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Cuando no se puede ser neutral

Portada del 'Antifa' publicado por Capitán Swing

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Parafraseando a Mark Bray, autor de ‘Antifa’ (Capitán Swing), querría que este artículo no fuese necesario. Ojalá la Asamblea Antifascista de Carabanchel, la que mejor ha plantado cara a Hogar Social en Madrid, o el Movimiento contra el racismo y la extrema derecha (UCRF), con el incombustible David Karbala, no fuesen necesarios. Antes del “punto de inflexión” en el debate de los candidatos madrileños en la Ser, al fotoperiodista Jordi Borràs ya le habían amenazado varias veces y desde hace tiempo. “Hemos visto por allí esta rata, Jordi Borràs, os pido a todos que si lo veis le deis una buena hostia”, proclamó Pedro Chaparro, de Democracia Nacional, dirigiéndose a los simpatizantes de Falange y de Democracia Nacional que se concentraban el Día de la Hispanidad en Montjuïc. Eso fue en 2015. Tres años después un mando de la Brigada Provincial de Información de la Policía Nacional de Barcelona le abordó con vivas a Franco y no contento con increparle acabó rompiéndole la nariz. 

El compañero Miquel Ramos lleva años informando de cómo se está moviendo la extrema derecha, de su presencia en instituciones como el Ejército (y no solo en mandos retirados) y radiografiando los movimientos antifascistas que desde los barrios plantan cara al discurso del odio. Antonio Maestre es otro periodista que antes de que muchos colegas, oyentes, espectadores o lectores empezasen a frotarse los ojos, intentó explicar en programas de máxima audiencia cuál era la estrategia de Vox y sus peligros. Algunos hicieron ver que no le escuchaban, hubo quien le trató de exagerado y a otros les incomodaba tanto que optaron por no llamarle más. 

Casi sin darse cuenta -es mejor pensar que no fue a propósito- algunos matinales televisivos incorporaron la agenda que la extrema derecha quería. Sirva de ejemplo el serial dedicado a las ocupaciones. Es más fácil, rápido y sobre todo da más audiencia que plantear un debate sobre el problema de la vivienda en España. Así, como quien no quiere la cosa, se ha convertido a empresas expertas en desalojos exprés en héroes sin preguntarse por los métodos ni sobre quién está detrás. Los expertos se han cansado de pedir, sin éxito, que los medios sean más rigurosos a la hora de informar, que diferencien entre el allanamiento de morada y la usurpación, y que la probabilidad de que alguien ocupe tu vivienda es “prácticamente nula”. No ha servido de nada. 

Xavier Casals es uno de los historiadores que mejor ha estudiado la extrema derecha. En esta conversación que mantuvimos en el 2018 ya advertía de que no se trata de esconder a estos partidos, entre otras cosas porque saben moverse muy bien en redes y medios alternativos, sino que lo que hay que hacer es tener claro cómo se informa de ellos. En España ya llegamos tarde a eso. A Rocío Monasterio se la ha fotografiado emulando un icono feminista para presentarla como 'la musa de Vox contra las feminazis'. Los representantes de la Fundación Francisco Franco se han paseado por multitud de platós sin que en muchos de ellos se cuestionasen sus barbaridades.   

El PSOE clamaba esta semana contra “la semilla del odio”. Está bien, pero ya no es una semilla. Hace tiempo que germinó. Cuando Pedro Sánchez le reconoció a Santiago Abascal “el sentido de estado” por haberle apoyado en la tramitación de los fondos europeos ya era Vox. Cuando no se hizo caso porque las amenazas de la extrema derecha estaban dedicadas a los dirigentes independentistas ya era Vox. Cuando Vox empezó a hacer política en los juzgados ya era Vox.  

Bray cita en su Manual antifascista al historiador Dave Renton quien afirmó que “no se puede ser objetivo cuando se escribe sobre el fascismo, no hay nada positivo que decir sobre él”. No se puede ser neutral ni equidistante entre quien recibe las amenazas de muerte y quien no las condena. 

Otro debate, más pertinente que nunca, es si se puede hablar de fascismo en el siglo XXI. El historiador italiano Enzo Traverso responde a esta pregunta en su libro ‘Las nuevas caras de la derecha’ (Siglo XXI). Él es de los que defiende que es mejor hablar de postfascismo para referirse a la actual derecha radical. Es un debate interesante y es evidente que el nombre importa. Lo que debería ser indiscutible es que las formaciones de ultraderecha amparan sus discursos en vulneraciones de principios que no tendrían que ser cuestionables, desde la negación de la igualdad a la criminalización de los migrantes. Cada vez con estrategias mejor planificadas, dirigiéndose a sectores más amplios y en algunos países arrastrando a partidos de la derecha convencional, como estamos viendo con el PP en la campaña de las autonómicas de Madrid aunque en el caso de Isabel Díaz Ayuso no ha sido nada difícil.  

El director del Observatorio de las radicalidades políticas de la Fundación Jean-Jaurès, Jean-Yves Camus, es autor de varios libros, entre ellos ‘Les Droites extrêmes en Europe’ (Editions Seuil) escrito junto al historiador Nicolas Lebourg. Camus ha analizado las causas del auge de la extrema derecha y la conclusión es que no puede atribuirse únicamente a las sucesivas crisis económicas (pese a ser evidente que explican una parte de su éxito). Existe, además, un cuestionamiento de los principios fundamentales de la Unión Europea y del papel de los partidos políticos. Camus ha estudiado la evolución del 'lepenismo' en Francia y cómo la candidata de la Reagrupación Nacional ha dado una pátina de modernidad al partido fundado por su padre. El último sondeo del instituto Isop apunta que Marine Le Pen sería la más votada en las próximas presidenciales entre los electores de entre 25 y 34 años (uno de cada tres votantes). En el resto, Macron obtendría entre el 23% y el 28% de los votos en la primera ronda mientras que ella conseguiría entre el 25 y el 27%. 

El fascismo, neofascismo o postfascismo son conceptos que a esos jóvenes, como a los que votan a Vox, les importan poco, pero sea el nombre que sea, el peligro para la democracia es el mismo. Lo es en Francia y también en España aunque aquí haya partidos y muchos medios que sigan mirando a otro lado.

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