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Cómo blanquearse con un negro

Vinicius protesta por los insultos racistas de los aficionados.

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Ya casi está solucionado lo del racismo español. No queda nadie importante que no haya manifestado su más absoluta repulsa, su más firme condena y su tolerancia (cero, para que no engorde). Ya se ha detenido a los tres que dirigieron calificativos racistas a Vinícius jr en Mestalla y a los que colgaron su muñeco (fue en enero, pero los han detenido ahora, por lo que sea). Así que los siete españoles racistas están fuera de juego. Muerto el perro se acabó la rabia. Ahora la humanidad es antirracista. 

Han retumbado tanto los golpes de pecho, han sido tan sentidas las lágrimas de cocodrilo, y tan conmovedoras las campañas... Yo me he emocionado por la unanimidad: han condenado los jugadores, los entrenadores y los Cristos corcovados. Hasta las jugadoras del Real Madrid han olvidado los cánticos machistas que sufren cada día para solidarizarse con su colega Vinícius. Y se rumorea que los arrestados están a punto de salir con una pancarta en contra de sí mismos. 

De todos modos, los sospechosos duermen tranquilos: los procesos por delitos de odio en los campos no suelen acabar en la cárcel. A las fiscalías les cuesta encontrar al responsable concreto, que se diluye en la masa. Hace poco dijo un fiscal que unos cánticos racistas no constituían delito porque habían durado unos pocos segundos. Es lo que tiene el racismo: que lo mismo te dura dos segundos como te dura cinco siglos. Y de tan corto, no te da tiempo a atraparlo; y de tan largo, te viene de serie en las neuronas y ni lo notas. El caso es que siempre queda suelto.

Pero esta vez no. Ahora ya está casi erradicado. La FIFA lo ha condenado, por boca de Infantino. No os pongáis pejigueras a decirme que FIFA le dio el Mundial a Qatar hace unos años, lo hizo para que se hablara de Derechos Humanos, y se habló más que nunca. El bueno de Lula también se puso solemne. Menos mal que Vinícius tiene su teléfono y le pudo contar lo que estaba pasando en España, que no es un país racista según los rankings, pero ese día lo era mucho. ¿Qué creéis? ¿Que si le llamaran los niños racializados de las favelas a los que mata a tiros la policía no protestaría también por el racismo brasileño? Pues también, hombre. Pero es que no le llaman. 

Todo esto empezó en un campo de fútbol. ¿Y quién pone orden allí? Pues los árbitros. ¿Y por qué no hicieron nada ese día y tantos otros días? A ver si es que no reciben instrucciones claras de la Federación, que es quien los manda. Estos días he escuchado frases preciosas de solidaridad con Vinícius: las suscribo todas. Pero hay una que me gustaría escuchar más aún. Es esta: “Al primer abuso racista paras el partido; si persiste lo suspendes, y si hace falta cierras el campo tres meses. Firmado: la Federación”. Oooooh, qué frase tan redonda, qué eficaz sintaxis, qué ritmo tiene ese autor. Seguro que ya está en los protocolos, pero la buena prosa hay que releerla. La federación no ha tenido tiempo hasta ahora porque está ocupada haciendo estos días una campaña contra el racismo.

Mientras árbitros y federación releen, los jugadores y el entrenador del Real Madrid se sentían muy tristes, lo ha dicho Ancelotti. Lo entiendo y empatizo. La ofensa era enorme, contra un solo hombre, que además ha sido víctima en varias ocasiones. La grada era un vozarrón abusador e intimidatorio. El árbitro no resolvía la situación... ¿Qué hacer? ¿Coger el caminito del vestuario tal vez? Ay, no, no, qué cosas digo, que pierden tres puntos. El antirracismo es prioritario, pero los puntos son más prioritarios. 

No es justo que la víctima tenga que marcharse, cierto, pero a veces uno actúa para poner en evidencia que no actúan quienes deberían. Aunque esto tampoco hay que llevarlo demasiado lejos porque, ahora que lo pienso, si se marchan ponen en evidencia a los clubes, o sea, sus empresas. Los clubes saben perfectamente quiénes ocupan las gradas de animación. Los estadios son espacios cerrados a los que se accede con entrada y los racistas repiten jornada tras jornada. Con tecnología que costaría un pellizco de lo que se gasta en el VAR se arreglaba. Y seguro que la Liga no tendría problema en obligar a los clubes a instalarla. 

Pero claro, no, qué tonterías digo. Los presidentes, sobre todo Florentino, estaban tan ocupados estos días condenando el racismo que no les ha dado tiempo a pensar en cómo controlar las gradas más jaraneras. Son buenos chicos, animan mucho y dan vidilla, pero de vez en cuando hay alguna oveja negra, pensarán. No: oveja a secas, pensarán.

En fin, nada que reprocharle al gran Florentino. Gracias a él, hoy ya sólo quedan siete racistas y están detenidos. Así que por mi parte sólo me queda proponer que se erija una estatua suya en Lavapiés, en la llamada “plaza de los negros”, junto a la de Nelson Mandela. Lo que ha hecho este hombre por España y el prestigio de nuestro fútbol nunca se lo agradeceremos suficiente. 

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