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La nueva anormalidad

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Jesús Cintora

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Me encuentro cada vez a más gente cabreada con el ambiente político. La crispación y teatralizar la política es una patada en la espinilla del personal que bastante tiene con afrontar sus problemas del día a día. Hay un aviso a navegantes: si los políticos desbarran, la gente desconecta o puede apoyar a las posiciones más extremas. Es posible que sea lo que buscan algunos, pero todos los que no deseen esto deben estar a la altura.

Cerramos una semana cargada de insultos, salidas de tono, fanfarroneo… Circo. Creo que hay un sentir en la calle de que la política nos cuesta un dinero y deben ganárselo. Para ver determinados espectáculos ya tenemos a los profesionales del western o de la comedia. Un país con miles de muertos por el coronavirus, un sistema sanitario que reforzar, despidos e incertidumbre laboral no merece lo que estamos viendo estos días en el panorama político.

Es muy propio de los equipos malos empezar a dar patadas y emponzoñar el juego para hacerlo sucio y tratar de llevarse así el partido. Los que no quieren tirarse al barro tienen la opción de jugar limpio o de entrar al trapo. Si hay intercambio de golpes, habrá lesionados por ambas partes y, cuando acabe el duelo, poco importará quién empezó primero. Lleva las de ganar el que tiene costumbre de jugar guarro. Era su estrategia: a río revuelto, ganancia de pescadores.

Me encuentro con mi vecina Amalia, que me pide que no olvidemos a los sanitarios. Me habla de sueldos base de 900 euros y horas de guardia que no llegan a los 4. Me ruega que no dejemos de hablar de los hospitales, de los ambulatorios, de las residencias de ancianos... Hay salarios de miseria, despidos, agotamiento entre los trabajadores, abusos y unos cuantos aprovechados. Ahora y en los últimos años. A pesar de esto, los profesionales no dejan de dar la talla cada día. Ellos no dan la nota, pero piden soluciones.

Amalia y tantos otros no practican, ni les sale rentable tanto insulto, amenazas, bulos, posturitas y pavoneo. Es la puesta en escena ante una sociedad que, por lo general, no es así. Aunque corra el riesgo de contagiarse de ese mal rollo. Los juegos de poder son malas artes que, como mínimo, debieran disimularse. Son trampas que el pueblo no merece. La gente ya ha votado unas cuantas veces en los últimos años, por más que haya quien esté maquinando con encuestas e intenciones de voto a diario. Como si fuera su alimento.

Y ojo, porque hay una salida falsa a todo esto: pensar que todos son iguales. Entonces, pagarán justos por pecadores. Y otra conclusión aún peor: creer que los políticos no sirven para nada. No lo creo. No servirán las malas prácticas políticas o los malos políticos, pero la política en sí, si no la hacen unos, te la harán otros. Y te aseguro que no será el mercado el que reordene y combata los desequilibrios, la injusticia o la desigualdad. Eso es lo que algunos quisieran, que esto fuera ingobernable para hacer y deshacer a su antojo y llevarnos hacia una nueva anormalidad.

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