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Israel abre otro conflicto con España por hablar de genocidio en Gaza
¿Ha tocado 'techo' el crecimiento de la economía española?
Opinión - Exclusivo para socios El rompecabezas de ERC. Por Neus Tomàs

2024: un año en el que pueden cambiar las cosas

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

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El Gobierno parece tener la situación bajo control y encaja los furibundos ataques cotidianos de la oposición sin mayor preocupación y hasta con una cierta condescendencia. Hay datos que avalan esa actitud: la economía va relativamente bien, sin alharacas, hay bastante paz social, no hay problemas mayores en las relaciones internacionales y, por ahora, los independentistas no producen mayores quebraderos de cabeza. Pero nadie está en condiciones de asegurar que ese panorama vaya a mantenerse en los próximos meses. O dentro de un año.

En lo que se refiere a la economía, que siempre es la principal incógnita, de la que, además, dependen casi todas las demás, la impresión de los expertos, españoles y extranjeros, es todo menos unánime. Las opiniones se dividen entre las que pronostican un aterrizaje suave de las mayores economías y las que temen que lo que pueda producirse a corto/medio plazo es una recesión.

En definitiva, que hay una cierta inquietud al respecto. Es cierto que hay un dato positivo: la ola inflacionista que arrolló a todos los países occidentales hace, más o menos, un año se ha contenido y, aunque los productos alimenticios siguen muy caros, los bancos centrales transmiten mensajes en el sentido de que los tipos de interés, que han venido subiendo sin pausa desde hace año y medio, podrían empezar a bajar en un horizonte a corto plazo.

Eso no es seguro del todo. Analistas más bien sesgados a la derecha advierten que las subidas de salarios que se están produciendo en todos los países, también en España, tras años de congelación o de caída en términos reales, podrían poner en peligro los logros obtenidos en la lucha contra la inflación. Las guerras que se libran en Ucrania, en Oriente Medio y en el Mar Rojo podrían desestabilizar aun más el panorama.

Lo cierto es que, por el momento, los precios del petróleo, el fantasma que se siempre agita tras cualquier tensión en Oriente Medio, siguen siendo moderados, por muchos intentos que algunos países han hecho, a la cabeza de los cuales ha estado Rusia, porque subieran.

Pero tampoco es seguro que eso vaya a seguir ocurriendo en el futuro. El porvenir de todos los citados conflictos militares es incierto y un aumento de la tensión es posible, particularmente en lo que se refiere al enfrentamiento entre Israel y Palestina y sus aliados. De todas maneras, son cada vez más los expertos que creen que las presiones de Estados Unidos sobre Netanyahu terminarán por parar la guerra de Gaza dentro de no muchas semanas. Y esas presiones responden tanto a la preocupación por los precios del petróleo como a la proximidad de las elecciones presidenciales norteamericanas de noviembre, así como al hecho de que empieza a estar cada vez más claro que el ejército israelí no va a poder doblegar a Hamás por muchas masacres que siga produciendo. De todas maneras, es posible que, antes de ceder ante Washington, el ejército israelí lance una ofensiva aun más terrible que las registradas hasta ahora.

Las perspectivas de la guerra de Ucrania también han cambiado en las últimas semanas. Putin parece ahora mejor colocado que Zelensky, la ofensiva ucraniana parece definitivamente parada y crecen las dudas en no pocos países occidentales, y hasta en Estados Unidos, sobre la oportunidad de seguir apoyando masivamente, con armas y con dinero, a Ucrania en su esfuerzo defensivo frente a Rusia. También en esto las elecciones norteamericanas decidirán el futuro del conflicto. Un agravamiento del mismo, que no se puede descartar, sería fatídico para las economías occidentales.

Pero la tensión que más preocupa en estos momentos es la que están protagonizando los rebeldes hutíes del Yemen, apoyados por Irán, con sus ataques a buques que navegan por el mar Rojo hacia el canal de Suez. Muchas empresas europeas, entre ellas alguna española, han visto disminuidos sus suministros por culpa de los mismos y podrían ser más en el futuro, porque no pocas navieras están optando por vías mucho más largas para evitarse el problema. La respuesta orquestada por Estados Unidos para hacer frente a esos ataques no parece que vaya a solucionar el problema y puede que las dudas en la misma expliquen la negativa del Gobierno español a participar en la misma.

En suma, que la coyuntura diplomática internacional puede condicionar el futuro del panorama español. La guerra de Ucrania ya supuso un duro golpe para el mismo y lo que pueda pasar en Oriente Medio, con Irán sobrevolando sobre todos los frentes del conflicto, aún es una incógnita. Los medios españoles deberían mirar más a lo que pasa en el mundo, sin obsesionarse por último rifirrafe entre el Gobierno y la oposición.

Más allá de esas tensiones, hasta el momento sólo verbales y siempre provocadas por la derecha, la agenda de la política española va a estar marcada en los próximos meses, y quién sabe por cuánto tiempo, por la puesta al día del sistema de financiación autonómica, que se debía de haber revisado nada menos que en 2014. Todas y cada una de las autonomías preparan sus armas para esa batalla crucial que cuando empiece dejando en muy segundo plano la polémica sobre la amnistía a los protagonistas del procés. Que tendrá un último momento álgido el día en que, completados los procedimientos judiciales, la medida se aplique a los principales encausados y, en particular, a Carles Puigdemont.

En esas negociaciones se probará no sólo la consistencia de los pactos entre la izquierda y los nacionalistas e independentistas, sino también la solidez del frente antigubernamental de derechas. Y más que porque el PP y Vox pueden tener distintos planteamientos al respecto, porque cada autonomía en manos conservadoras tendrá sus propios intereses y criterios.

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