Controles policiales indiscriminados en Colonia para evitar los asaltos del año pasado
Alemania ha empezado el 2017 con un encendido debate sobre racismo, que refleja la situación del país ante sus futuros retos. Por un lado, las elecciones que tendrán lugar a fin de año y en las que la extrema derecha de Alternativa por Alemania (AfD) se espera que llegue al Parlamento. Ello, unido al aumento de los ataques neonazis, cuyo número no para de aumentar desde hace meses. Por otro lado, están los problemas de integración de los cientos de miles de refugiados llegados en 2015. Por último, el problema del terrorismo yihadista y la seguridad del país.
La polémica comenzó el domingo en las redes sociales con una dura crítica a la actuación de la policía en Colonia. Muchas personas acusaron al cuerpo de seguridad de racismo. El motivo es que la policía renana llevó a cabo controles la pasada Nochevieja en la plaza de la Catedral en base al origen “a primera vista”. Quien a su juicio parecía proceder del norte de África era sospechoso. Más de 1.000 personas fueron controladas de este modo.
Un periodista del canal NTV que se encontraba en la estación central escribió que la policía había creado dos entradas para los asistentes a la fiesta. Por una dejaban pasar a rubios y personas de apariencia alemana, por la otra, todo el que pareciese árabe o similar había de pasar un control policial exhaustivo y mostrar su documentación. Al día siguiente, la policía explicaba que los controles se habían llevado a cabo en base a fenotipos y características físicas que indican la procedencia de las personas y en especial al comportamiento, como el consumo de alcohol o una impresión de agresividad.
La policía de Colonia escribió esa noche en Facebook: “En la estación central hemos podido corroborar la presencia de varios cientos de personas que a primera vista proceden de África”. Mucho peor acogida tuvo el mensaje en Twitter en el que escribían que “en la estación central se están controlando en este momento varios cientos de nafris”.
El término “nafri” es en realidad una palabra de uso interno de la policía para referirse a “norteafricanos delincuentes reincidentes” (Nordfrikaner Intensivtäter). Bandas criminales cuyos miembros son nacionales de Egipto, Argelia, Líbano, Libia, Siria y Túnez, según un documento interno hecho público por el periódico Bild. No parece muy adecuado atribuir a todo un grupo social con unas características físicas el apodo de delincuente. Es algo que el presidente Joachim Gauck recordaba en su discurso de Navidad: “No podemos tratar a grupos sociales completos como sospechosos”.
Una medida para evitar los ataques sexuales
La medida de la policía se enmarca en el contexto de los ataques sexuales vividos en la Nochevieja de 2015, cuando cientos de mujeres fueron atacadas sexualmente en la plaza de la Catedral en Colonia. La mayor parte de los agresores eran hombres jóvenes procedentes del Magreb. El origen de los delincuentes es relevante en el contexto de su situación administrativa en Alemania, ya que muchos de ellos se encuentran en el limbo legal de no tener derecho al asilo o a la residencia, pero tampoco pueden ser deportados. Esta situación de exclusión social lleva a muchos de ellos a delinquir, robar o menudear con drogas.
La infame Nochevieja en Colonia ha pasado a la historia como el momento clave en el que en Alemania se pasó de un discurso ampliamente en favor de los refugiados a una división notoria de la sociedad, que ha sido aprovechada por la extrema derecha del partido Alternativa por Alemania para reavivar el miedo al extranjero y la xenofobia.
Para evitar este tipo de ataques sexuales, así como con la pirotecnia, como también ocurrió, la policía en esta ocasión aumentó el número de efectivos: hasta 1.600 agentes estuvieron patrullando esa noche en la ciudad, así como 600 empleados de una empresa de seguridad privada. La plaza en la que se produjeron los hechos en 2015 estuvo especialmente iluminada y se instalaron cámaras de seguridad.
Según la policía en conferencia de prensa, identificaron a 1.700 personas, prohibieron la entrada a 900, 29 fueron detenidas y seis puestas a disposición judicial. Al final de la noche fueron denunciadas dos agresiones sexuales. En comparación con las 454 agresiones denunciadas en 2015, se trata de un descenso espectacular.
La policía no solo ha sido criticada, sino también felicitada por innumerables usuarios de las redes sociales. Sin embargo, el método empleado para garantizar la seguridad es sin duda un instrumento de discriminación. La minoría turca en Alemania, así como los refugiados, son ahora objeto de controles indiscriminados debido a su apariencia física. Tal como escribía el sociólogo Karim Dabbouz en la web achgut.com, “la buena noticia es que las medidas empleadas funcionan”. Según él, el precio de dicha seguridad es que la sociedad tendrá que acostumbrarse a una “presencia policial masiva, controles de identidad, policías vestidos con protección antidisturbios y ametralladoras”.
Los controles racistas son práctica habitual
El experto de Amnistía Internacional para cuestiones de racismo y policía Alexander Bosch criticó asimismo a la policía por hablar de nafris. El presidente de la policía de Colonia Jürgen Mathies ha lamentado el empleo del término en público, ya que, según aseguraba este martes, se trata de un término para el uso policial interno.
Hace tan solo dos semanas hubo una pequeña polémica en una Universidad de Düsseldorff al respecto. Una asociación antiracista ofreció un taller en el que explicaban que los controles racistas van en contra de la Constitución alemana, por lo que animaban a quien fuese testigo de uno de dichos controles a interferir en la labor policial como forma de resistencia cívica pacífica ante una injusticia.
Uno de los participantes en el taller, que más tarde se descubrió como integrante de un partido de extrema derecha, colgó un vídeo en YouTube explicando estos hechos, ante lo cual la Universidad decidió dejar de colaborar con la asociación y no permitirle en el futuro realizar su labor informativa en su campus.
Los controles racistas entran en contradicción con el artículo tercero de la Constitución alemana, párrafo 3, en el cual se determina que nadie puede ser discriminado “en función de su procedencia, raza, idioma, país u origen, religión”. También entran en colisión con la Convención Europea de Derechos Humanos y con los acuerdos internacionales en materia de derechos humanos.