Nacionalistas y liberales
La cadena humana que hoy atravesará Cataluña se produce después de que el President Artur Mas haya dicho tres cosas distintas, casi al tiempo, respecto del objeto de la convocatoria.
Primero, que el referéndum se haría en 2014; luego, que en 2016; y después, que si no había referéndum, las elecciones autonómicas serían plebiscitarias.
Mientras hace piruetas contradictorias y trata de subirse, como hace justo un año, a esta movilización que se presenta como masiva, Artur Mas mantiene abierta una línea de comunicación, vocacionalmente secreta, con Mariano Rajoy, el ausente. Pretende Mas obtener el dinero suficiente para salir de la situación de práctica quiebra en la que se encuentra Cataluña y a cambio modular la convocatoria de un referéndum en el que no se si alguna vez ha creído.
En la línea de “la culpa la tiene siempre los otros”, en Cataluña se ha instalado la idea, como un axioma, según la cual la responsabilidad de la crisis económica la tiene España, ente presentado como un todo uniforme, compacto y enemigo. La conclusión es tan lógica como posiblemente mentiorsa: si nos libramos de España, saldremos de la crisis. Da igual que esto sea cierto o no, argumentado o simplista, el caso es que ésta conclusión está instalada en la agenda de buena parte de los catalanes, no sólo de los nacionalistas.
La otra idea, a cuya socialización asistimos en la pasada Diada, y es más que probable que se refuerce en ésta, es que la independencia es un objetivo alcanzable, deseado y compartido por una mayoría de catalanes, nacionalistas y no, de derechas e izquierdas. La Independencia es, por tanto, la solución a los problemas y está demandada por la mayoría, según el marco de referencia nacionalista.
Bien, lo cierto es que Artur Más convocó unas elecciones autonómicas anticipadas en 2012, guiado de su profundo conocimiento del pueblo al que lidera, en las que pretendía alcanzar la mayoría absoluta, establecida en 68 escaños. La verdad es que CiU no solo no logró la mayoría absoluta, es que pasó de los 62 escaños que tenía en 2010 a los 50 que ocupa ahora. Batacazo. Un exceso de vista. Mientras, ERC se aupaba a la segunda posición como independentista fetén y la suma del voto nacionalista, a pesar de la entrada de CUP, y por la caída de CiU, perdía más de un punto (del 47,9 al 48,7). En una convocatoria que tenía algo de referéndum, hubo menos votos nacionalistas.
También hubo menos votos de los partidos contrarios al referéndum, lo cual nos hace pensar en que existe un sector de la población catalana --no presente en la agenda política, ni en los medios de comunicación--, que ni tiene interés en el referéndum, ni le importan los asuntos que se presentan en estado de efervescencia, ni le angustia si Catalunya sigue como esta o cambia de estatus.
Quizás este sea uno de los ingredientes importantes, aunque no visibles, en la situación catalana: el importante número de catalanes que se muestran al margen de las urgencias nacionalistas catalanas y remisas ante el radicalismo españolista.
¿Es posible pensar que hay catalanes que ni quieren la independencia ni quieren el centralismo; que les gustaría una vía de acuerdo que pase por más autogobierno, por un arreglo en los sistemas de financiación, por una convivencia sin permanentes tensiones?
En los últimos años hemos asistido a un ejercicio de retroalimentación entre el nacionalismo y el ultranacionalismo español -político y mediático- y el nacionalismo y ultranacionalismo catalán -político y mediático-. En ese contexto de enfrentamiento, resulta curioso comprobar como Mas y Rajoy comparten la misma idea respecto de la voladura del Estado de Bienestar y el ataque a lo público, mientras encarnan dos nacionalismos enfrentados en régimen de algarabía (Rajoy). La verdad es que parecen más enfrentados de cara a sus respectivas clientelas que en la realidad, a tenor de las conversaciones secretas que sostienen.
Bien, hay un sector de la población catalana que ha roto sus vínculos con el resto de España, que no quiere saber nada de lo que denominan España y que hoy se manifiesta en Cataluña. Mas se sube a la cresta de esa ola, hasta ahora con un batacazo electoral y con disensiones en su propia coalición -la actual dirección de Unió no es independentista-, y en parte de los sectores empresariales que le apoyan pero que no quieren romper con el resto de España.
Es posible que la forma en que el liberal Mas está llevando este desencuentro con el resto de España se traduzca a medio plazo en un alto nivel de frustración entre los propios catalanes, sobre todo si Convergencia hace compatible su radicalidad verbal con el llegar a acuerdos con Rajoy para salir de atolladero económico.
Mientras, Rajoy y Mas comparten objetivos en el ataque a lo público, el desmantelamiento del Estado de Bienestar y en la regresión de derechos de los ciudadanos.