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Reconocimiento a una arquitectura fruto de la necesidad de una vida digna para los más pobres

Interior de una de las casas temporales construidas en Onagawa, tras el terremoto de marzo de 2011

Fernando Caballero Baruque

El arquitecto japonés Shigeru Ban ha recibido el premio Pritzker (equivalente al Nobel de arquitectura). La lista de los Pritzker es una relación de los grandes maestros de la arquitectura del último cuarto del Siglo XX hasta la actualidad y algunos se corresponden con el estereotipo del gran arquitecto que tiene interiorizada la sociedad… Algunos.

Muchos otros no y hay quienes son exactamente lo contrario. A diferencia de los Nobel de física, economía o matemáticas, de alto contenido empírico y cuyas investigaciones son medibles y tasables, el Pritzker de arquitectura, como el Nobel de literatura o de la paz, incorpora un grado de subjetividad que tiene mucho que ver con las corrientes de pensamiento imperantes en el momento en que se concede.

Shigeru Ban es un arquitecto comprometido con las dificultades de su tiempo, de su sociedad y de su entorno. Desde el inicio, su trayectoria está llena de respuestas sencillas a problemas gravísimos. Ha conseguido convencer al mundo de que las construcciones de emergencia -lo que se conoce como “habitabilidad básica”- , extremadamente baratas, y rápidas de ejecutar pueden tener un grado de “calidad arquitectónica” comparable al de cualquier edificio emblemático.

“Calidad arquitectónica”. No vamos a hablar de lo que es eso en un medio de prensa generalista. Digamos sólo que ante los problemas derivados de las múltiples crisis económicas, sociales, políticas, climatológicas o sísmicas que un día sí y otro también suceden por todo el planeta, la sociedad actual, suficientemente sensibilizada, entiende la “habitabilidad básica” como una respuesta a la desgracia y a la pobreza que debe estar preparada para producir, ejecutar y mantener de forma inmediata y en cualquier parte del mundo. Uno de los principales componentes de la “habitabilidad básica” es algo tan sencillo pero tan importante como la “dignidad humana”. Y precisamente ahí, en la dignificación de las construcciones, de los barrios y de las ciudades interviene la “calidad arquitectónica”.

Viviendas tras el terremoto (Kobe, Japón)

Viviendas tras el terremoto (Kobe, Japón)¿Se acuerdan de las matanzas de Ruanda y de los millones de refugiados a que dio lugar? Pues por aquellos años Shigeru Ban ideó algo tan simple como un tubo de cartón. Uno de esos canutos que hemos usado toda la vida para guardar planos y posters pero más grande. Lo suficiente para que pudiera utilizarse como un pequeño pilar, una pequeña viga o para que pudiera sustituir a una hilera de ladrillos. Un material sencillo y barato con unas prestaciones tanto para estructura como para cerramiento increíbles. Con una transmisión térmica prácticamente nula, unas posibilidades de fabricación infinitas, fácil de transportar y de montar en obra. Que no pesa y que se puede cortar con un serrucho. Por si esto fuera poco está hueco, es decir, por dentro pueden pasar todo tipo de cables e instalaciones. Y si se necesita más resistencia se puede rellenar de hormigón. Es en sí mismo un encofrado.

Otro de los principios de la “habitabilidad básica” es el trabajar siempre con materiales locales y en Ruanda lo que hay son bosques. Shigeru Ban mostró su tubo a Naciones Unidas, y no le fue difícil convencerles de que podía utilizarse para la construcción de cabañas en lugar de talar árboles.

Hoy tiene ya una larga trayectoria de construcciones de este tipo. Ha creado escuela construyendo pequeñas casitas y edificios de viviendas, pabellones polivalentes (como el del IE en Madrid), iglesias y hasta un Centro Pompidou. El uso de los tubos en estructuras ligeras para cubiertas lo hace ideal para construir grandes espacios de forma industrializada y por tanto barata.

La implantación masiva de los composites en la construcción y por tanto la capacidad de emplear materiales orgánicos, abrirá año tras año inmensas posibilidades de utilización constructiva a los tubos de Shigeru Ban, pero con la vuelta de tuerca que supone fabricarlos a base de residuos y deshechos reciclados de los vertederos que proliferan en las grandes aglomeraciones urbanas del tercer mundo. Desgraciadamente el cambio climático proporcionará suficientes ocasiones para que podamos comprobar sus bondades.

Shigeru Ban es lo que llamaríamos un arquitecto “minimalista”, sólo que a diferencia de otros magníficos “minimalistas” premiados con el Pritzker, como su compatriota Tadao Ando, el suizo Peter Zumthor o el australiano Glenn Murcutt, su minimalismo tiene sus raíces en la necesidad de una vida digna para los más pobres. Les sugiero que lean con cariño a Joan McDonald, viceministra de Vivienda y Urbanismo del gobierno de Patricio Aylwin en Chile, tras dictadura de Pinochet. Decía cosas como ésta: Los arquitectos debemos salir de nuestra torre de cristal, de la especialización y de los referentes de la arquitectura occidental. Hay que llegar de la gente a los proyectos y no al revés”. Esta observación hoy está plenamente aceptada. Lo interesante es que ella lo decía hace 30 años.

Por cierto, desde 2010 y con la excepción del portugués Eduardo Souto de Moura, el Pritzker no sale de Asia. Tres japoneses, el estudio SANAA (Kazuyo Sejima/Ryue Nishizawa), Toyo Ito y ahora Shigeru Ban, y el chino Wang Shu (otro especialista del reciclaje) lo llevan acaparando. El centro de gravedad de la economía mundial se desplazó hace tiempo hacia Asia. El de la conflictividad geopolítica se está desplazando aceleradamente. Y cuatro Pritzker en cinco años nos indican con claridad que ante los enormes problemas de las aglomeraciones urbanas, la pobreza, los desastres medioambientales y las catástrofes naturales, las respuestas más vanguardistas se están dando también en Asia.

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