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De Palermo a Murcia, viaje de un repatriado: “Si en el barco alguien tenía coronavirus, lo tenemos todos”

Dos españoles repatriados montados en el ferrry que los lleva desde Civitavecchia a Barcelona

Olaya López Munuera

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La crisis del coronavirus ha impactado bruscamente en nuestras vidas, modificando la trayectoria de nuestro futuro más próximo, cambiando nuestros planes y rutinas. Sobre todo, para quienes estaban fuera de España cuando estalló la pandemia. La restricción de movimientos y el cierre del tráfico aéreo ha provocado que muchas personas queden atrapadas a la espera de atención consular para volver a España.

Es el caso de Jorge, un murciano de 25 años graduado en Derecho por la Universidad de Murcia que se encontraba en Italia haciendo un voluntariado europeo en una guardería para menores en situación de riesgo: hijos de refugiados, inmigrantes e italianos sin recursos, cuando le sorprendió la pandemia.

En cuestión de semanas cerró el centro donde trabajaba, se prohibieron los vuelos entre España e Italia y se vio confinado en Palermo hasta que, el martes 24 de marzo, el Ministerio de Exteriores programó un ferry Civitavecchia-Barcelona para repatriar a los españoles atrapados en Italia, que acumula más de 10.000 fallecidos.

Ya junto a la familia, desde la cuarentena en su casa de Murcia, nos cuenta los detalles su Odisea.

¿Cómo fue el viaje?

Una locura. Yo estaba en Palermo y tuve que hacer un viaje de tres días para llegar a Murcia. Salí el martes 24 por la mañana y llegué a mi casa el jueves 26 por la noche.

¿Qué trayecto realizaste?

Primero cogí un avión para irme de Palermo a Roma. Para llegar al aeropuerto intenté coger un autobús, pero no existía: así que tuve que ir en tren. Luego, en Roma, tuve que comprar otros dos trenes para llegar a Civitavecchia, el puerto desde donde salía el barco: la Policía italiana no nos dejó coger el primero porque no nos querían aceptar los documentos que llevábamos. Yo tenía un papel donde explicaba que estaba haciendo un viaje de urgencia, pero se lo quedó la Policía de Palermo, y la de Roma no me dejó montar hasta que lo volví a firmar.

¿El consulado te dio algún papel que acreditase la repatriación?

Sí, yo firmé un documento de repatriación donde explicaba que iba a coger el barco, que iba a estar 14 días de cuarentena y que no tenía síntomas. Pero como era un documento español a las autoridades italianas les daba igual. Yo creo que no estaban informadas de que los españoles estábamos haciendo un viaje para volver a nuestro país.

Y cuándo llegaste al puerto de Civitavecchia, ¿Qué pasó?

La gente del pueblo se alteró mucho: vieron que éramos todos turistas, españoles, y llamaron a la Policía. Entonces, nos organizaron en grupos para evitar aglomeraciones: unos embarcaron a las seis, otros a las siete, y así hasta las 10.

Eso fue una vergüenza, porque hacía muchísimo frío y hubo gente mayor que estuvo esperando cinco horas en la calle, al lado del puerto, para embarcar. Además la gente se quejaba porque, si dábamos fiebre no nos dejaban subir. Teníamos miedo de coger un resfriado, no el coronavirus.

¿Cuáles fueron las medidas de seguridad?

Pues, nos pedían que guardáramos un metro de distancia en la fila. Pero antes nos habían montado a todos juntos en un autobús lanzadera para llegar del pueblo de Civitavecchia al puerto.

Y antes de llegar al barco nos hacían control de temperatura, pero eso fue una mierda: hubo gente que dio 32º por el frío que hacía.

¿Tú cuánto diste?

Yo estaba muy nervioso, así que cuando me dejaron pasar ni pregunté cuánta temperatura tenía. Osea, es que te la jugabas entera. Yo pensaba: si ahora doy fiebre ¿qué hago con mi vida? Recuerdo beber agua fría antes de embarcar para bajar la temperatura. 

Y en el barco, ¿cómo era la seguridad?

Las medidas de seguridad fueron bastante malas. Parecía un barco normal y corriente: el camarero no llevaba ni mascarilla ni guantes. Yo pensaba que iban a tener más control, que íbamos a encerrarnos en los camarotes, pero la gente cuando subió se fue a la cafetería a tomar una cerveza.

Habiendo personas de toda Italia, del norte y del sur, si alguien tenía el coronavirus lo tenemos todos.

¿Os dieron mascarillas o guantes?

No, no nos dieron absolutamente nada. Yo sí llevaba de casa, y había gente que llevaba la mascarilla pequeña del avión. Pero en el barco no nos dieron nada.

¿Y había desinfectante?

Que va, que va. Tampoco.

¿Cuántos erais en el barco?

Éramos 200 personas, todas españolas. Erasmus y algunas personas mayores.

¿Y cómo fue tu relación con el resto de pasajeros?

Eso genial, la verdad que aquello parecía el limbo del coronavirus. A mí hasta se me olvidó todo porque ibas por el pasillo y la gente te sonreía, que después de tres días escapando de una pandemia se agradece.

Yo no sé si es porque éramos españoles o porque estábamos todos en una situación complicada, pero había muy buen rollo. Además, la embajada me dio el número de un chico y una chica que viajaba también de Palermo, y lo típico: oía a gente hablar de Murcia y hablaba con ellos, les preguntaba que cómo coño se volvían a casa.

¿Cuántas personas había de Murcia?

Unas diez o doce personas.

¿Cómo fue la atención de la embajada?

Durante el viaje muy bien: me llamaron para preguntar qué tal el viaje y para asegurarse de que embarcaba. También me dijeron que sabían que las autoridades italianas estaban poniendo muchos problemas. Que si no nos dejaban pasar o algo que avisara y que ellos hablaban con la Policía. La verdad es que me llamaron más veces que mi padre.

¿Qué trámites hiciste para volver?

La semana anterior, cuando la cosa empezó a ponerse chunga, llamé y después de 25 minutos de espera me dijeron que mandara un correo al consulado con mis datos. Me respondieron que de momento no había manera de volver y un día antes de que saliera el barco me avisaron por correo.

Tú estabas en Palermo haciendo un voluntariado europeo. Antes de hablar con la embajada ¿te pusiste en contacto con la organización con la que hacías el programa?

Sí, me puse en contacto con mi organización de España, Asociación Juvenil Intercambia, y no me han contestado todavía. Se supone que a ellos les pagan para ayudarte si tienes algún problema, para darte la formación previa al voluntariado, etc.

A los demás voluntarios, que estaban allí con otras organizaciones, directamente les compraron el billete a España. Pero la mía ha pasado “un poco” de mí. 

En total, ¿cuánto te ha costado la repatriación?

320 euros: un autobús que no existía, cuatro trenes: uno al aeropuerto de Palermo; dos a Civitavecchia, uno de Barcelona a Alicante; un taxi en Barcelona, el avión a Roma y el ferry a España.

¿Te han ofrecido algún tipo de ayuda económica?

No. Yo porque pude pagarlo, pero si no tienes dinero ¿cómo te vuelves? Yo pensaba que el barco era gratis, pero no, no.

¿Cómo fue la llegada a Barcelona?

Llegamos el miércoles por la noche al puerto de Barcelona y para sacar las maletas estábamos las 200 personas sin que nadie controlara que guardábamos el metro de distancia. No nos controlaron la temperatura ni nada. Y la Guardia Civil estaba allí, pero solo nos dieron un papel viejo con instrucciones de antes del estado de alarma.

¿Cómo llegaste a Murcia?

Nos tuvimos que buscar la vida. Primero intentamos coger un autobús que salía a las siete de la mañana de Barcelona, pero lo cancelaron.

Pensábamos dormir en la Estación de Trenes de Barcelona porque los hoteles y los hostales estaban cerrados, pero nos dijeron que la estación también. Así que, al final, compartimos un Airbnb que había alquilado un chico, y al día siguiente por la mañana cogí el tren de Barcelona a Alicante. Y allí ya vino mi padre a por mí.

¿Os paró la Policía en el coche?

No. Yo para volver a Murcia me puse en la parte de atrás a la derecha con la mascarilla todo el camino por si nos paraban. Pero no, no nos paró nadie. También llevaba todos los papeles de la repatriación, los billetes y todo para justificar que no tenía otro medio de transporte.

¿En qué momento decidiste volver a Murcia?

Yo al principio no quería volver, porque en Sicilia se podía salir a correr y a dar un paseo. Pero a partir del lunes llegó el Ejército, los militares y ya lo prohibieron absolutamente todo. Solo se podía salir a hacer la compra.

Todos los voluntarios se volvieron también. Así que decidí que prefería volver a estar con la familia, porque si perdía el barco no sabía cuánto tiempo iba a tener que quedarme allí solo. Además, mi madre sí estaba muy preocupada. La pobre no podía ni dormir la siesta.

¿Qué diferencias ves entre la reacción al coronavirus en España y en Italia?

Cuando pasé por Barcelona me sorprendió que había muy poca gente en la calle, solo paseando a los perros. En Italia sí que había más gente afuera, pero todo el mundo llevaba mascarilla o bufanda.

Yo creo que en España hay más conciencia social de quedarse en casa. En el barrio donde vivía, en Palermo, la gente se lo tomaba un poco a cachondeo: por ejemplo, un día se pegaron en frente de mi casa en plena cuarentena. Es otra cultura.

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