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Qué hay que hacer para recibir la vacuna

Personal médico en el centro de vacunación de la Catedral de Salisbury

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Esta semana el Departamento de Salud de Reino Unido hizo un llamamiento a todas las personas mayores de 70 años: si no han recibido ninguna comunicación del sistema público para vacunarse, deben llamar a su centro de salud o a un teléfono específico. Todos los mayores de esa edad, los residentes en centros de ancianos, los sanitarios en primera línea y los más vulnerables tienen que haber recibido ya al menos su primera dosis de la vacuna, pero el Gobierno quiere asegurarse de que no se le ha pasado nadie por falta de información o por otro tipo de error.

El sistema, predecible, fácil de entender y comunicado constantemente, está claro desde diciembre: las personas a las que les toca la vacunación, ordenadas principalmente por un criterio de edad, reciben una carta (y un email si se han registrado así) con un código para poder reservar su cita. Se puede hacer online y hay un teléfono de atención en caso de problemas. Todos los grupos hasta 50 años están definidos desde hace meses y tienen una orientación clara de cuándo les tocará, con compromisos del Gobierno en lo referente a fechas. Así se llega al objetivo del próximo lunes de haber ofrecido al menos una dosis de la vacuna a todos los sanitarios, los mayores de 70 años y los más vulnerables con enfermedades subyacentes. Más de 13 millones de personas (el 20% de la población) han recibido al menos la primera dosis, como se puede ver en la web oficial con los datos del coronavirus, que es también otro ejemplo de comunicación transparente. 

La información constante, clara y práctica es una clave esencial del éxito de la vacunación en Reino Unido. La tranquilidad de saber más o menos cuando te toca, qué puedes esperar y qué tienes que hacer es esencial para reforzar la confianza en las autoridades sanitarias y el proceso de vacunación. 

En España, por mucho que nos esforzamos los periodistas en buscar respuestas a las preguntas de los ciudadanos, sigue sin estar disponible o fácilmente accesible la información más básica y más práctica, incluso sobre los grupos que ya se deberían estar vacunando. En este limbo que estamos sufriendo desde que empezó la pandemia en que las competencias son de las comunidades y hay planes nacionales aunque no demasiado detallados, la información es una de las víctimas. Webs complicadas, con información técnica en PDF, a veces mezcla de propaganda política y pocas respuestas sobre lo más básico no son simplemente una anécdota: son una barrera que dinamita la confianza en las políticas sanitarias, discrimina a quienes tienen menos recursos y genera una inquietud constante. La respuesta de que hay que esperar para tener una respuesta es mejor que no tener ninguna.

La información pública es uno de los componentes esenciales de cualquier democracia siempre, pero en las crisis como la que vivimos desde hace un año se revela como uno de factores clave para la salud pública. 

Ya han hecho mucho daño la falta de insistencia en la información esencial sobre cómo se contagia el virus -sobre todo por el aire, y por ello abra la ventana, no se quite la mascarilla, su obsesión debe ser la ventilación-, el buen uso de las mascarillas -no vale cualquier cosa, el ajuste es la clave- e incluso la eficacia de las vacunas -la confusión a la hora de explicar los datos sobre la vacuna de Oxford y AstraZeneca es un ejemplo- y la falsas esperanzas sobre la seguridad de actividades peligrosas con eslóganes vacíos basados en ponerle el adjetivo “seguro” a cualquier teatro, escuela, plató de televisión o bar según la conveniencia. 

La información es la herramienta más poderosa para que los ciudadanos entiendan, actúen y se sientan de verdad seguros. Y ahora hace falta más y mejor.

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