Las cosas de M. Rajoy
M. Rajoy, presidente del Gobierno de España, dice que no sabe por qué cambiaron el nombre de una calle de Pontevedra en la que él vivió. Su calle, que se llamaba Salvador Moreno, pasó a llamarse Rosalía de Castro. Salvador Moreno, militar golpista y ministro de Franco, fue el responsable de la masacre conocida como ‘La desbandá’. El 8 de febrero de 1937, tras la entrada en Málaga de las tropas franquistas, dirigió el bombardeo desde tierra, mar y aire de refugiados republicanos que huían de la ciudad hacia Almería. Murieron entre 4.000 y 6.000 civiles. Se considera uno de los episodios más cruentos de la Guerra Civil española, pero M. Rajoy, que es presidente del Gobierno de España, no sabe qué narices hizo el tal Moreno para que ahora le quiten su calle. Quizá no sepa tampoco quién es Rosalía de Castro. Y eso que era gallega.
M. Rajoy contó tal cuita al visitar en el puerto de Abiyán el patrullero ‘Infanta Cristina’, al que, por cierto, aún no le han cambiado el nombre, a pesar de que “conoció y consintió” (como demuestra en su reciente libro, La pieza 25, la periodista Pilar Urbano) la trama corrupta organizada por su marido, Iñaki Urdangarín, de la que Cristina de Borbón fue “cooperadora no sólo necesaria, sino indispensable”. Urbano dice que en el juicio del caso Nóos “por algún milagro, no se sabe si de Fátima o de Lourdes, hubo una serie de personas como la infanta que entraron culpables y salieron inocentes”. Es la clase de milagros por los que un genocida como el almirante Salvador Moreno pasa a ser para M. Rajoy el simple nombre de una calle.
El nombre de la calle de M. Rajoy se cambió hace 15 años a propuesta del BNG y del PSOE y, por supuesto, con la oposición del PP, que huye más de la memoria histórica que de un bombardeo. Es lo que tiene ser tú quien bombardea. El juez Garzón incluyó a Salvador Moreno entre los 35 altos cargos franquistas acusados del exterminio y la desaparición de más de cien mil personas. Entre tal atrevimiento y que persiguió la corrupción del PP destapando el caso Gürtel, acabó pasándole lo que le pasó: inhabilitado como juez de la Audiencia Nacional y expulsado de la carrera judicial.
Y es que el poder judicial no se toca. A no ser que toque al PP o a los Borbones. La periodista Urbano refleja también en su libro las “presiones y amenazas” que sufrió el juez Castro para que no imputara a la hija del rey Juan Carlos, hermana del rey Felipe. No se lo inventa: lo ha contado el propio Castro. Las palabras “presiones y amenazas” se dicen pronto pero significan lo que significan. Igual que significa lo que significa el cambio de última hora de la composición del tribunal que juzgará al PP por su (hay que decir presunta) financiación irregular. Queda fuera el juez Julio de Diego, que junto a José Ricardo de Prada llamó a M. Rajoy a declarar como testigo en el caso Gürtel. M. Rajoy ya no volverá a declarar. Un control así del poder judicial está más cerca de ser mafioso que de otra cosa. Y en esa línea actúa de nuevo la Audiencia Nacional al negarse a facilitar los documentos sobre la caja B a la comisión investigadora en el Congreso de esa financiación del PP.
Así son la cosas de M. Rajoy. Mientras le resulta imposible hacer memoria para recordar quién era el genocida que daba nombre a una calle en la que vivió durante años, podría estar moviendo los hilillos necesarios para que el tribunal que juzga a su partido, el más corrupto de la historia de España, sea benevolente por afinidad. La recusación de la jueza Concepción Espejel por su cercanía con el PP, impulsada por sus propios compañeros, no ha servido de nada: ahí sigue, presidenta de la Sala de lo Penal. Querida Concha…
Otras cositas de M. Rajoy: la caja de las pensiones ya apenas existe; la luz ya es para ricos; las farmaceúticas siguen forrándose y haciendo lobby con el Gobierno; los humoristas son perseguidos; los cuerpos de seguridad son un nido de fascistas; los presos políticos son políticos presos; lo de Catalunya está por ver. Eso sí, la unidad de España sigue intacta. Una, grande y libre. Enhorabuena, españoles.