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Murcia y aparte es un blog de opinión y análisis sobre la Región de Murcia, un espacio de reflexión sobre Murcia y desde Murcia que se integra en la edición regional de eldiario.es.

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La distopía ha llegado

China da por superado el pico de transmisiones de COVID-19 en el país

Federico García Charton

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En 1995, una película, no muy buena, la verdad, protagonizada por Dustin Hoffman y René Russo, 'Estallido' es su título en español, planteaba una epidemia provocada por un virus que se extendía por todo Estados Unidos (son cientos las cintas “made in Hollywood” en las que las desgracias se ceban en el país norteamericano, desde catástrofes climáticas, ataques alienígenas o enfermedades). En la ficción, el virus provenía de Africa y era transmitido por un mono, aunque con el error garrafal de situar a un mono americano en la selva africana, aunque eso no cambiaba demasiado el argumento, e infectaba en cuestión de días a millones de norteamericanos, hasta el punto de que el ejército debía tomar las riendas del asunto. Veinticinco años después, esa distopía se ha cumplido, sustituyéndose al mono por un pangolín (supuesto origen del virus), a África por China, al virus de la influenza por el coronavirus y al lugar del contagio, EEUU, por todo el planeta.

Esta pandemia, así definida por la OMS el pasado día 11 de marzo, está provocando la mayor respuesta global ante la infección de toda la historia por parte de los gobiernos, dándose la circunstancia de que este virus está afectando sobre todo a los países del hemisferio norte, alrededor del paralelo 40, donde aún es invierno, siendo anecdóticos los casos diagnosticados en Africa. En el momento de escribir este artículo, España ocupa el sexto puesto en cuanto al número de afectados, por detrás de China, Italia, Irán, Corea del Sur y EE.UU. (aunque esto puede variar día a día), casi todos en el top de niveles de renta per capita.

Esta situación me mueve a plantear varias reflexiones. Por un lado, se desmonta la teoría que suele esgrimir la ultraderecha de que los países africanos, a través de la inmigración, son una fuente de enfermedades. El llamado 'primer mundo' ha demostrado ser un vector de transmisión del virus, independientemente del nivel económico del que hacemos gala. África, incluso, tiene más experiencia que Europa o Estados Unidos en tratar epidemias, tras las de ébola o del cólera sufridas recientemente.

El pasado día 10, el secretario de la ONU, Antonio Guterres, en la presentación del balance oficial del clima en 2019, afirmó que “el coronavirus es una enfermedad que esperamos que sea temporal, con impactos temporales, pero el cambio climático ha estado allí por muchos años y se mantendrá por muchas décadas, y requiere de acción continua”.

Por el hecho de que la crisis del COVID-19 tiene su principal repercusión en Europa, China, Irán y Corea del Sur, tendemos a olvidar que África y Sudamérica sufren diariamente de graves problemas de salud, muchos de ellos relacionados con el cambio climático. Enfermedades como el dengue afectaron el año pasado a casi tres millones de personas en América del Sur, matando a 1.250 personas. En los tres meses de agosto a octubre, el 85% de los casos fueron reportados en Brasil, Filipinas, México, Nicaragua, Tailandia, Malasia y Colombia. A finales de 2019, se estima que aproximadamente 22,2 millones de personas en el Cuerno de África padecieron de un elevado nivel de carestía de alimentos. Otro tanto ocurre en América del Sur, donde cientos de miles de familias en Honduras, Guatemala y El Salvador se ven afectados por la falta de alimentos y agua potable debido a la perdida de cosechas. La ONU ha llegado a decir que “el cambio climático es más mortal que el coronavirus”.

La parte positiva de esta crisis sanitaria (si es que se puede pensar esto) es que se está demostrando que, en situaciones límite, los gobiernos son capaces de habilitar medidas excepcionales que afectan al día a día, aplicando medidas como el teletrabajo, la enseñanza virtual a distancia y la limitación de desplazamientos, medidas que, en circunstancias normales, serían impensables de aplicar. Esto puede suponer un experimento para afrontar otras crisis, como la emergencia climática, situación en la que, a buen seguro, será necesario implementar medidas extraordinarias para evitar el colapso del sistema. El resultado de estas medidas nos puede dar pistas de si seremos capaces de enfrentarnos a nuevas realidades que estamos ya atravesando, aunque no ocurran en la puerta de nuestra casa.

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