Cena de empresa en El Cocinillas
Al final, yo que decía que no iba a cenas de empresa… pues he ido; así es la vida. M. y yo hemos hecho nuestra particular cena de empresa y me he acordado de cómo p. definía sus relaciones de pareja: joint venture. Por más que uno, de forma consciente, se rebele acaba teniendo que lidiar con el legado. Está siempre ahí, latente. Bueno, no me enrollo.
Decidimos, tras varios años pasando delante de “El Cocinillas”, leyendo buenas críticas y recibiendo recomendaciones, ir a hacer nuestra “cena de empresa” a este restaurante. Y resultó, a nivel gastronómico, ser una auténtica cena de empresa en el mal sentido de la expresión.
Ya sabéis que no suelo hacer crónicas malas de los establecimientos. Suelo pasar. Solo he hecho otra antes, a Casa Julio y sus croquetas tipo adoquín, porque tenía tantas buenas reseñas en todas partes que uno de mis artículos no iba a cambiar nada; lo mismo es aplicable a este lugar.
Cada día me preocupa más el hecho de que vamos a los sitios que todo el mundo dice que son buenos y repetimos que son buenos, viajamos, vamos y volvemos, con los mismos tópicos en la maleta (trolley, ahora trolley, ¡qué poco me gustan!), seguimos en redes a la gente que todo el mundo sigue y todo así… ¿No tenemos criterio propio? ¿Para qué, no? Es precioso que te lo den todo ya bien masticado. Precioso, sí.
Bueno, os dejo esta musiquita; para mí este es un charmless restaurant.
https://youtu.be/nM8agr7_TxE
El local, a pesar de tener techos de oficina, los cuales odio profundamente y le aportan un toque de improvisación y dejadez importante a cualquier establecimiento, consigue ser bastante agradable. Luz tenue, cálida, espejos, decoración sencilla, clásica, tonos crema y una bonita alacena al fondo que te hace sentirte como en el salón de casa.
Agua de grifo en jarra, ¡bien por la ecología! Pedimos un vino, que describen como un “clásico con un toque moderno, sensacional”, Emilio Moro 2013 (29,50 €), Ribera del Duero, uva tinto fino. Es un vino agradable, equilibrado, sápido, pero yo no lo calificaría como sensacional.
Nos ponen de aperitivo tostadas con mantequilla con tomate seco (1,75 € x 2 = 3,50 €). Las tostadas normales, la mantequilla, a pesar del tomate seco, resulta insípida; eso sí, está en su punto de temperatura. También ponen pan, chapata, no reciente, industrial.
De primero pedimos flores de calabacín rellenas de ricotta y albahaca frescaricotta (11,50 €). Plato sugerente donde los haya. Me requeteencantan las flores de calabacín así elaboradas, con su sabor medio dulzón y puntito amargo, su fritura delicada, el relleno de ricotta aportando suavidad… Pues no. En este caso venían templadas tirando a frías, la fritura no era delicada a la par que crujiente sino blanda y, al abrirlas, ¡oh sorpresa!: ¡agua blanquecina! Era como el juego de los barcos pero sin gracia porque aquí nunca hundías un barco. La ricotta se había volatilizado y así como las flores no sabían a nada el agua blanquecina sabía a ajo. Venía todo ello acompañado con un pesto ligero y hojas de albahaca fresca (hasta cierto punto).
Para continuar, M. pide corderito asado en salsa de miel y romero con patatas a lo pobre (16,00 €). Dos trozos de cordero deshuesado secañoso con una salsa sospechosamente similar a la que podrían tener unas carrilleras. Es decir, no sabe a miel y romero, aunque lleva un penacho del mismo a modo de decoración. Las patatas a lo pobre bastante pobres, sí.
Yo pido un tajine de pollo con limón confitado y aceitunastajine (12,25 €), pensando en ese maravilloso pollo con limón confitado que puedes disfrutar en Marruecos y otros países del Magreb y que todo son fragancias delicadas, especias, olivas de carne prieta y sabor intenso, cuscús de grano entero y suave… Pues no (again). El cuscús pasado, hervido en lugar de al vapor; una auténtica masacre de trozos de pollo destrozado, piel, huesos, aquello parece una guerra. Y ¡las aceitunas son de órdago!, conozco yo un supermercado alemán (que empieza por l y acaba con la misma letrita) donde las tienen igualitas.
Y, para finalizar, soufflé de chocolate negro con helado de vainilla (5 €). Las fresas no eran patatas, lo cual es un punto a su favor, es decir, sabían un poquito a fresas. El soufflé bien, gracias, pero como el que te puedes encontrar en cualquier tienda de congelados. Y el helado igualmente correcto.
Bueno, como podéis ver, la estética (las apariencias) en cierta medida se cuida, la materia prima y la elaboración no. Yo no recomendaría este sitio a nadie al que le guste comer bien.
Es verdad que en el barrio predomina el término medianillo, pero normalmente los establecimientos ni tienen tan buena fama como este ni tan mala calidad. Este me ha llamado la atención sobremanera.
Posibles motivos para que mi opinión sea tan diferente con respecto a la de la mayoría: las reseñas son de una época en la que había otro cocinero, las opiniones en sitios web las han escrito amigos del/de los dueño/s, los artículos en prensa también los han escrito unos amigos, son malas fechas para salir a cenar fuera, a la gente le ciega una estética más o menos cuidada, nos dicen que está bien 300.000 personas y entonces está bien, la masa no se confunde (de eso vivieron Stalin y Hitler y viven el PP y el PSOE), el cocinero estaba borracho o muerto, yo estaba borracha o muerta, el espíritu de Pitita Ridruejo (o del octavo pasajero) se había apoderado del cocinero, o de mí… a saber.
Ups, se me olvidaba: que el 2016 sea un año guanchis en el que disfrutéis con lo que os gusteguanchis.
P.S. Como podéis ver, los Humberts no aparecieron, creo que son más listos de lo que pensaba. Se olían que no iba a ir bien la cosa.
- El Cocinillas, Calle San Joaquín, 3 - tel. 91 523 29 60. Horario: de martes a jueves de 13.30 a 16.00 y de 21.00 a 24.00, viernes y sábado de 13.30 a 16.00 y cenas: 1er turno de 21.00 a 23.00 y 2º turno de 23.00 a cierre, domingos noche y lunes cerrado. Web: www.restauranteelcocinillas.com y Facebook: www.facebook.com/El-Cocinillas-102654256436336/
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