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Murcia y aparte es un blog de opinión y análisis sobre la Región de Murcia, un espacio de reflexión sobre Murcia y desde Murcia que se integra en la edición regional de eldiario.es.

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El caso único de la derecha española

El canciller alemán, Olaf Scholz, junto a su antecesora en el cargo, Angela Merkel, durante su ceremonia de investidura en el cargo, este miércoles en Berlín. EFE/CLEMENS BILAN

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Durante la sesión de investidura del nuevo canciller alemán, Olaf Scholz, se produjo un hecho más que significativo: tras las palabras de despedida ofrecidas por Angela Merkel, el Bundestag le brindó un sincero y prolongado aplauso, que fue secundado por los representantes de todas las fuerzas políticas, excepto por los de la extrema derecha. Este boicot escenificado por la bancada ultra ponía de manifiesto un aspecto que no puede pasar desapercibido: en Alemania –y, por extensión, en cualquier democracia madura-, el enemigo principal y natural de la extrema derecha es la derecha liberal y centrada. Merkel no ha titubeado, durante sus años de gobierno, en marcar distancias con respecto a las nuevas formas de fascismo y en liderar la creación un cordón sanitario que minimizara su impacto en las instituciones. Sus reiteradas condenas de la xenofobia y de cualquier forma de nacionalismo supremacista le ha valido el desprecio de los despreciadores. La ultraderecha siempre ha visto en Merkel un dique de contención contra sus ansias de crecimiento y la propagación de un peligroso sentimiento de nostalgia por el pasado nazi de Alemania. El 'caso Merkel' constituye un meridiano ejemplo de cómo es posible articular una propuesta política conservadora con una clara línea roja: cualquier atisbo de deriva o flirteo con la extrema derecha. Merkel ha entendido perfectamente que la derecha alemana no debe nada al pasado totalitario y genocida de este país, y que la suya era una opción completamente democrática que no tenía nada que pescar en el caladero de votos del neonazismo.

Ya sabemos que, en muchos aspectos, la realidad política de España nada tiene que ver con la de Alemania. Y, sin ninguna duda, una de las diferencias más evidentes existentes entre ambos contextos es la relativa al comportamiento que la derecha demuestra con la ultraderecha. Frente al modelo alemán, Pablo Casado y la nueva hornada de dirigentes del PP vienen considerando a Vox no como el antagonista al cual hay que combatir con todos los argumentos de la moderación y el “centrismo”, sino como un aliado natural, sin el cual la aritmética parlamentaria sería imposible a la hora de asegurar el poder en diversas comunidades autónomas y ayuntamientos. Lejos de encabezar un supuesto cordón sanitario contra Vox, el actual PP se ha dejado modelar por la ideología machista, xenófoba y nacionalcatólica de la ultraderecha con tal de preservar determinados nichos de poder. Nadie se imagina a Merkel acudiendo “por error” a un homenaje a Hitler. Sin embargo, nadie en el PP ha elevado la voz para siquiera afearle a Casado que comprometiera la ética democrática de este partido al asistir a una misa en memoria del dictador Franco. Cualquier opción que no sea la de condenar enfáticamente la dictadura supone un blanqueamiento de todos los principios antidemocráticos que esta representaba. Mucho me temo que si Casado logra ser, alguna vez, Presidente del Gobierno, la bancada de Vox no solamente no permanecerá en silencio, sino que le aplaudirá hasta hacerse sangre con las manos. Y así será, entre otras cosas, porque, en el caso de Casado llegue a la Moncloa, lo hará por obra y gracia de Vox y con una mochila con olor a naftalina a sus espaldas.

Si reducimos la escala del análisis a la Región de Murcia, el contraste con el 'paradigma Merkel' adquirirá tintes todavía más dramáticos. El Gobierno Regional se mueve al son que le marca Liarte –el tránsfuga de Vox y “ultraderechista libre”-, cuya ideología negacionista ha llevado al Ejecutivo de Miras a cambiar su decisión respecto a la obligatoriedad de presentar el pasaporte Covid en bares y restaurantes. Y qué decir sobre el hecho inaudito en Europa de que una consejera contraria al matrimonio homosexual, antivacunas, y defensora acérrima del “veto parental” ocupe una cartera como la de Educación y Cultura. Que este tipo de críticas se hagan desde la izquierda es algo que Casado y su guardia pretoriana tiene más que normalizado. De ahí que la única solución sea una revuelta interna, integrada por todos aquellos militantes y simpatizantes del PP que contemplan con estupor la deriva extremista de un partido que ya hace tiempo abandonó el centro. Muchos de ellos sienten que este PP no les representa. Y si es así, su reacción no puede hacerse esperar más. El PP se parece tanto a Vox en la actualidad que ha terminado por convertirse en un partido fatalmente imprevisible.    

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