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Calle Arenal, la obra de Almeida que genera más polémica en Madrid: “Sí que es más feo, pero va a durar”

Zona de la calle Arenal con el pavimento reformado

Diego Casado

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A los madrileños les gusta hablar de urbanismo más de lo que parece. La pasada legislatura llenó muchas horas de conversación el ensanchamiento de aceras en Gran Vía: todo el mundo tenía una opinión sobre la reforma de una de las principales calles de Madrid, se montaron debates y se llenaron muchos minutos de tertulia con el papel de peatones, coches, bicis y transporte público en esta avenida del corazón de Madrid.

Reformada la Gran Vía y a falta de que lleguen las anunciadas obras de la Puerta del Sol (una de las apuestas de Almeida), los madrileños han girado su atención a lo que sucede en la calle Arenal. Desde hace meses, el área de Obras está reformando las calles que rodean el Kilómetro Cero, unos trabajos que han pasado desapercibidos y que han consistido en cambiar los adoquines y las losetas de las zonas peatonalizadas. Hasta que llegaron a Montera y, sobre todo, a Arenal.

Hace unos días, las máquinas de Ferrovial (adjudicataria de la obra por 1,5 millones de euros) asfaltaron la parte central de esta calle que conecta la Puerta del Sol con la plaza de Ópera, después de haber retirado sus desgastadas losetas. El negro del petróleo fue sustituido días después por el ocre de la siguiente capa de pavimentación y hace una semana se volvió gris, gracias al pulido de lo que parecía su acabado final hasta que el jueves se añadió una nueva capa oscura. A la vez que el asfalto, empezaron a vertirse en redes sociales comentarios sobre la nueva “carretera” de Arenal, acusando al Ayuntamiento de acometer una “despeatonalización encubierta” o de desposeer al pavimento de la “monumentalidad” que requiere esta zona de Madrid. “Parece que ha volcado una hormigonera”, ironizaban otros.

De repente, lo que parecía una reforma de una calle cualquiera se convertía en la mayor polémica sobre unas obras cosechada Almeida en lo que va de legislatura. ¿Por qué se estaba arreglando así?

La calle Arenal fue peatonalizada en el año 2008, cuando el entonces alcalde Ruiz Gallardón ideó un eje que conectara el Palacio Real con la calle Fuencarral, a través del que era posible ir caminando sin encontrarse ningún coche. Entonces cuando se creó la trama de baldosas oscuras, granates y grises que tenía hasta ahora. Pero esta actuación dejó un regalo envenenado a los siguientes mandatarios de la ciudad: los camiones de carga y descarga seguirían pasando, y los coches y taxis atravesando las calles contiguas que no habían sido cortadas al tráfico. El resultado: un constante deterioro del pavimento, con losas que se rompían, desprendían y que era necesario arreglar continuamente.

“Lo que se ve ahora no es el aspecto final de la calle, los trabajos no han acabado todavía”, matizan desde el área de Obras del Ayuntamiento de Madrid. “Se ha optado por esta solución para canalizar el paso de los vehículos autorizados, porque el nuevo firme genera menos ruido y también un mantenimiento del pavimento más rápido y barato”, detallan desde este departamento para justificar la reforma. Las mismas fuentes destacan a Somos Madrid que el aspecto final será más parecido al del granito de las secciones laterales de la calle, gracias al microaglomerado con árido granítico de la última capa.

El nivel de ruido que estaba generándose en torno a esta actuación motivó incluso la intervención en redes de la delegada de Obras, Paloma García Romero, que no suele entrar al trapo de los comentarios sobre los trabajos de su área pero que esta vez habló de una “polémica interesada” en torno a la reforma:

Al contrario de los comentarios generalmente negativos de los viandantes, la reforma de Arenal sí que resulta del agrado de los comerciantes, que estaban hartos de las constantes reparaciones de las losetas desde que fueron colocadas hace 13 años.

Los comerciantes, hartos de parcheos

“”A mí me agrada cómo lo han dejado, porque durante los últimos seis o siete años han estado parcheando la calle, de Ópera a Sol y de Sol a Ópera“, comenta Moisés, que regenta uno de los negocios más antiguos de la calle, Calzados Esteve. Abierta desde 1968, su tienda ha conocido muchas reformas y también un Arenal con tráfico rodado. Ahora confía en que esta reforma sea la última en mucho tiempo. ”Cuando hay obras, la clientela huye“, dice con resignación.

“Está bien pensado, porque por aquí pasan camiones”, comenta Miriam desde un estanco a mitad de la calle. Varias señales especifican que la carga y descarga se permite desde medianoche hasta las 11.00, aunque es habitual ver repartos fuera de esas horas. “Hace dos años hubo obras para arreglar la zona y a los tres meses ya estaba todo levantado”, se queja. “Sí que es más feo, pero va a durar”, resume.

“¿Va a seguir siendo peatonal?, porque parece que vaya a dejar de serlo”, nos pregunta María, que atiende al público en The Extreme Collection, una tienda de ropa situada calle abajo. Le transmitimos, para su tranquilidad, el mensaje que nos hizo llegar el Ayuntamiento: “Ni el coche recupera espacio ni el peatón lo pierde porque Montera sigue siendo lo que era”, explicaron desde el área de Obras.

A su lado, su compañero Julio comenta el constante tránsito de obreros frente a su tienda en los últimos años: “Aquí siempre estamos de arreglos, parece la obra del Escorial. Yo creo que esto también se acabará levantando. Cuando entre otro gobierno, hará una nueva reforma”, dice medio en broma, medio en serio.

Lo que más tranquiliza a estos comerciantes es que parece que los trabajos estarán acabados antes de que empiece el mes que viene: “Así estará listo de cara al turismo, porque en esta calle vivimos de esto, es una zona de paso entre los museos y el Palacio Real”, comenta. “Llevamos más de 25 años vendiendo y esperamos seguir otros tantos, después de lo que hemos pasado con esta pandemia”, confía Julio.

Una reforma pensada para las cuatro ruedas

Mientras los comerciantes alaban que se haya pensado en lo inmediato, algunos expertos en ciudades van más allá para criticar la actuación de Arenal. “El foco se ha puesto en facilitar la carga y descarga, que el diseño de la calle resista esta actividad”, comenta Antonio Giraldo, un urbanista que ha dedicado varios hilos de Twitter a esta reforma, el primero de ellos al inicio del asfaltado.

“Muchas calles de Madrid necesitan ser reformadas por el gran tonelaje que soportan, pero en Arenal se ha optado por una solución poco creativa y nada ambiciosa”, comenta en conversación telefónica con este periódico. “Se debería haber utilizado un tipo de pavimento distinto, que invite menos a ir con el coche. Personalmente hubiera elegido otro acabado, de algún pavimento más resistente, con grandes losas de granito. Y hubiera restringido la carga y descarga a determinados vehículos”, añade.

Giraldo critica que en la remodelación no se haya entrado en el foco del problema, el tonelaje que se permite pasar por estas calles, y que se haya centrado en construir una calle que soporte el peso de los camiones en lugar de restringir su paso, organizando el sistema de reparto como el de los centros urbanos de Alemania o Dinamarca, “donde se prueban sistemas nuevos de carga y descarga con vehículos eléctricos más pequeños”, apunta. “Porque la carga y descarga no se puede eliminar”.

Este geógrafo cree que con la reforma se le ha restado la presencia e importancia que tenía Arenal dentro de la trama urbanística del corazón de la capital, como una de sus calles principales, con mucho tráfico humano. “En calles más estrechas como las de Malasaña puede funcionar mejor una solución así o de asfalto impreso”, como se ha hecho en Barco o San Andrés recientemente. “Aunque eso no soluciona el efecto de isla de calor que genera este material en el centro”, añade. Allí se han eliminado también su adoquinado para mejorar la conservación de la vía. “Los adoquines de toda la vida eran muy resistentes, pero se empezaron a retirar porque a los coches les sentaban muy mal, comenta Giraldo. ”Todo tiene pros y contras, hay que buscar un equilibrio“, añade.

Hay en Arenal, sin embargo, un punto en el que coinciden las alabanzas de urbanistas, viandantes y comerciantes: las nuevas farolas de pie, de estilo clásico, que han sido instaladas para sustituir a las colocadas en las fachas. Su nueva posición, por debajo de las ramas de los árboles, dará más luz por la noche. Es el único consenso que ha conseguido arrancar la que es, hasta ahora, la obra de Almeida que ha generado mayor polémica en Madrid.

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