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Hasta más arriba del infinito cielo

Feijóo y Ayuso en el acto 'Europa es hispana' donde intervino la pastora Yadira Maestre

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Sin reponernos aún del esperpento al que el ex comunista Ramón Tamames llevó al Congreso de la mano de Vox, los altos mandos del PP se sumergieron en una especie de aquelarre impartido por una secta religiosa que anida y mucho en España. Ya no es hartazgo, es saturación completa. Más aun, sobrepasa la cabeza y nos sepulta. ¿Cómo hemos permitido los ciudadanos civilizados llegar a estos desvaríos? ¿Cómo puede pasar por normal convertir la política en este delirio?

Porque, además, las sumas y restas de la izquierda, si bien no entran en esas bacanales de lo grotesco, nos hacen temer un dejar el camino libre a los padrinos del adefesio. Ésos que, entre tanto, se lucran a costa del bienestar y hasta del malestar de todos.

Por supuesto que hay quienes mueven los hilos pero de tanto agitar las cuerdas de las marionetas se ha formado un nudo gordiano de tres vueltas con lazo doble de seguridad.

Lo habíamos visto en las películas norteamericanas, en las sectas que apoyan movimientos integristas de ese continente -en norte, centro y sur- brindando falsas soluciones mágicas a crédulos y desesperados. Con teorías peregrinas, involución absoluta, moralina, “cura” de la homosexualidad, machismo o sumisión de la mujer al hombre. Y resulta que están con fuerte presencia en España y que, en el afán del PP de sumar votos en las municipales, se han brindado apoyo mutuo. Ayuso y Almeida recién llegados del Vaticano, estremecidos en el amor al Papa y a la Santa Madre Iglesia Católica, Apostólica y Romana, abrazan con la otra mano a sus rivales cristiano-fachas predicadores del apocalipsis que se redime como lo manden sus hechiceros. 

Yadira Maestre de la Iglesia Cristo Viene tuvo una actuación estelar  en un festejo del PP invocando a Nuestro Señor Feijóo ¡Aleluya! y a sus subalternos -la presidenta mujer y el alcalde Almeida-, ¡Aleluya! ¡Aleluya! Aterrador espectáculo en todos sus extremos que buscaba el voto de los fieles en 769 templos evangelistas que hay solo en Madrid, como contaba Julián Macías Tovar.

Posesiones demoniacas, sanaciones, curaciones “milagrosas”, sembrado todo ello sobre inmigrantes, buena parte de ellos de piel negra, es decir, cuanto rechazan y menosprecian los conservadores españoles, al punto que han procurado incluso negarles la sanidad pública. Y Ayuso, Almeida y Feijóo moviéndose al compás de “El tiburón” con ellos para bailarles el agua.

El grueso de la comunidad evangélica española -que no parece compartir las excentricidades de la gurú evangélica del PP- se ha desmarcado de la actuación de Yadira Maestre y en un comunicado recuerda a sus pastores que no deben condicionar el voto hacia nadie. 

El aspirante a presidente de España había ido a vender su piano. Y se lanzó a una diatriba contra la Cumbre Iberoamericana. El no rendiría pleitesía a gobernantes autócratas, como hacía Pedro Sánchez… y el Rey Felipe VI, que ambos estaban allí. Con Borrell por la UE también. Ayuso aprovechó para añadir la coletilla de “narcodictadores”, teniendo a su lado a un Feijóo que tan buenas amistades tuvo en el sector de los narcos al menos.

Los medios no dieron gran pábulo inicial al nuevo tropezón del presidente del PP -suelen mimarlo mucho-, pero este lunes vieron filón y ya inauguraban la típica confrontación que lava la barbaridad de Feijoo al equiparar las sectas cristo-fachas con gobiernos democráticos.  TVE, por ejemplo.

Una se imagina a los feligreses de misa diaria -católica- asistiendo a esta afición de sus líderes, a la propia jerarquía de los obispos, y no sabe qué pensar, aunque la experiencia nos enseña que el catolicismo tiene la gran ventaja de perdonarlo todo en confesionario.

Y, entonces, piensas que con este desquicie de la derecha, la izquierda lo tiene hecho, que menuda inyección les ha dado el oscurantismo ultra. A esa izquierda que llaman “a la izquierda” del PSOE, aunque no precisamente muy lejana, ni muy izquierda si nos atenemos a ciertas baronías y jarrones chinos.

 Pues no. He dejado de querer enterarme al detalle de lo que hacen y dicen -tan tedioso, tan incómodo- para mirar más al fondo. Cuentan que habrán de ponerse de acuerdo y lo harán; algunos pasos se ven -dicen-. No lo sé, ni me despierta grandes expectativas. La marejada no ha parado de agitarse y esos fenómenos violentos siempre dejan huellas. Lamento que el aval de una poderosa gestión no se acompañe de la perspicacia suficiente para desoír cantos de sirena. Más que egos, se observan rivalidades, rencor, odio. Movimientos al son del acomodaticio y siempre frustrante mal menor. Declaraciones varias aquí y acullá. algunas de las cuales dan una pizca de vergüenza ajena. Y al final es que en el eje se encuentra esa cuestión con forma de puñal: “La traición es en gran medida una cuestión de hábito”. Lo dijo un gran conocedor del mundo real: John Le Carré.

    Cortedad de miras, escasa reflexión. Les veo tan contentos a los cocineros de la nueva sopa de letras -tan imprescindible dado que no había otra igual ni parecida, ni anterior, ni futura posible-, a sus patrocinadores, que quizás hasta me equivoque. Seguro que se han fijado, se les ve mucho. Pero si todo ese conglomerado que tizna, insulta, inventa, caza y destruye hasta reputaciones personales, se queda tranquilo así, igual indica algo. De alguna cosa, o algún alguien en alguna parte, vamos, me digo emulando a un egregio humorista, que es la forma de llorar con una sonrisa.

  ¡Aleluya!

  

 

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