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'Haciendo barrio': una iniciativa para estrechar lazos vecinales en la zona más gentrificada de Madrid

Las fiestas autogestionadas en la plaza del Dos de Mayo

Mario Escribano

¿Puede haber vida de barrio en la zona cero de la gentrificación en Madrid? Es complicado, pero algunos vecinos de Malasaña lo quieren intentar. Se trata de la Plataforma Maravillas, que aglutina a decenas de colectivos del vecindario y ha adoptado el lema 'Haciendo barrio', que da nombre a uno de sus principales proyectos. El pasado abril recibieron las llaves de la llamada Casa del Cura, un espacio en el que socializar y hacer hacer vida en común más allá de las dinámicas consumistas que imperan en el barrio, el que más ha sufrido los efectos de la gentrificación en la capital.

Javier, vecino “de toda la vida” y uno de los muchos impulsores de la iniciativa, recuerda que este colectivo comenzó a operar después de que el Ayuntamiento decidiera “prohibir” las Fiestas del Dos de Mayo del barrio en 2005 “por la fuerza del movimiento antibotellón”. “Decidimos organizar unas fiestas populares autogestionadas”, cuenta este treintañero, que celebra que llevan ya once años siguiendo este método con éxito: “El Ayuntamiento del PP lo autorizaba y, con la llegada de Ahora Madrid quisieron participar más activamente pero respetando nuestro modelo”.

Pero todo lo tejido entre las asociaciones no quedó solo en la mera convocatoria anual de las fiestas de Malasaña, que se celebraron durante el puente de mayo con pasacalles, actividades deportivas y actuaciones en directo en plena calle. “Entonces decidimos crear la Plataforma Maravillas para recuperar la entidad de barrio más allá de las fiestas. Queremos que sea como un pueblecito donde la gente se conoce y coopera”, defiende Javier, que explica que “fue una búsqueda de apoyo mutuo para enfrentarnos, primero, a la gentrificación, y ahora a la turistificación”.

Este año la celebración es doble: el Ayuntamiento de Madrid les ha concedido para los próximos cuatro años la cesión de la conocida como Casa del Cura, en plena plaza del Dos de Mayo, corazón y emblema de Malasaña. El espacio, un edificio de cuatro plantas con un total de 600 metros cuadrados, será compartido por las 38 asociaciones que integran el proyecto. Desde el consistorio explican que “tuvieron en cuenta aspectos como el arraigo en el barrio, que los proyectos presentados promovieran la participación ciudadana y el desarrollo comunitario”.

Tal y como ocurre en toda la ciudad de Madrid, la mezcla de personas procedentes de distintos lugares es una constante en la Plataforma Maravillas, ya sean, como Javier, malasañeros 'de toda la vida', o vecinos que llegaron hace pocos años. Esta diversidad se aprecia en las AFA (Asociación de Familiares de Alumnos, antes llamadas AMPA) que forman parte de la iniciativa. “Hay familias de diferentes orígenes, como también las hay mixtas”, comenta Diego, portavoz del AFA del colegio público Pi i Margall, que se muestra satisfecho de la existencia de esta mezcla: “La mayoría de los niños son nacidos en Malasaña, pero hay familias que provienen de Marruecos, Argentina, Siria, Chile, Italia o Australia”.

Diego, de origen burgalés, lleva 7 años viviendo en este barrio, del que destaca que “ha vivido la diversidad como una riqueza, los niños crecen en un entorno en el que ser diferente es algo normal”. Entre las actividades que favorecen ese ambiente, apunta la creación de un mural por parte del alumnado, “para que los niños dibujaran sus familias, no solo por su origen, ya que también hay familias monoparentales u homosexuales”. “Lo más importante es que se vea en el día a día”, añade.

Entre las AFA que integran 'Haciendo barrio', también están las de los institutos públicos de educación secundaria. Es el caso del IES Lope de Vega, donde Inma –una de sus vocales– reivindica que “los jóvenes necesitan un espacio propio en el barrio donde autoorganizarse”, aunque subraya, que “mientras lo consiguen, tendrán este espacio”.

Inma es vecina de Malasaña desde hace treinta años y lamenta haber visto cómo “las terrazas de los bares han hecho que cada vez tengamos menos espacios públicos, que se han ido mercantilizando”. Ante todo, resalta “la necesidad de ser parte del barrio” a través de distintas actividades, que van desde jornadas en defensa de la Educación pública hasta actividades culturales como talleres de teatro, cómic, circo e, incluso, una banda de música.

Un banco de tiempo en el centro de la capital

En un contexto de prolongación de jornadas laborales, el tiempo se ha convertido en uno de los bienes más escasos, por lo que no es de extrañar la proliferación de los llamados bancos de tiempo. ¿En qué consisten estas iniciativas? “Tú ofreces servicios y otros demandan, pero todo se paga con tiempo, es nuestra moneda”, señala Silvia, portavoz de 'A 2 Manos', banco de tiempo que opera en el vecindario, donde no solo buscan “ofrecer servicios, también generar una red barrial”. “Hay mucho yoga y poca fontanería, por decirlo de alguna forma. En otros barrios de la periferia es al revés”, detalla.

Más allá de las actividades propias del banco de tiempo, en el colectivo también abogan por jornadas y encuentros para dar a conocer a los vecinos. “En el Patio Maravillas podíamos hacer talleres y reunirnos, facilitaba la construcción del banco de tiempo, era un conector que permitía desarrollar varios proyectos a la vez”, rememora Silvia, que lamenta que aquel espacio autogestionado fuera desalojado hace dos años. Con todo, agradece que el Ayuntamiento haya concedido ahora la llamada Casa del Cura –“falta denominar el lugar, no nos gusta para nada ese nombre”, comenta–, aunque de cara al futuro espera que también se faciliten espacios con salas más grandes para, por ejemplo, celebrar ciclos de cine.

Otro de esos lugares es El Solar Polivalente Autogestionado Maravillas, situado en la calle Antonio Grilo. La parcela, propiedad del Ayuntamiento, fue okupada por activistas del barrio, que promueven desde un mercado agroecológico –con venta directa de productor a consumidor– hasta cines de verano, actos de organizaciones como 'No Somos Delito' y 'Ecologistas en Acción' o comidas populares.

“Es un espacio verde, abierto a los vecinos, pero en el que solo podemos estar cuando hace buen tiempo, y en el que no hay ni luz ni agua”, concreta Pilar, una de las vecinas que trabaja en el solar. “Se trata de que la gente del barrio pueda disfrutar como antes disfrutaba de las plazas con los vecinos, charlar con ellos sobre las mismas preocupaciones que tienen por el vecindario”, explica sobre El Solar Polivalente que, adelanta, será “complementario al nuevo espacio”.

El fútbol resurge… y nace la radio comunitaria

Marcos, otro malasañero 'de toda la vida', es coordinador de ocio y tiempo libre de la Asociación EOF (Equipo de Orientación Familiar), donde trabaja con familias desestructuradas. En concreto, está centrado en promover el deporte en un barrio donde el fútbol sigue despertando mayor interés. Ahora lleva un equipo de fútbol sala mixto de benjamines y dos de alevines (uno femenino, otro masculino) que juegan en la liga municipal del distrito Centro. Aunque en EOF aprovecharán la Casa del Cura para actividades que no requieran grandes espacios, Marcos apunta que “estaría bien conseguir más espacios deportivos”, como los patios de los colegios e institutos públicos de Malasaña.

“Antes de que Malasaña se convirtiera en lo que es ahora, había más equipos y más campos. El deporte era otra cosa”, cuenta Marcos, que explica que, hasta hace poco, el barrio no disponía de una pista de fútbol sala reglamentaria en la que poder disputar los partidos: “Ahora han acondicionado la cancha de Conde Duque y no tenemos que ir a otros barrios a jugar. A ver si así empieza a subir otra vez el fútbol. Aunque no vaya a ser como antes, pero que se parezca”.

Uno de los proyectos más recientes es Onda Maravillas, la radio comunitaria del barrio, que emite un podcast quincenal desde hace apenas un mes. Los preparativos comenzaron hace año y medio, comenta Maribel, una de las promotoras, que también colabora en el (por ahora) único programa, Batiburrillo: “La idea es que sea algo hiperlocal, de barrio, buscando conectar cosas aparentemente inconexas, como la historia del barrio, qué nos gusta de Malasaña y qué nos gustaría que fuera. O actividades gratuitas, a las que llamamos 'ocio sin negocio”.

Hasta ahora, “tener que montar todo para cada programa resultaba complicado”, precisa Maribel, que espera que ahora “se una mucha más gente y salgan cada vez más programas” de Onda Maravillas, colectivo integrado por una veintena de personas que viven o trabajan en Malasaña. “Queremos que la emisora sea una herramienta para todos, que haya desde adolescentes hasta jubilados”, confiesa.

Un pulso a la gentrificación

El proceso de gentrificación ha supuesto una gran transformación para Malasaña, que ha pasado de ser un barrio humilde a convertirse en zona 'cool'. Esto se ha traducido en una transformación de los negocios del vecindario -ahora enfocados a turistas y visitantes, con bares y restaurantes por doquier- y una subida del precio de los alquileres que ha terminado expulsando a muchos vecinos.

“En los años 80, Malasaña era un lugar muy duro, con mucha delincuencia pese a la Movida, pero tenía un encanto de día que a muchos nos enamoró”, puntualiza Maribel, de Onda Maravillas, que califica de “locura” el volumen de turismo y botellón que soporta el barrio: “No queremos que esto se convierta en un centro de ciudad como en Europa, queremos disfrutar del barrio y que venga gente, pero que no sean turistas o gente que viene y no lo cuida”.

Preguntados por cómo afectan estos procesos al asociacionismo en el barrio, la respuesta es unánime. “Hay muchas familias que se tienen que marchar del colegio: cuando acaban el contrato de alquiler tienen problemas para renovar o alquilar en la zona a un precio razonable”, contesta Diego, del AFA del Pi i Margall, centro que solo dispone de una clase por nivel. En el mismo sentido se pronuncia Inmaculada, del Instituto Lope de Vega, que lamenta que esta volatibilidad “dificulta que las familias se queden y mantengan amigos y contactos en el barrio”.

En el banco de tiempo 'A 2 Manos', que comenzó su actividad en 2012, ocurre algo similar: lo que fueron trescientos participantes se han quedado en un centenar. “Se van porque no pueden pagar los alquileres, y lo sufrimos muchísimo”, afirman desde el colectivo, donde hacen hincapié en esta idea: “Es muy difícil crear relaciones vecinales estables ante esta situación”.

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