'Leer el presente' es un espacio que dedicamos a libros desde eldiario.es/murcia. Del mundo a la página y viceversa. Coordina José Daniel Espejo.
Crónicas desde el fin de la fiesta
He leído este poemario como quien asiste al diario de una muchacha que bien podría ser yo misma, si la vida me hubiera concedido un poco más de belleza a tiempo, un poco más de modernidad entonces: “Ya pasé demasiados inviernos/ de cable y comida china”.
Como todos los diarios tiene aires de conversaciones entre amigos (y a veces las reproduce: “–Son las cuatro y media/ cualquier boliche va a estar/ en su mejor momento/ –Y nosotros también”), tiene urgencia por dejar escrito el dolor momentáneo de unas cuantas separaciones amorosas, y por narrar casi a tiempo real los viajes, las fiestas (sobre todo los finales de esas fiestas), las resacas y la vida paralela que hoy en día tenemos todas en las redes sociales.
Afortunadamente, la poesía de Valentina no se queda en la foto fija de la vida diaria, sino que reflexiona sobre sus actos y peripecias, en una suerte de nueva “sentimentalidad” que se erige (por fin) libre de toda pretensión de verdad o continuidad, asumiendo que las relaciones amorosas son episodios, y que no responden a ninguna necesidad metafísica. Además, la poeta pone todo en contexto, ya sea con el relato de su vida de mujer de clase media en la Argentina actual (“estoy yendo en taxi”), ya sea con la denuncia de las penosas condiciones en que muchas hermanas nuestras abortan allí (Recurso de desamparo). El poemario empieza con textos llenos de chats en facebook, de fotos en instagram, de likes que dan comienzo a relaciones digitales. A la mitad predominan la narración de vida cotidiana y, por último, termina con poemas inéditos en los que la autora se cuestiona, se demanda sobre su propia actitud.
El lenguaje es moderno, conversacional, rápido, sarcástico. No se ahorra la autora ninguna crítica hacia sí misma, ninguna crítica hacia su tiempo: “comprábamos/ merca, teníamos plata para eso/ pero no para otros proyectos” es la fría conclusión acerca de una juventud que podría verse retratada en cualquier parte.
Y es que el principal acierto de este libro es el retrato del instante. Debería ser lanzado al espacio, para explicación nuestra a los extraterrestres que nos miran, debería ser estudiado como documento como fecha y datación de una forma de vida: “queríamos aborto legal/ pero más queríamos/ amor seguro y estábamos tan lejos,/ había tanta gente, y tanto ruido/ entre nosotras y la felicidad”. Con este párrafo delicado, fresco y nada complaciente, certifica Valentina Varas la elegía de su juventud. No es una resaca es un fin de fiesta, algo mucho más complicado.
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