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Pase y vea, president

La JEC da 24 horas a Torra para cumplir la retirada de lazos amarillos y, si no, le exigirá responsabilidades

Antón Losada

Que la decisión de la Junta Electoral Central (JEC) sobre los lazos amarillos resulta más que discutible parece obvio. Su argumentación para negar el derecho de los funcionarios y trabajadores públicos para expresarse políticamente en los espacios institucionales se antoja tan débil como contradictoria. Llevada al absurdo, supondría la imposibilidad de manifestarse políticamente en cualquier espacio institucional dado que siempre habrá alguien que podrá alegar su molestia o desacuerdo.

Limitar la presencia de símbolos a aquellos políticamente neutros en nombre, precisamente, de la neutralidad de los espacios públicos conduce al estrambote de proscribir la política de lo público. ¿Si posicionarse políticamente en los espacios públicos está mal, ¿dónde estaría bien entonces, solo en tu cuarto de estar? Además, por definición, no existen los símbolos políticos neutros; ambas condiciones se excluyen.

Cuestión distinta plantea la imparcialidad que debe garantizar el uso de los espacios públicos e institucionales durante un periodo electoral. No estamos ya ante un problema de libertad de expresión sino de garantizar la libre e igual competencia política. Lazos y esteladas se manejan y cuelgan porque representan símbolos políticos y también porque van asociados a opciones electorales concretas. No digamos ya aquellos carteles donde aparecen los presos que van a ser candidatos en las próximas elecciones. Los espacios públicos deben permitir la expresión política pero también probarse imparciales en la competencia electoral.

Todos los partidos concurrentes van a participar en unas elecciones donde han aceptado unas normas comunes para competir. De acuerdo con tales reglas, quien decide en exclusiva sobre estas discrepancias electorales es la JEC. Cuando gusta aquello que resuelve y también cuando disgusta. Si cada competidor comienza a escoger, de acuerdo con su leal saber y entender, qué decisiones atiende y cuáles no, entonces estaremos ante el principio de desastres aún peores. Imaginen que la JEC hubiera decidido que las famosas ruedas de prensa de los viernes del Gobierno debían suspenderse hasta el 28A pero Pedro Sánchez hubiera decidido continuarlas porque el derecho a la información de los ciudadanos le parece sagrado; estaríamos espantados y con razón.

El independentismo no debería convertir todo en una batalla porque se agotan ellos y nos acaban extenuando a los demás. A veces conviene parar. Hay que saber elegir las causas y los combates y empeñarse sólo en aquellas que efectivamente se puedan ganar. Y éste no se puede ganar, ni política ni jurídicamente; por mucho que aún se pueda recurrir ante el Tribunal Supremo. Es mejor pasar y ver, esta vez.

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