España y Fiesta Nacional: apropiación indebida
España ha vuelto a celebrar la fiesta de la desunión. El presidente legítimo del Gobierno Pedro Sánchez ha sido abucheado intensamente en el desfile, al punto de ser la noticia de la Fiesta Nacional de España. Fuera, fuera, Okupa, okupa, Elecciones ya. El discurso calcado de quienes los alimentan. Y están en una ofensiva creciente de intoxicación contra el gobierno –legítimo- de España y sus apoyos -legítimos-. Nos han hecho, siguiendo su larga tradición, una apropiación indebida en toda regla. Solo vale su España, sus colores, sus reglas. Su uniformidad.
Debería preocupar a los responsables de esta inquietante tensión que un sector se apropie de una España que no les pertenece en exclusiva. A la que agreden y ensucian de hecho. Esa que grita, abuchea, envenena en sus declaraciones a la sociedad, y se quiere imponer por la fuerza a la otra mucho más versátil, al menos más plural. Lejos de eso, la derecha ultra –PP, Ciudadanos y Vox- se manifiesta junta en Barcelona “por la unidad de España”, dicen. Con amplia cobertura mediática.
Rostros serios en el desfile. Notable desapego entre las autoridades. El rey corea los himnos militares y la más distendida parece la Infanta Sofía, que sabe desde niña de prelaciones jerárquicas por orden de nacimiento. El Parlament de Catalunya ha reprobado a Felipe VI. Un país democrático no se rasga las vestiduras por una crítica, ni a la figura de máximo rango: éste, sí. El Rey Felipe entró hace tiempo en actuaciones políticas. Conservadoras. Muchos no lo sienten como el árbitro neutral de una jefatura del Estado.
En la recepción, el presidente Sánchez y su esposa rompen el protocolo y se colocan al lado de los Reyes: un drama nacional. Un nuevo gancho para los agraviados por el cambio de gobierno. Si la institución de la monarquía es ya de por sí arcaica, el encorsetamiento no le ayuda nada.
Los líderes de PP y Ciudadanos se multiplican para, desde manipulaciones de grueso calibre, enardecer a sus seguidores. El acuerdo para implementar medidas sociales en los Presupuestos del Estado entre el PSOE y Unidos Podemos les tiene descompuestos. El falaz mensaje de ambas formaciones se resume en este tuit de Albert Rivera (Cs) que se atreve a decir sin pestañear que la subida de impuestos ataca a “la clase media trabajadora”. Cuando afecta a quienes ganen más de 130.000 euros. Apenas representan el 1% de los contribuyentes. El sueldo más habitual en España es de 16.500 euros anuales. Y se aplica a la pertinaz insistencia en que este gobierno no es fruto de las urnas.
Miles de personas poco escrupulosas con la verdad y el conocimiento de la democracia, lo compran como si se lo regalaran. A ambos. A PP y a Ciudadanos. “Lo que tenemos ahora mismo no está elegido por los españoles, se ha metido como un okupa en la Moncloa”, declara a eldiario.es una abucheadora de Sánchez.
Han llegado a convencer a muchos de que subir el salario mínimo a 900 euros mensuales es un cataclismo. Una desvergüenza, desde sueldos abultados y regalías varias oponerse a un salario que ni llega de lejos a los que disfrutan en la Europa de nuestro nivel económico. Al poder adquisitivo de nuestros vecinos. Hace falta estimarse en muy poco para tragar estos abusivos bulos de la derecha. Y hasta del FMI, ejecutor del neoliberalismo. El conjunto de las medidas previstas –si llegan a salir- es muy positivo para los ciudadanos que no vivan de las rentas o de los sobres. Eso sí, obliga a contribuir más a quienes van sobrados de prebendas. Y ni siquiera en el nivel que sería más justo.
Cuentan con una valiosa ayuda. Los medios al servicio de esta derecha azuzan desde sus noticias fuertemente ideologizadas e inexactas. Sánchez no ha cedido la Moncloa a Iglesias como titula a toda portada ABC. Nunca hablaron en similares términos del apoyo de Ciudadanos para que gobernara Rajoy sin tener mayoría. Lo lanzan como si fuera, en su caso, una grave infracción. Con destino a una audiencia que se atemoriza con esa idea. Es la definición de sectarismo excluyente.
Critican también la rebaja de las penas por injurias a la Corona y a la Iglesia. La rebaja solo, no la abolición. Sin duda serían partidarios de reponer una especie de Santa Inquisición medieval –y más allá, porque ejecutó hasta el siglo XIX-. Su modelo es la España que espanta a cualquier demócrata.
Forman un equipo compacto. Con la jerarquía católica española en lugar destacado. La del atroz colaboracionismo con la dictadura y sus crímenes. No se puede tolerar, por cierto, en un país democrático –insisto- enterrar en una catedral a un genocida, dictador por cuarenta años, porque era un buen católico, dicen. Es delirante. E inadmisible de todo punto. Revisen legislaciones, concordatos, privilegios, y pongan a esa organización eclesial en el lugar que le corresponde. Y a Franco fuera de todo reconocimiento. Es de no creer cómo el fascismo regresa a España sin haber abandonado nunca del todo nuestra sociedad. Mientras no erradiquemos este problema, peligra todo progreso.
España también es del resto de los españoles. La conocemos bien, sus virtudes y sus defectos, porque también hemos nacido y vivido aquí, crecido, sufrido, gozado, y seguimos en la brecha. Somos capaces de apreciar sus valores e intentar buscar solución a sus deterioros. Queremos conservar lo que merece la pena ser conservado y prescindir de lo que nos lastra. Y cada vez es más evidente la rémora de la involución y las trampas que despliega una derecha que, desde luego, no es homologable con la europea. Con la que en Europa no ha virado a extremismos ultras.
Y ahí está el bloque al completo: la derecha política, su ejército mediático y sus abucheadores en punta de lanza. Nadie como los ultras disfruta en España de la libertad de abuchear a políticos a los que detestan. Nadie. A trancas y barrancas el resto de España apuesta por la convivencia y elige a sus representantes. A políticos proscritos por su régimen excluyente.
España tiene más colores que el rojo y el gualdo. Todo el arco iris, toda la paleta cromática. Toda.