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Perico Chicote: mucho más que “El barman de las estrellas”

Fachada de Museo Chicote | SOMOS CHUECA

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Este domingo La 2 estrenaba, dentro de “Imprescindibles”, el documental “El barman de las estrellas”, dedicado al mítico coctelero Perico Chicote y su Museo Chicote. Un personaje que, además de agitar cocteleras y codearse con las más altas personalidades, tuvo una interesantísima historia que bien daría para muchas películas.

Dirigido por Eva Vizcarra, este documental analiza la biografía de Chicote y recoge el testimonio de personas que le conocieron, como el periodista Luis del Olmo, Javier Rioyo o el escritor Carlos Abella, así como las de clientes habituales como Álex de la Iglesia, Paco León, Paz Vega, Natalia Verbeke, Cayetana Guillén Cuervo o María Esteve.

No se conforma con contar relatos de glamour y noches locas que se vivieron en Chicote, “agasajo postinero con la crema de la intelectualidad” como cantaba el chotis del mexicano Agustín Lara. En él el espectador conocerá, entre otros detalles biográficos, que el fallecimiento de su padre y dos de sus hermanos cuando él tan solo tenía siete años le obligó a trabajar desde muy joven para poder sacar a la familia adelante.

Primero vendiendo aguardiente de moras y cazalla a los trabajadores del Mercado de los Mostenses antes de ir a la escuela, luego trabajando en la cervecería de fábrica de cerveza de la calle Amaniel y, ya con 11 años,  como repartidor de telegramas de primera clase en Correos, etapa en la que desarrolló parte de su capacidad para las relaciones públicas.

Pero no fue hasta los 16 años cuando Chicote tomó contacto con la coctelería por primera vez. Su trabajo como aprendiz de barman en el hotel Ritz le permitió conocer a importantes figuras de la época como Buñuel o Dalí y desarrollar un estilo propio que ha dejado huella hasta nuestros días, con cócteles como el Negroni, el doble papa o el Cheldelitini, que aún se sirven con mucho éxito en el Ritz.

Del glamur del Ritz a tragos de felicidad en tiempos de guerra

Como todo buen personaje de película, la vida de Chicote da un giro inesperado en su momento vital más dulce al estallar la guerra del Rif, cuando se ve obligado a dejar el lujoso ambiente de Madrid para luchar en primera línea en el frente de Marruecos.

Tras batallar en las trincheras, una vez más el azar se puso de su lado y, gracias al corresponsal de guerra del ABC Gregorio Corrochano, cliente del Ritz, se convirtió en el jefe de las cantinas españolas, aplacando ese ambiente de guerra a base de Dry martinis y otros tragos de felicidad.

A su regreso a España, tenía muy claro que su futuro estaba detrás de una barra agitando la coctelera y, por ello, comenzó a trabajar para diferentes locales de la alta burguesía española de la época como el bar Pidoux.

Su buena fama como coctelero le llevó a convertirse en barman de honor de la Compañía Transmediterránea. Una etapa en la que tomó contacto con el Nueva York de la Ley Seca, donde era posible acceder con gran facilidad a los mejores alcoholes y vinos del mundo.

Los inicios del bar Chicote

Inspirado por ese paso neoyorquino, en 1931 abrió sus puertas el moderno y estiloso Bar Americano Chicote (hoy Museo Chicote), en el número 15 de la actual Gran Vía madrileña, con un diseño firmado por Luis Gutiérrez Soto.

Comenzó entonces la leyenda del Chicote, con su combinación de alcohol y prostitución de lujo, mujeres con las que los hombres de la época podían pasar un buen rato en alguno de los reservados, y donde también se podían conseguir medicamentos del mercado negro y otras cosas de estraperlo.

No cerró sus puertas ni durante la Guerra Civil, convirtiéndose en refugio de corresponsales como Hemingway, que escribió allí las primeras páginas de “Por quién doblan las campanas” (“For Whom the Bell Tolls”, en inglés), y en nido de espías en los años 40.

El 1947 Perico inauguró su Museo de Bebidas, el que da nombre hoy al local, donde exponía la particular colección de botellas que fue adquiriendo por todo el mundo y que años más tarde terminaría en manos de la familia Ruiz-Mateos.

Un escenario de cine

Tal es el atractivo visual del Museo Chicote que muchos cineastas no han dudado en usarlo como localización para algunas de sus películas. En casos como “Los Abrazos Rotos”, de Pedro Almodóvar, se convierte en testigo de una de las escenas más importantes de la historia.

También ha sido un lugar de inspiración para Álex de la Iglesia, que escribió los guiones de sus películas “Acción Mutante” y “El día de la Bestia”. “Pedíamos un daiquiri y con eso tirábamos toda la noche”, confiesa de la Iglesia.

Chicote también fue un lugar clave durante La Movida y continúa siendo a día de hoy un punto de encuentro y referencia de la noche madrileña que ha sabido reinventarse sin perder su esencia.

Más información:

Imprescindibles - Perico Chicote, el barman de las estrellas

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