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Elogio de la inmoralidad

Luis Rubiales lleva a cuestas a Athenea del Castillo
25 de agosto de 2023 22:32 h

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Fútbol y machismo, política y trampas. Dos grandes asuntos confluyen en España con un punto en común que ya parece formar parte de los genes de este país: una descomunal desvergüenza, orgullosa de sí misma. El presidente de la Federación nacional de Fútbol, Luis Rubiales, nos está haciendo vivir ante el mundo entero uno de los momentos más bochornosos que se recuerdan. Tras protagonizar una pura obscenidad en la final del Mundial Femenino en Sidney (Australia), seguido de una guerra de presiones, agudiza el escándalo al negarse a dimitir del cargo y explicar el clamor para su cese como un ataque de “la plaga del feminismo”.  

Y aún nos cerca otro problema acuciante con la formación de nuevo gobierno: una serie de circunstancias muestran la grave falla de tener como candidato a la investidura al líder de un partido lanzado al elogio de la inmoralidad más descarnada. Es el nexo con Rubiales y el machismo que le aplaude. Lo peor es que ni siquiera son los únicos en este país; lo mejor, que ya no se aguanta.

Alberto Núñez Feijóo ha sido designado candidato por el jefe del Estado en base a una costumbre que invoca, que debe ser, en su caso, la de favorecer a la derecha. El PP no tiene apoyos suficientes para gobernar. Lo sabe y se empecina en presentarse a la investidura y el rey se lo concede. Todos los partidos de la mayoría que decidió la mesa del Congreso le han dicho que no a Feijóo, salvo Junts, el de Puigdemont nada menos, de quienes el PP buscaría siquiera la abstención. Y esos inconmensurables hipócritas “se avienen a negociar” con ellos, después de haber dicho pestes de Puigdemont y los suyos durante varios años y haber mandado a los infiernos a Sánchez por intentar lo mismo. ¿Se comerán también sus portadas y soflamas audiovisuales sus servidores mediáticos? Si a todos ellos no se les cae la cara de vergüenza -dado que no la tienen- ¿no se sienten una pizca incómodos los votantes del PP a lomos de esos vaivenes de pura desvergüenza?

“Junts es un grupo parlamentario que más allá de las acciones que cuatro personas, cinco, diez, las que fueran, llevaran a cabo, representan a un partido cuya tradición y legalidad no está en duda”, dice González Pons, miembro del núcleo duro de Feijóo que ha decidido lanzarse con él al abismo de la impudicia. Naturalmente, es así: un partido legal, ahora y antes, cuando los ponían a parir.

Es de imaginar el regocijo de Puigdemont y sus colaboradores ante este cambio. El resto cogeremos palomitas para ver el desenlace. En el terreno de la lógica chirría que el PP piense en armonizar a un Vox tendente a acabar con las autonomías con un partido independista por muchas prebendas que ofrezca. Pero todavía es más desvergonzado si cabe que busque al PSOE para que le deje gobernar y a la vez a eventuales traidores en las filas socialistas.  

Porque si la vía Puigdemont les falla -que es probable- Borja Sémper, otro político que se ha abrasado al lado de Feijóo, apela “a la responsabilidad de algunos dirigentes del PSOE que no se sienten cómodos en su partido”. Toda una declaración de impudicia que invoca sin tapujos a una traición intolerable. Los políticos son responsables ante los ciudadanos de actuar dentro del partido en el que han sido votados. Si no están cómodos en el PSOE deben pedir asilo en otra formación, en el PP si es a quien quieren favorecer. Lo han hecho tantas veces que ya no les da ni pudor perpetrarlo a cara descubierta. El PSOE asegura contar con la fidelidad de sus miembros y argumenta que la votación es a viva voz, no secreta. Daría un cante rotundo, sí. Pero solo el hecho de plantearlo ya es una anomalía. A nadie le extrañaría ese tamayazo, se oye hasta en la calle. Además, el trasfuguismo para esta investidura sería un fraude que involucraría a Felipe VI, dado que sabía la falta de apoyos de Feijóo por vías más honestas. Puede ser que muchos votantes de la corrupción se lo tragaran también, pero una gran parte de la sociedad no, porque ya está bien de estafas en asuntos tan serios.

Europa se quedó bastante pasmada al saber las amistades peligrosas del candidato del PP, de sus viajes vacacionales con un narcotraficante y la desaparición de los contratos que con él mantenía la Xunta de Galicia. No le ha importado al rey Felipe, ni aun pudiendo ser consecuente con la falta de apoyos de Feijóo.  Pero lo del presidente de la RFEF con el equipo femenino que ganó el Campeonato Mundial toca otras fibras, curiosamente, y el mundo no sale de su asombro. Unidos dan un diagnóstico de sociedad penoso.

Un monumental escándalo ha mostrado el deplorable estado de las jerarquías del deporte español más popular, el fútbol, y la chulería de su máximo dirigente premiada con aplausos en la Federación. No dimite, dice; culpa a la víctima, Jenni Hermoso, de su agresión ocurrida ante las cámaras que retransmitían para múltiples países, a la lacra del feminismo, y solo se disculpa por tocarse los genitales en el palco ante la reina de España y su hija menor de edad como espontáneo gesto de alegría.

Este individuo representa al fútbol español hasta su cese. El Gobierno acaba de poner en marcha una denuncia que parece tener complicado recorrido. Ésa es la imagen que ha dado y que recogen los medios internacionales y llegan a la televisiones de todo el mundo. Es tal su prepotencia que no parece consciente de cómo ha precipitado su caída por su cadena de errores.

Poner el foco en la víctima para que demuestre la agresión es lo que trataba de evitar la Ley del solo es sí que tan cara le costó a su promotora la ministra Irene Montero. La acusación de Rubiales contra Jenni Hermoso la victimiza de nuevo. Todas sus compañeras se han pronunciado a su favor y afirman rotundas en un par de movimientos: se acabó y vamos a muerte. No volverán a la selección mientras esté Rubiales. Junto a ellas, muchos apoyos y no pocos silencios. Pero ahora vemos mejor que ganar con ese clima un campeonato mundial tiene doble mérito y habrán de disfrutarlo y contar con los ceses pertinentes que impidan que todo este desastre vuelva a ocurrir.

Este país exige ya de una vez limpieza. La que está en la calle, la que piden los ciudadanos, y las ciudadanas valientes como vemos estos días. En particular las que juegan como mujeres y ganan como mujeres y vencen al machismo. La indignación desatada contra Luis Rubiales por su comportamiento ha sobrepasado el límite de lo soportable. Algo y mucho está cambiando. Todos los turbios enjuagues del politiqueo y el poder están ya muy pasados y apestan. Y ya no se aguantan. Miren a ese país primera potencia mundial en franco declive, dispuesto a elegir presidente a Donald Trump, un procesado fichado ya por intentar amañar las elecciones y varias perversiones más: un bloque heterodoxo y potente, los BRIC, se nutren para echarle del podio en un nuevo Orden Mundial que ya se gesta. Son los grandes movimientos que nos afectan y de los que deberíamos estar hablando en lugar de esa trampa permanente que cuece en la sociedad española más puerca. Movimientos alentadores muestran su hartazgo y firmeza, a ver si esta vez surten efecto. Podría ser. Vienen de lejos y saben lo que es rebelarse ante lo injusto.

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