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OPINIÓN | 'Pesimismo y capitalismo', por Enric González
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'Leer el presente' es un espacio que dedicamos a libros desde eldiario.es/murcia. Del mundo a la página y viceversa. Coordina José Daniel Espejo.

'I was made for loving you, baby'

Manifestación en Madrid con motivo del Día Internacional de la Mujer el 8 de marzo / Gaelx

María Sánchez-Saorín

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Un profesor nos dijo un día en la universidad: «el amor es un invento del capitalismo», y todos se llevaron las manos a la cabeza; ¿también era culpa del capitalismo que nos enamorásemos? Entonces, no podía ser tan malo… Creo que pensaron algunos. Tal fue el revuelo que armó dicha afirmación, que hubo que matizar: obviamente, el amor entendido como sentimiento entre humanos que lleva a la reproducción de la especie existía desde mucho antes que el capitalismo, pero fue con el trabajo asalariado cuando el individuo se apartó de los matrimonios concertados que imponían las familias y pasó a escoger pareja. De una forma u otra, la pasión amorosa, con todo lo que desencadena, lleva siendo tópico en el arte desde tiempos casi inmemorables; en literatura, pienso que no culminó del todo hasta esta sentencia de Garcilaso: «Yo no nací sino para quereros». En este Soneto V del poeta, toda una ideología queda impresa en el papel, un pensamiento idealista que hoy creemos superado, ¿pero existen reminiscencias de este en nuestra sociedad? ¿Dejamos huella de él en la producción artística actual?

Últimamente se habla mucho de «toxicidad» y «amor romántico», que en las relaciones genera dependencia emocional, celos e incluso violencia, a lo que tradicionalmente se le ha restado gravedad haciendo uso del término «crimen pasional» —esto ya da cuenta de la idealización del amor que sufrimos—. Esta violencia, claro está, se dirige contra la mujer, y se suma una segunda dependencia, la económica. Contra este tipo de relaciones ha reaccionado la creación literaria, en forma de protesta o crítica, pero mientras voces femeninas del siglo XX comenzaron a querer darle la vuelta al tópico amoroso, en las producciones de masas musicales encontrábamos letras como «I was made for loving you, baby», del grupo Kiss. Efectivamente, es una cita idéntica a la de Garcilaso. La gente escuchaba y disfrutaba, no solo con el ritmo, sino con el contenido. Se sigue cantando esta canción hoy, suena en alguna cadena de radio y se utiliza para la publicidad; que este tipo de mensajes continúen teniendo éxito, revela mucho de nuestra concepción de amor y sexualidad. Que sí, que la canción es muy pegadiza y motiva mucho, pero, joder, es que I was made for loving you, baby, y quiero que lo sepas y follemos, o pasemos toda la vida juntos, o yo qué sé, pero algo juntos y solos, en exclusividad el uno para el otro, somos almas gemelas. «Almas gemelas», otro concepto muy idealista y que funciona.

Sin embargo, tal vez debamos acercarnos al punto de vista no tan presente en la tradición y que adelantaba antes, el femenino, porque siempre ha estado apagado por la idealización, que no le ha dejado otro lugar que el de ser objeto, y no sujeto. Dulce María Loynaz, poeta cubana del siglo XX, parece contestar con el siguiente poema:

Si me quieres, quiéreme entera,

no por zonas de luz o sombra…

si me quieres, quiéreme negra

y blanca. Y gris, y verde, y rubia,

quiéreme día, quiéreme noche…

¡Y madrugada en la ventana abierta!

Si me quieres, no me recortes:

¡quiéreme toda… o no me quieras!

Por otro lado, Claribel Alegría quita todo romanticismo a la historia de Penélope y Ulises, rechazando un clásico final feliz que es irrealizable en la materialidad:

Mi querido Odiseo:

Ya no es posible más

esposo mío

que el tiempo pase y vuele

y no te cuente yo

de mi vida en Ítaca.

Hace ya muchos años

que te fuiste

tu ausencia nos pesó

a tu hijo

y a mí.

Empezaron a cercarme

pretendientes

eran tantos

tan tenaces sus requiebros

que apiadándose un dios

de mi congoja

me aconsejó tejer

una tela sutil

interminable

que te sirviera a ti

como sudario.

Si llegaba a concluirla

tendría yo sin mora

que elegir un esposo.

Me cautivó la idea

que al levantarse el sol

me ponía a tejer

y destejía por la noche.

Así pasé tres años

pero ahora, Odiseo,

mi corazón suspira por un joven

tan bello como tú cuando eras mozo

tan hábil con el arco

y con la lanza.

Nuestra casa está en ruinas

y necesito un hombre

que la sepa regir

Telémaco es un niño todavía

y tu padre un anciano

preferible, Odiseo

que no vuelvas

los hombres son más débiles

no soportan la afrenta.

De mi amor hacia ti

no queda ni un rescoldo

Telémaco está bien

ni siquiera pregunta por su padre

es mejor para ti

que te demos por muerto.

Sé por los forasteros

de Calipso

y de Circe

aprovecha Odiseo

si eliges a Calipso

recuperarás la juventud

si es Circe la elegida

serás entre sus chanchos

el supremo.

Espero que esta carta

no te ofenda

no invoques a los dioses

será en vano

recuerda a Menelao

con Helena

por esa guerra loca

han perdido la vida

nuestros mejores hombres

y estás tú donde estás.

No vuelvas, Odiseo

te suplico.

Tu discreta Penélope

Por no hablar de este magnífico poema de Ángeles Mora, que rompe con la ilusión de un príncipe azul que, como todos, ha pretendido ser un salvador, pero le ha salido el tiro por la culata, porque esta nueva mujer, que habla y todo, no necesita el amor de un hombre para estar completa, no existe «media naranja»:

Cuando llegó el príncipe azul

era tan azul, tan azul

que caía sobre mi rojo apagándolo.

No conviene mezclar en la colada

ropas que puedan desteñir, me dije.

Antes de despedirlo

tuvimos que lavarnos

por separado.

Lo cierto es que, a pesar de que muchas poetisas continúan en nuestros días rompiendo con una vieja tendencia que pareció perpetuar el Romanticismo, no tenemos que rascar mucho para encontrar mitificaciones del dolor y la pasión amorosa en la poesía del siglo XXI. No pondré ejemplos, demasiado espacio tienen ya; querer que estos se diluyan en el tiempo significa querer antes quebrar con la estructura socio-económica que los genera.

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