La naturaleza sigue indefensa ante las escopetas
Esta semana se han producido dos noticias que vuelven a poner de manifiesto el lamentable nivel de indefensión que sufre nuestra naturaleza por parte de los escopeteros.
Por una parte el pasado martes un desalmado disparó y mató a una pareja de cigüeñas que criaba en la iglesia de Valverde de La Virgen, un pequeño pueblo de León. El Servicio de Protección de la Naturaleza de la Guardía Civil (SEPRONA) está investigando los hechos para dar con el autor de los disparos.
Por otra parte, este viernes se celebró el juicio contra un cazador furtivo que el pasado día de Reyes encañonó con su escopeta a un agente forestal amenazándolo de muerte tras ser sorprendido por éste en el Parque Natural del Señorío de Bertiz, un espacio protegido del Valle de Baztán (Navarra). Por cierto: el acusado iba acompañado de su hijo, menor de edad.
Todo ello mientras hoy, 21 de enero, se cumple un año del asesinato a sangre fría de dos agentes rurales a disparos de un cazador. Y digo a sangre fría porque los disparos se realizaron a muy corta distancia y la autopsia de los cuerpos de los agentes reveló que fueron rematados en el suelo por el cazador. Por cierto: los dos agentes rurales iban desarmados.
Osos, linces, quebrantahuesos, águilas imperiales… el numero ejemplares de especies protegidas y en peligro de extinción muertos por disparo en España no para de crecer. En este rincón del diario recogemos algunos de los casos más humillantes, como el del oso pardo abatido a tiros en Muniellos pero es imposible darles cuenta de todos ellos, no haríamos otra cosa. Y es que la caza furtiva sigue siendo una de las mayores amenazas para la conservación de la biodiversidad en nuestro país.
Para afrontar esta situación es necesario revisar el reglamento de la caza para someter a los cazadores a un mayor control, y también que el código penal eleve las penas por delito contra la fauna para que sean verdaderamente disuasorias. Un ejemplo, al tipejo que mató a las cigüeñas de la iglesia de León le podría caer como máximo una pena de dos años de cárcel y cuatro sin licencia de caza.
Y luego está lo de las constantes amenazas a los agentes forestales y medioambientales que velan por el cumplimiento de las leyes de caza y la protección de la naturaleza.
Ruedas pinchadas y coches quemados, pintadas en las calles, amenazas a la familia, intentos de apuñalamiento, agresiones verbales de todo tipo… ser guardabosques en España es una de las profesiones de mayor riesgo, pero el amor a la naturaleza y su compromiso personal en defenderla es aún más grande.
Como reclamábamos hace unos meses necesitamos más guardabosques y mejor equipados para hacer frente al aumento de agresiones a la naturaleza y no tener que lamentar más muertes entre quienes dedican su vida a defenderla.
“Zazi, Zazi, edo tiratuko dizut” (Quita, quita o te pego un tiro). Eso fue lo que escuchó el agente forestal de Baztán al verse encañonado por el furtivo, echarse al suelo y darse por muerto. Imagino el terrible susto que se llevó. Aún así, tuvo el valor de levantarse y echar a correr tras el cazador. “Bertzela tiratuko dizut” (Si no te vas te pego un tiro) volvió a gritarle. Pero el no dejó de perseguirlo mientras avisaba a sus compañeros de la policía foral para que acudieran en su auxilio.
Es increíble que sigamos todavía así. Es humillante que los 6.000 agentes forestales y medioambientales de nuestro país tengan que recurrir al amparo de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado para defenderse de las agresiones que sufren. Es una vergüenza que sigan sin poder ejercer su función como lo que verdaderamente son: un cuerpo de policía especializado en la custodia y salvaguarda del patrimonio natural y medioambiental, por lo que deberían tener las mismas competencias jurídicas y el mismo nivel de autodefensa que el resto de policías del Estado. El otro día en Bertiz volvimos a rozar la tragedia. Esperemos que no tengamos que volver a lamentarlo.