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Sobre este blog

La Meseta es un nuevo blog en el que Castilla y León se abre a la red, sin cortapisas, sin presiones y con un único objetivo: informar, contar, relatar. Informar lo que ocurre esta Comunidad Autónoma sin que nadie imponga sus criterios. Contar lo que habitualmente no se encuentra ni en la Red ni en papel. Relatar opiniones de los que tengan algo de qué opinar. Todo ello pensado para una tierra mesetaria, en la que apenas hay sobresaltos, y con la pretensión de aportar un grano de arena para el avance intelectual y material de esta región.

Las comarcas existen, aunque la Junta de Castilla y León no quiera y lo niegue

Valentín Cabero. Catedrático Geografía. Universidad de Salamanca

Resulta que en el Anteproyecto de Ley de Ordenación, Servicios y Gobierno del Territorio de la Comunidad de Castilla y León presentado a finales de diciembre en el mausoleo de las Cortes de Castilla y León no aparece por ninguna parte la palabra comarca, salvo para referirse inexcusablemente y de pasada al Bierzo. Para la Junta, al parecer, se ha convertido en un vocablo maldito, pues no quieren siquiera mencionarlo, ni mucho menos incluirlo en un documento que consideran fundamental para la gobernanza (¡vaya, saltó otra palabra de moda!) y para el futuro de la región. ¡Qué paradoja y contradicción la de nuestra vida política y la de nuestros gobernantes, enmascarando la realidad que nos rodea y olvidando intencionadamente lo que el propio Estatuto de Autonomía recoge como hecho integrador y como referencia posible en la agrupación de municipios: la comarca! De hecho tenemos una comarca reconocida oficial y administrativamente por las Cortes de Castilla y León en 1991: El Bierzo. Tras cumplir a regañadientes aquella promesa electoral, el Gobierno Regional, con mayoría absoluta del Partido Popular desde entonces, no ha querido saber nada de las comarcas. Ahí sigue nuestra querida hoya berciana con su Consejo Comarcal que a trancas y barrancas intenta afrontar con cierto voluntarismo y entusiasmo los problemas y la defensa del patrimonio cultural en ese fértil hondón rodeado de viejas montañas y regado por el río Sil; bien sabemos que el Consejo Comarcal se ha tenido que manejar con un equilibrio difícil entre el clientelismo de la Diputación de León, la desconfianza de Valladolid y la presencia urbana y dominante de Ponferrada.

¿Por qué no pronuncian ni escriben una palabra tan expresiva y elocuente como es la de comarca? Creo que el silencio responde y obedece a una actitud política poco amable y amigable con los territorios que las definen y con las gentes que en ellos viven. Asimismo, interpreto que al no citarlas nuestros gobernantes se alejan mental y socialmente de las verdaderas necesidades e inquietudes de sus pueblos y habitantes; no les concierne, y no se sienten vinculados a su vidas ni responsables de sus problemas; solamente se sienten unidos al poder regional y a sus intereses capitalinos. Recuerdo, en especial a nuestros procuradores regionales, que la palabra comarca (cum-marca) nos remite en sus raíces lingüísticas a un marco territorial común y a una convivencia humana dentro de unos parámetros culturales y sociales también análogos. De ahí que podamos entender y explicar con gran empatía la textura y diversidad que configura nuestra región. Naturalmente nos enfrentamos aquí a comarcas rotas y arruinadas como las mineras, a comarcas vacías y despobladas como las fronterizas, a comarcas desarticuladas y sin verdadera trama urbana como muchos bordes y áreas montañosas, en fin, a comarcas nítidamente agrícolas y con relaciones humanas cada vez más débiles y difusas. Se necesitan, en verdad, agallas políticas, sensibilidad social y solidaridad territorial para enfrentarse a estas circunstancias regionales que traban el pasado inmediato con un presente cargado de incertidumbres y dificultades. Los pasos que se están dando en este sentido son, a mí entender, torpes y además maliciosos.

Para liquidar definitivamente su pervivencia, solamente nos faltaba borrar de una vez sus nombres y olvidar sus hermosos topónimos. Con arrogancia tecnocrática y artificio burocrático se nos quiere convencer de la inexistencia de esta rica diversidad y de su innecesaria denominación para enfrentarnos con “eficiencia” a la ordenación del territorio regional. Primero se nos quiso engañar con los Distritos de Interés Comunitario, y ahora en la versión depositada en la Cortes de Castilla y León se invita a los municipios a agruparse en Mancomunidades de Interés General. Detrás de este léxico plano y burocrático y de vocablos carentes de afecto, descubrimos un tipo de comportamiento y de diálogo político con el territorio que bien podríamos calificar de distante, fingido, engañoso y como mucho formalista; muy lejos, por tanto, lejísimos, de la topofilia que encierran los topónimos comarcales y, aún peor, indiferente a las necesidades o carencias de sus habitantes.

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