'Februarius horribilis'
Febrero ha ido tan mal para los socialistas que están rezando y haciendo lo posible para que volvamos a hablar de la amnistía como hacíamos antes; como si Carles Puigdemont fuera a venir cualquier día a llevarse a nuestro primogénito, a nuestro cerdo mejor cebado y a nuestra vaca más generosa como parte del diezmo impuesto al felón Sánchez gracias a su insaciable y maligna ansia de poder. Fíjense si ha sido duro el mes.
Este Februarius horribilis del sanchismo empezó con la constatación de que, en Galicia, aquello de proclamar a los cuatro vientos que tienes un amigo poderoso en Madrid que nos va a conseguir lo que queramos hace tiempo que no funciona. A fin de cuentas, lo de los caciques lo inventamos nosotros. Cuando, esta misma semana, el ministro Óscar Puente anunció con su habitual campechanía que nos olvidáramos de empezar a comprar billetes el uno de marzo para los trenes supercool que había venido a anunciarnos durante la campaña, únicamente nos confirmó lo que ya sabíamos.
La siguiente calamidad fue tener que posponer el esperadísimo reboot de la ley de amnistía. Después de dar por hecho que el acuerdo estaba hecho y sólo se estaba esperando a que votasen los “galleguiños”. Que aún la estaban peinando fue la excusa. Aunque puede que también ayudase aquel comentadísimo mensaje en clave de Núñez Feijóo avisando a Puigdemont de que si, al final, había que indultar, él igualaba la oferta de Sánchez.
Para acabar de arreglar la secuencia de infortunios, casi inmediatamente, estalla el caso Koldo, ahora ya convertido en el caso Ábalos gracias al empeño de los populares, la estrategia de defensa del propio Ábalos y la falta de visión socialista. Cuesta entender la facilidad con que Pedro Sánchez y su partido han renunciado a la ventaja que les suministraba la altura de estos casi siete años de gobierno sin un solo caso de corrupción, para bajar al lodo de un peloteo de casos de corrupción con los populares que los iguala.
Cuando tu defensa se basa en que el otro también lo ha hecho y por eso debería estarse callado, no marcas diferencia moral alguna; únicamente confirmas que a ti también te han pillado. En los casos de corrupción las víctimas somos los ciudadanos; no los partidos, tampoco los jefes de los corruptos o sus familias, mucho menos los propios corruptos; deberían centrarse en hablarnos a nosotros.
El Gobierno tiene caso mascarillas para rato. El PP ha olido sangre y Feijóo es un cazador nato; no va a soltar una presa tan fácil. Lo peor es que Koldo y sus andanzas han arruinado el plan B si no hay amnistía. Con un expediente abierto por corrupción, resistir sin presupuestos y sin mayoría en el Congreso se antoja una misión suicida; imposible si el resultado de las elecciones europeas pudiera leerse como un castigo severo al Gobierno.
Paradójicamente, puede que la única buena noticia se la haya llevado el Tribunal Supremo acreditando –por si alguien lo dudaba– que ya tienen decidido condenar a Puigdemont por cualquier medio necesario. Si eso no convence a Junts de que sería un suicidio político y jurídico no ir a esa guerra sin el apoyo aéreo de una ley de amnistía aprobada y en vigor, entonces ellos solitos se lo habrán buscado. A veces el destino escribe recto con renglones torcidos.
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