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Outra Máis

La sala del largo juicio que acabó sin culpables.

Antón Losada

Las armadoras piratas que se hacen de oro fletando petroleros fantasmas para transportar mercancías de alto riesgo habrán celebrado la sentencia del Prestige con champagne. A todos los demás nos dejan brindar con chapapote. Podría haber sido peor. Al menos la responsabilidad civil se ha cargado contra la aseguradora. Nos queda la leve esperanza de recuperar una mínima parte de la enorme factura que ya hemos abonado con nuestros impuestos por la avaricia de armadores y aseguradoras, o la incompetencia de los decisores políticos que querían mandar el barco al quinto pino. Pero no se ilusionen, seguramente también se acaben librando a base de dinero y buenos abogados.

Polycommander (1970), Erkowit (1973), Urquiola (1976), Andros Patria (1978), Cason (1987) o Mar Egeo (1992). La lista de desastres se hace larga, pero da igual. Galicia siempre se recupera. Así que esta vez tampoco será “Nunca Máis”. Será “Outra Máis”, otra más. Nadie es culpable, pagamos todos.

Cada año navegan por delante de las costas gallegas cerca de mil barcos tan peligrosos o más que el Prestige. Sus armadores ya saben que hacen muy bien. Cumplir la ley marítima sería de tontos y supondría perder dinero aún más tontamente. Carece de consecuencia penal incumplir la normativa, operar un barco que debería estar desguazado, contratar una tripulación tan barata como ignorante, elegir a un capitán ciego y mudo, o regar el mar con fuel mientras negocia el rescate del barco con la aseguradora. A los que hacen el negocio otra vez les sale gratis, otra más.

En el banquillo de los acusados, sentencia el tribunal, no estaban aquellos a quienes podían condenar. Solo estaban quienes carecen de responsabilidad. Faltaban la armadora, la empresa privada americana (ABS) que expidió el permiso de navegación o los técnicos que lo avalaron. Faltaban todos los culpables de lo único que se considera realmente probado: el fallo estructural del barco y su ocultación dolosa. Los piratas otra vez se libran, otra más.

En el banquillo solo se encontraban el capitán, el jefe de máquinas y el exdirector general de la Marina Mercante. Tomaron decisiones, pero parece que son poco responsables porque nadie puede asegurar qué habría pasado si hubieran decidido diferente. Al parecer, tener un barco seis días a la deriva vertiendo fuel a lo largo de las costas de Galicia no es una temeridad o una imprudencia. Representa una decisión “cuestionable pero parcialmente eficaz”. Los responsables otra vez salen impunes, otra más.

La conclusión es obvia. O la instrucción de más de once años y miles de folios está mal hecha, o el macrojuicio de más de ocho meses está mal hecho. Los culpables no estaban y solo había inocentes. No hay excusas. La sentencia del Prestige supone el mayor fracaso de la historia de la Justicia española. Parecía difícil batir otros desastres judiciales catastróficos, pero otra vez lo han conseguido, otra más.

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