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El milagro Feijóo

Alberto Núñez Feijóo, en O Porriño (Pontevedra).

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Érase una vez un líder recién estrenado que aún debía ensayar su proyecto político. Que carecía aún de modelo de partido. Que tenía pendiente resetear a su medida una organización política. Que no había presentado en sociedad su modelo de país, más allá de una España sin impuestos. Y al que sus apenas 15 días de liderato solo han servido para tomar distancia de tres gobernantes de su partido: Mañueco no existe porque Vox contamina, a Ayuso hay que hacerle poco caso para no acabar como Casado y de Almeida hay que escabullirse mientras no se conozca el alcance de la estafa de las mascarillas y hasta dónde llega la desnutrición moral de los comisionistas amigos del alcalde o de su primo.

Érase una vez un todavía presidente de Galicia, que con esa pesada carga en la mochila, ya acariciaba la presidencia del Gobierno. Fue llegar y besar el santo. “Feijóo adelanta al PSOE, ganaría las elecciones y reduce la presencia  de Vox. ”El PP de Feijóo ganaría al PSOE por 24 escaños“. ”Feijóo sienta bien al PP: empata con Sánchez y aumenta la distancia con Vox“. ”Feijóo protagoniza un subidón y se acerca peligrosamente al PSOE“. ”El PP de Feijóo remonta y supera a un PSOE que se deja más de tres puntos“. Titulares a toda página para enmarcar y colgar en las paredes de una sede que llegó a estar en venta y ya no. Todo sin despeinarse. 

Érase una vez el milagro Feijóo. Ese hombre que quiere diferenciarse de Vox y que no se acerca a los de Abascal ni de lejos, aunque el popular Mañueco tenga que escuchar que en la calle Génova es un proscrito por gobernar en coalición con la ultraderecha. Mejor evitar que curar no vaya a ser que salga otra fotografía que persiga a Feijóo de por vida. Si de algo sabe este gallego es de fotos con malas compañías.

Érase una vez un político del que se dice que es previsible, pragmático, realista, moderado, que no sabe improvisar, que detesta el dogmatismo y que así solo, sin más, acaba de ganar las encuestas. Donde se dice ganar, se puede leer arrasar porque lo suyo ha sido meteórico. Tanto, que dicen sus partidarios que el milagro ha sido posible porque se trata de un hombre forjado en el conservadurismo tolerante, aunque su gran aportación haya sido decir que Pedro Sánchez “no tiene corazón” porque no baja los impuestos y que quiere seguir de presidente a toda costa.

Érase una vez un señor que, a la espera de que sepamos el próximo domingo si Macron sigue siendo o no presidente de Francia y si esta semana Moreno convoca o no las elecciones andaluzas, él sin pasar por las urnas, con el escándalo de los comisionistas “de la saca” en pleno apogeo y con una operación de blanqueo de Vox tras convertirle en socio de gobierno en Castilla y León,  ya está con un pie en La Moncloa. Así se desprende de los análisis de la derecha política y mediática.

Érase, pues, un partido que festeja las encuestas como si fuera el resultado de las urnas cuando aún falta más de año y medio para las elecciones y cuando lo que ha hecho la demoscopia no ha sido más que llevar al PP al mismo sitio dónde lo dejó Casado el pasado otoño antes de enfrascarse en la guerra contra Ayuso y provocar una grave crisis interna. Esto es exactamente estar en unos casos ante un empate técnico con el PSOE y en otros, por delante pero sin posibilidad alguna de gobernar en solitario. 

Érase una vez un Feijóo que, con toda su experiencia política, sus cuatro mayorías absolutas en Galicia, su moderación y su pragmatismo, sigue teniendo los mismos tres problemas que tenía Casado: la ausencia de proyecto, la corrupción y su relación con la ultraderecha. 

Érase, en definitiva, unas encuestas que dicen lo mismo que decían tras el verano pasado: que el PP crece a costa de un Ciudadanos desaparecido y que el PSOE se estanca. Entonces, a diferencia de ahora, no puntuaba el efecto luna de miel que arrastra todo liderazgo renovado. Estaba Casado, que hoy ya no está porque le han echado. 

Érase, por tanto, un líder político bien valorado por la derecha y por la izquierda al que le hará falta algo más que volver en las encuestas al mismo sitio donde estuvo ya el PP de Casado no hace tanto. Primero, que se convoquen elecciones, algo que no está en el horizonte inmediato de Pedro Sánchez. Después y sobre todo, aclarar hasta dónde está dispuesto a llegar en su relación con Vox. Esconderse no siempre podrá ser una opción con la que salir del trance. En algún momento tendrá que retratarse. Esto, además de ganar las elecciones, claro. 

P.D. En La Moncloa dicen no estar preocupados porque atribuyen cierta intencionalidad a la proliferación de encuestas que propulsan hoy a Feijóo como antes lo hicieron con Casado y porque sostienen que los datos de afiliación a la Seguridad Social, de consumo y de contratación indefinida van como un tiro, igual que la recuperación del turismo.

Deberían estarlo, más allá de que cada semana se multipliquen los sondeos con fines políticos.

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