distinción entre Hizbolá e Irán por un lado y Líbano como país por otro, señalando a toda la población libanesa como objetivo cuando se acusa a Hizbolá e Irán.” En esta línea precisamente se expresaban el 4 de noviembre las autoridades saudíes, que señalaban a la población libanesa como responsable de permitir las injerencias del grupo chií, un discurso que resuena en Israel, con capacidad militar de causar grandes daños civiles en el país vecino.

“Israel tiene sus propias razones para sentirse amenazada por Hizbolá, pero hará falta una escalada mucho mayor para que dé el paso de comenzar una guerra después de estos años”, añade el-Baghdadi. Hizbolá, que mide últimamente más que nunca cada gesto, tampoco parece interesado en provocarla. “Si continúa la escalada, será probablemente por presiones saudíes. Aunque la alianza saudí-israelí pueda parecer poco estable, rocambolesca incluso, la percepción de Irán y Hizbolá como un enemigo común es muy fuerte. Y todo indica que irá a más.”

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