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El mundo rural como coartada

Rehala de perros sometidos a la caza

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Tienen licencia para matar, pero no les parece suficiente. Quieren licencia para maltratar. Tienen, como han tenido siempre, una coartada perfecta: la defensa del mundo rural, tan maltratado también. Son gente que se manifiesta poco por las causas más justas, pero que está dispuesta a coger el petate para clamar por su presunto derecho a la violencia. La convocatoria es para el próximo domingo 20 de marzo y a la marcha asistirán ganaderos, cazadores, galgueros, criadores de toros para tortura. Ir con agricultores los disfrazará de personas de bien, como si fuera lo mismo regar tomates que meter un tiro, como si fuera lo mismo escardar cebollinos que clavar banderillas, como si fuera lo mismo sembrar trigo que sembrar el terror. Quieren parecer trigo limpio.

Los de la escopeta y la cadena y el anzuelo y el estoque dicen que quieren “un mundo rural vivo”. La realidad es que reclaman que siga protegiéndose el abuso que ejercen contra los otros animales; la impunidad institucional y mediática de la que goza su violencia; la infamia de que un herbívoro sea criado para el espectáculo de su tortura; el desastre ecológico y moral que conlleva el amparo que exigen para que cerdos o pollos sean su víctimas en las granjas, que son su infierno y el de la tierra que contaminan; la apropiación del monte y los caminos, que transforman con sus disparos en lugares de alto riesgo para los animales que son su cruel objetivo y para los perros a los que obligan a acompañarlos, a los que utilizan como si fueran herramientas que no sienten el frío, el hambre, los golpes, el miedo, la soledad a la que los someten. Y para cualquiera que se cruce en esos caminos, como le pasó hace pocos días a Nerón mientras realizaba con su familia una ruta senderista por el Parque Natural de la Sierra de Baza, en Granada. Dio con uno de esos cazadores que se desgañitarán el domingo por un “mundo rural vivo” y acabó asesinado.

Los lobbies de los maltratadores de animales, principalmente asociaciones de cazadores, se manifestarán en Madrid contra la Ley de Protección Animal en defensa de las “tradiciones”. Quieren que los perros de las rehalas, víctimas directas de su violencia, queden excluidos de la protección de la ley. Quieren que los galgos, los podencos o todos los perros que usan en sus sangrientas batidas y monterías sigan encadenados, encerrados en zulos, recibiendo palizas. No tienen bastante con que la Junta de Andalucía haya declarado ese maltrato Bien de Interés Cultural, blindándolo así frente a la preocupación del Parlamento Europeo, que ya se dirigió al Gobierno español y a las Comunidades Autónomas para que se cumpla el Tratado de Lisboa, donde se reconoce a los animales como seres sintientes. Tampoco tienen bastante con las subvenciones públicas que reciben, como los 563.000 euros que se embolsó en 2020 la Fundación Artemisán, cabeza visible de la convocatoria a la manifestación del 20 de marzo.

Ellos, que son antianimalistas, antiecologistas y antiambientalistas, llaman “lobby verde” a la sociedad del siglo XXI, a la cultura que defiende los derechos de los animales, la que alerta de la situación crítica del medio ambiente, a la que aspira a una transición alimentaria que no contemple los modos ni los métodos agresivos y obsoletos de esos manifestantes donde hay también mucho señorito de apellido rimbombante. Para aparentar que no seguimos en La escopeta nacional han atraído hacia sus consignas a otras pequeñas organizaciones del medio rural. Pero ellos siguen. Desprecian los derechos de los animales, desprecian la aspiración a una transición agroecológica, desprecian el progreso. No les avergüenza mentar a Ucrania para apoyar  su discurso falaz: “La función principal de los agricultores y ganaderos, la producción de alimentos, no puede quedar relegada a un segundo plano, y situaciones como la sobrevenida tras la invasión de Ucrania vuelven a ponerlo de manifiesto”, proclaman.

Pero lo que ponen en cuestión no es la dependencia del sistema agroalimentario español de la importación de grano y piensos para alimentar a los individuos que llaman ganado, pues desprecian los conceptos mismos de sostenibilidad, soberanía y seguridad alimentaria. Lo que quieren es que no haya restricciones ambientalistas para su explotación, que es principalmente ganadera. No es el mundo rural el que está en crisis por la guerra en Ucrania, sino los ganaderos, porque España se ha convertido en la macrogranja de cerdos de Europa y esa industria es dependiente de las materias primas que vienen de Rusia y Ucrania, aunque plantar alimentos para los animales ocupe el 66% del suelo cultivable español. Contra eso no protestan los explotadores del 20 de marzo, pues su verdadera preocupación es el exiguo Pacto Verde Europeo y lo que quieren es más. Si pudieran, harían del 100% del suelo español su coto de caza, su zulo de perros, su granja macro, media o mini, su coso taurino. Esa es la gente que va a manifestarse el 20 de marzo, con la cortada de la defensa del mundo rural. Crecidos por los triunfos de las derechas y las ultraderechas que son o que los acompañan.

Frente a ellos, las personas que defienden a los animales y abogan por un sistema alimentario y social más justo han organizado un TweetStorm para que se oiga su voz en la red, ya que no cuentan con los medios económicos del lobby cazador, ganadero y taurino. Las asociaciones Free Fox y Lolita Raposa convoca n a un acto informativo el mismo domingo 20 de marzo en la plaza de Callo de Madrid, bajo el lema 'Mundo Rural sin Maltrato Animal'.

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