¿Dónde está el machirulo?
Lean, si aún no han escuchado el vomitivo audio que se coló en RTVE durante la retransmisión por Facebook de los Goya sobre algunas de las invitadas que desfilaron sobre la alfombra roja:
“Esta se llama Marta Nieto y, te digo una cosa, es la más buena de todas porque las demás eran todas esqueletillos. Solamente la Nathy Peluso y una que parecía un putón verbenero, llena de tatuajes, que yo digo 'no sé de dónde han sacado a esta'. Esta cobra seguro, pero puta, puta, puta seguro. Qué pintas, macho”.
Así sonó el machirulo, igual que la voz de otros tantos que aún presumen de su asqueroso machismo sin disimulo. Ellos son siempre trepas. Ellas, putas. Por cómo visten, por cómo andan, por cómo se tatúan, porque llevan la falda corta o el escote largo, por el lugar que ocupan, porque opinan, porque piensan, porque molestan, porque están en la esfera pública, porque son críticas…
Hay mil razones por las que el machismo ejerce la violencia, física o verbal, sobre las mujeres. ¿Y aún hay quien se pregunta por qué sigue siendo necesaria la lucha por la igualdad, el 8M, las pancartas y la denuncia? Aunque solo fuera por el caso que abre esta columna. Una somos todas y el sinvergüenza que vertió sobre las artistas semejantes comentarios no ha tenido el coraje siquiera de decir “fui yo”. El muy cobarde sigue escondido, al igual que quien le escuchaba y reía la “gracia” sin una palabra de desaprobación o condena. Así seguirán. Escondidos y probablemente, ni avergonzados ni arrepentidos. No estaría de más un hashtag que preguntara en los próximos días #dóndeestáelmachirulo?
Ha pasado justo ahora que acaba de estrenarse Nevenka, un documental dirigido por Maribel Sánchez-Maroto emitido por Netflix que resume en sólo tres capítulos la denuncia de la concejal de Ponferrada contra el alcalde Ismael Álvarez en 2001 por acoso sexual y nos recuerda de dónde venimos y dónde estamos en esta España que hace 20 años linchó política, social y mediáticamente a la víctima.
¿Volvería a pasar? Es la pregunta que sobrevuela el documental. Ha pasado no hace tanto en el caso de La Manada con alguna defensa de los violadores y algún que otro intento de linchamiento mediático a la víctima de aquella brutal violación. Y volvería a pasar, seguro, habiendo tipos como los de la voz que se coló en la retransmisión de los Goya 2021. ¿Acaso lo dudan?
Cierto que hay normas que consagran ya la igualdad legal entre hombres y mujeres, que con el MeToo y la eclosión del feminismo como actor político se han iluminado muchas zonas de sombra y que hoy la inmensa mayoría de hombres condena sin paliativos a quienes acosan, insultan, matan o ejercen algún tipo de violencia contra la mujer, pero también que el machismo sigue ahí, a pesar de que la sociedad decidió hace muchos años afrontar públicamente el objetivo de erradicar la violencia contra la mujer como máxima expresión de discriminación.
Pese a ello, este grave atentado contra la dignidad de las mujeres, incompatible con los valores de nuestro ordenamiento jurídico, aún permanece presente en la sociedad, también entre los más jóvenes, donde la violencia machista prolifera por el mundo digital -que es su mundo- sin que muchas adolescentes sean conscientes de que la sufren. Algunas son, seguro, hijas, hermanas o sobrinas de quienes niegan aún la violencia machista, la brecha salarial, el techo de cristal, la desigualdad real o que las mujeres siguen sin tener suficiente representación en la vida pública y la toma de decisiones, tal y como refleja un reciente informe del secretario general de las Naciones Unidas.
El 8M de 2021 -pese a la pandemia, las restricciones y el negacionismo de la derecha que en España siempre llegó tarde al reconocimiento de todos los derechos- es un buen día, pero no el único, para reflexionar sobre los avances, reivindicar nuevos cambios y celebrar la valentía de aquellas que tuvieron antes un papel decisivo en la historia del feminismo. El de 2022, por desgracia, también lo será porque en el mundo hay aún 2.700 millones de mujeres, según datos de la ONU, que no tienen las mismas opciones laborales que los hombres y porque una de cada tres sigue sufriendo violencia machista. Aún queda mucho.
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