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Una reivindicación vecinal histórica en Madrid tarda 18 años en hacerse realidad

La nueva zona verde construida en el madrileño distrito de Carabanchel. / Fernando Sánchez

Patricia Rafael

“¿De dónde han salido tantos niños?”. “Pero ¿había en el barrio todos estos niños?”. Preguntas parecidas se suceden entre los vecinos del madrileño barrio de San Isidro. Situado en Carabanchel, uno de los grandes distritos del sur de la capital, los vecinos llevaban años reclamando a las sucesivas corporaciones municipales que construyeran una zona verde en lo que hasta hace una semana era un descampado de casi 5.000 metros cuadrados donde se acumulaba basura, barro y una vegetación que crecía sin ningún tipo de control.

Para ser más exactos los vecinos han tenido que esperar 18 años para que ese descampado se convierta en una zona por la que pasear, sentarse a pasar el rato, a hablar con los de al lado y a descubrir que en el barrio había más niños de los que pensaban. “Pero si pensábamos que casi no había y mírales”, dice Lourdes Hernández, presidenta de la Asociación de Vecinos de General de Ricardos sentada en uno de los nuevos bancos y señalando la zona de juegos. Pedro Martínez, miembro de la entidad y vecino desde niño del barrio, asiente a su lado.

“El otro día me decía una vecina de la torre (un edificio situado junto al parque) que qué alegría le daba no salir a la calle y llenarse de polvo los zapatos”, cuenta Hernández. Con polvo, barro, basura, malos olores y sensación de inseguridad han convivido los vecinos durante casi dos décadas.

“Ni Manzano, ni Gallardón ni Botella, todos nos decían buenas palabras pero aquí no se hacía nada”, explica la presidenta en referencia a los alcaldes, del PP, que precedieron a la actual, Manuela Carmena, de Ahora Madrid. “Con Botella”, continúa, “estaba previsto hacerse pero luego se quedaron sin dinero y nada”. De ahí que los habitantes del barrio vean como un triunfo colectivo el nuevo espacio.

Hace poco más de dos años, apenas un mes después de constituirse la nueva corporación, la recién nombrada concejala de Carabanchel, Esther Gómez, se acercó al barrio a escuchar las peticiones de los vecinos. Las asociaciones lo habían anunciando en carteles repartidos por las calles y a la cita acudieron más de un centenar de sus habitantes. El lugar de encuentro no era otro que el solar lleno de maleza y basura. Convertirlo en una zona verde fue la reclamación más repetida. Gómez prometió que sería lo primero que el Ayuntamiento hiciera en el distrito. Varios se mostraron incrédulos: “¡Eso nos han dicho todos!”.

La concejala recuerda ahora que los vecinos dudaban de sus palabras. “Ha tardado un poco más de lo previsto porque hay que seguir los tiempos de la Administración pero al final se ha hecho posible una reivindicación histórica de los vecinos”, explica. Ella, habitante desde hace años del distrito, conocía el problema, del que también era muy consciente Inés Sabanés, responsable de Medio Ambiente y Movilidad, área que ha llevado a cabo el proyecto.

La Colonia de Absorción

El solar, situado en la esquina de la calle Blasa Pérez con la avenida del General Ricardos, una de los grandes arterias del distrito, había albergado hasta finales de los años 90 los últimos barracones que sustituyeron a lo que se conoció como Colonia de Absorción de General Ricardos, un conjunto de numerosas viviendas construidas a finales de los años 50 y a donde se envió a muchos madrileños cuyas viviendas habían sido expropiadas para construir unas nuevas, ampliar calles o simplemente vender los solares al mejor postor. Llegaron vecinos de todos los puntos de la capital pero también del propio Carabanchel.

“Nosotros vivíamos en una casa al final de la calle Algorta (en el mismo San Isidro) y nos trajeron a aquí”, cuenta Pedro Martínez, quien con siete años se tuvo que ir a los pisos recién construidos en la colonia pero de apenas 20 metros cuadrados cada uno. “En la cocina sólo cabía una persona”, recuerda. A partir de los años 80, con la llegada de Enrique Tierno Galván a la alcaldía de Madrid, se fueron construyendo en la zona nuevos bloques de viviendas: edificios de cuatro alturas con las comodidades de una casa en condiciones.

Se iban desarrollando por fases, y según se necesitaba espacio se tiraban las antiguas y a los vecinos se les acomodaba en barracones en el mismo solar. “De repente pasamos de vivir en 20 metros cuadrados a 60, con tres habitaciones, salón, baño y una cocina de tamaño normal”, explica Martínez. El problema era el ruido y, sobre todo, el frío. “Cuando te despertabas te salía vaho de la boca”, recuerda el vecino. Por sorteo, los habitantes entraban a vivir cuatro años en los barracones y según iban terminándose las nuevas casas iban ocupándolas. El problema es que algunas fases de construcción estuvieron paralizadas varios años. “Se llevaron el dinero y no acababan de terminarse las casas”, explica la presidenta de General Ricardos.

Los últimos barracones se vaciaron en 1999 y ya sólo quedó el solar, donde los primeros años aún se celebraba alguna fiesta vecinal, pero con el tiempo la maleza dio paso a la basura. Hasta el 23 de abril, cuando los vecinos pudieron estrenar la nueva zona verde. Además de servir como espacio de encuentro vecinal, desde el Ayuntamiento confían en que también impulse el pequeño comercio de la zona. “Con la crisis han cerrado muchos negocios de barrio y la apertura de esta plaza puede ser muy positivo para los comercios y los bares cercanos”, señala Gómez.

Las agrupaciones vecinales disfrutan de su triunfo y ya han propuesto a todos los partidos que el nuevo espacio pase a llamarse Parque de las Asociaciones en reconocimiento al trabajo que realizan para mejorar el distrito.

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