Corredera Baja de San Pablo: desgastada por el uso
Desde la Plaza de San Ildefonso hasta Luna, la Corredera Baja de San Pablo recoge el testigo de su hermana – la Corredera Alta – como estilete que atraviesa el barrio en sección y recoge de aquí y de allá todas las esencias de Malasaña. Comparte también con ésta el origen del nombre: “ir de corredera” era sinónimo de “ir de romería”, cuando en tiempos éste era el camino de la romería que llevaba a la ermita dedicada a San Pablo, cerca de la calle Fuencarral.
Una calle para comprar...y para ir de San Fermín
Contábamos el otro día, que la Corredera había sido siempre sinónimo de comercio y algarabía, con un paisaje plagado de cajones de venta callejera primero y luego, andando los años, de comercios tradicionales. Tal era la fama de aquel mercado que, existiendo ya el mercado techado de la plaza de San Ildefonso, quiso pasarse a comprar hasta un toro de lidia. Es bien conocida la anécdota (hay una foto muy famosa que adorna muchos bares del centro) del torero Fortuna, que toreó y mató a un toro fugado en la Gran Vía en 1928. Lo que está menos contado es que el toro (y una vaca que le acompañaba) anduvieron un buen rato de paseo por Madrid, pasando por el mercado de San Ildefonso y por la Corredera antes de llegar a su cita con la muerte en Gran Vía. Cuentan las crónicas que “las numerosas compradoras corrían en todas direcciones y ante las reses se abrían enormes claros, donde abundaban las cestas, bolsos de mano y redes repletas de vituallas, que se ofrecían a la voracidad de los dos animales... después de acometer a algunos puestos y tronchar los soportes de los toldos probaron algunos plátanos y gustaron de las excelencias del repollo y de otras hortalizas (...) Una vez saciado su apetito, el toro se dedicó a recorrer la calle de la Corredera desde la que pasó a la Gran Vía.”
Hoy quedan unos cuantos comercios antiguos y otros con restos arqueológicos del comercio tradicional de Madrid, portadas en madera trabajada como las de la moderna tienda Emiika Style o los comestibles Aragón , que llevan vendiendo en el barrio, igual que la cercana jamonería López Pascual, desde 1919. Conviven pues en la Corredera restos de comercio tradicional, locales tristemente vacíos y tiendas de vanguardia.
Una casa con historias
Existe en la Corredera (número 20) una casa que llama la atención
por su escudo de armas y su aspecto vetusto. Se trata de uno de los edificios de viviendas más antiguos de Madrid, del siglo
XVII o XVIII, según distintas opiniones. En ella estrenaron casorio Antonio Machado y Leonor en la casa de la madre del poeta hacia 1909.
Pero para mucha gente el edificio es el de la Taberna La Pepita, un peculiar templo de las alitas de pollo que congregó a lo largo de sus treinta años de existencia a la juventud del barrio, que acudía en busca de un local con precios populares y libre de la contaminación acústica propia de los bares de rock del barrio. La Pepita cerró sus puertas hace un par de años y en el edificio, con un cartel de “próxima rehabilitación”, no se ha movido nada desde entonces.
Un refugio para los pobres...y para la contemplación
Pero los edificios de más importancia de la calle son, sin duda, la Hermandad de El Refugio y aneja la Iglesia de San Antonio de los Alemanes, en la esquina con la calle de la Puebla. Si el primero es ya en sí mismo bastante desconocido y el caminante sólo repara comúnmente en las colas de personas que cada día acuden allí a comer, la pequeña iglesia es sin duda uno de los secretos mejor guardados para los madrileños, cubierta por frescos embriagadores que nadie debería dejar de ver.
La Sala X
Existe en la Corredera otro vestigio de tiempos pasados que tiene que ver más con el diablo que con Dios: el cine X. Las salas X nacieron en 1982, con un país postfranquista dándose un atracón de exuberancia sexual. Su reinado fue en los ochenta, cuando en Madrid llegó a haber hasta quince salas dedicadas al porno. Hoy quedan bastantes menos en toda España. El Cervantes, el de nuestra calle de hoy, subsiste. La sala permanece en la Corredera como una rara avis que a nadie estorba en la curiosa mezcla que es la calle, y sirve de vez en cuando como objeto de reflexión artística a las mentes creativas del barrio.
De artisteo y bohemia
La Corredera Baja siempre ha sido transitada por las capas más creativas y menos potentadas de la sociedad madrileña, muchos de la generación de la Bohemia pasaron por cafés hoy desaparecidos, como el de San Antonio y el de la Concepción. Allí estuvo también el Salón Nacional, inaugurado en 1910 y que después se llamaría Cervantes y, sobre todo, allí sigue estando el Teatro Lara, de finales del XIX.
La foto de las dos Correderas, la que tratáramos la semana pasada y ésta es la de una calle llena de vida, con gente pasando, vendiendo, comprando, en distintas épocas, siempre – seguramente – un tanto desvencijada, como casi todas las cosas que se usan.
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