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El caso Oxfam y la cultura machista de las ONG

Despedido otro directivo de Oxfam en Haití por comportamiento inadecuado

Violeta Assiego

Veintiséis nuevos casos de “conducta sexual inapropiada” tras el escándalo de Haití. Esta cifra la ha facilitado el propio director general de Oxfam-Gran Bretaña ante el Parlamento británico. Nuevas denuncias apenas dos semanas después de conocerse, por la prensa, que trabajadores de la ONG no solo habían organizado orgías con mujeres víctimas del terremoto de Haití sino que, a pesar de conocerse los hechos por parte de la organización, esta les avaló asegurándoles un puesto de trabajo y garantizando su impunidad.

Lo que parecía un escándalo puntual, brutal y fuera del control de la organización está resultando ser un continuo de informaciones sobre casos de violencia machista que no solo afectan a Oxfam. Otras ONG reconocen la existencia de situaciones similares de acoso y agresiones sexuales a mujeres por parte de alguno de sus miembros. Tan solo en el último año, y tan solo en tres ONG (las británicas Save the Children, Cruz Roja y Christian Aid), se confirman que más de un centenar de denuncias de este tipo.

Los datos y las repercusiones de lo que podría llegar a ser el Oxfamgate van llegando poco a poco y sin cesar. En los últimos días basta teclear en un buscador de internet el nombre de la organización para encontrar informaciones que han agrandado un problema que, a corto plazo, no tiene visos de parar.

Da la impresión de que todavía falta algo por declarar o por analizar. No solo por parte de Oxfam, que está abriéndose en canal para hacer un sincero ejercicio de contrición, sino por parte de un sector que, ante las violencias machistas que se puedan estar dando en su interior, no aclara la duda de si, en aras a salvaguardar el necesario trabajo que realizan y su reputación, prefiere instalarse en la cultura del ocultamiento y la negación antes que en dar la cara ante la sociedad que la apoya. Por eso es tan importante lo que pase a partir de ya. Debe evidenciarse que las ONG están receptivas a posibles nuevas denuncias aunque les vengan en cascada, y no solo en estos días tan convulsos sino también cuando este asunto deje de estar en el ojo del huracán.

Por mucho que nos duela a quienes estamos en contacto con Oxfam y otras ONG porque hemos hecho trabajos para ellas y colaboramos cada vez que nos llaman (yo personalmente lo seguiré haciendo), es inútil negar la evidencia. Las raíces del machismo y del patriarcado no entienden el altruismo y la solidaridad como barreras que por sí solas sirvan para frenar su voracidad. Ninguna estructura está exenta de ser patriarcal sino se toman medidas activas y contundentes para evitarlo. No basta que haya mujeres en la organización ni en sus órganos de decisión si estas siguen estando expuestas al machismo que las violenta.

A ninguna persona, a ninguna organización se la indulta de actuar ante las violencias, por muy honorable y necesaria que sea la labor que esté realizando. Nada ni nadie las exime, nos exime, de buscar, también en el seno de las ONG y del tercer sector, Verdad, Justicia y Reparación.

Hablar de Verdad, Justicia y Reparación ante las violaciones de los derechos humanos (y las agresiones sexuales lo son) es pedir que se conozcan los hechos tal y como han sucedido y que no haya impunidad para los culpables. Pero no solo. También es asegurarse de que nada ni nadie impeda a las víctimas a que accedan a sus derechos. Algo que, precisamente, en los casos que se han conocido estos días desconocemos suficientemente.

En medio de la tormenta de este escándalo, no sabemos si las mujeres víctimas se han quedado en terreno de nadie. Ignoramos si han podido acceder a sus derechos tras lo sucedido, si se les ha brindado asistencia legal, apoyo psicológico, compensación de algún tipo… También desconocemos si ellas, tras lo ocurrido, se han sentido reparadas. Nadie nos ha contado cómo es el abordaje institucional de las ONG para evitar la revictimización y atender las secuelas que algunas de estas situaciones dejan. Tampoco conocemos cómo ha reaccionado el entorno de las mujeres o su comunidad y si las estrategias de acompañamiento de las organizaciones han sido eficaces. La voz de las mujeres víctimas, su historia, tan importante en la defensa de los derechos humanos, permanece callada.

Les reconozco que viendo lo que nos está costando identificar este escándalo con las mismas violencias machistas que se han destapado en la industria del cine (solo hay que ver el eufemismo con que son calificadas las de las ONG: “conductas sexuales inapropiadas”) no logro despejar mis dudas sobre si alguien se habrá acordado de las mujeres víctimas y de sus derechos.

En todo lo que leo y encuentro sobre el Oxfamgate no las veo, ni a ellas ni a las que (y me incluyo) hemos hecho trending topic el #MeToo. Puede que sea porque nos da miedo dañar la reputación de Oxfam y otras ONG, pero lo cierto es que (por mucho que le pese a Giraud o a Montoro) estos casos no le restan credibilidad ni valor a sus informes ni a su labor humanitaria. En todo caso, les resta legitimidad ante el reto de luchar contra la violencia patriarcal. De las ONG depende ahora lo que pase, de nadie más. Ante las mujeres y las violencias y discriminaciones que sufrimos, no basta pedir disculpas o decir ‘soy feminista’. Hay que estar al lado de los derechos de las mujeres víctimas, aunque sean de una ONG. Eso es ser feminista.

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