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Susto y muerte

Imagen de archivo de una celebración de Halloween.

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Extraña fiesta llega en la noche de este sábado para morirse de miedo y de gozo con la muerte como eje. Eso parece ser el Halloween que los sajones han ido extendiendo por el mundo. De origen celta, apocopa la expresión “All Hallows evening” para encontrarnos con la misma idea de la religiosa Víspera de Todos los Santos, “tan nuestra”, que dirían. Puente de muerte, en un año de muerte, y de lucha por vivir buscando salidas en dificultad que agrava el desconcierto.

Como si nada ocurriera, vuelven a anunciar la fiesta que parece irrenunciable. “Para pasarlo de miedo en Madrid no hacen falta más de seis personas” cuenta uno de los portavoces oficiales de nuestra peculiar derecha. Díaz Ayuso ha autorizado esas reuniones a seis “no convivientes” que, eso sí, habrán de permanecer de jolgorio o refocile hasta las claras del día. De 00.00 a 6.00 no se sale (si no han vuelto a cambiar las normas). En diversas localidades confinadas, habilitan también medidas de seguridad para ir a los cementerios a visitar las tumbas de los seres queridos. Vivimos una normalidad asustada que intenta seguir con lo de siempre y choca con la evidencia de que no puede ser.

Nunca hubo un puente de máscaras, difuntos y santos como éste, tan real. Los fallecidos no pueden ser más ciertos y las caretas caen a poco que se raspe, mostrando algunas dignidades en esqueleto que sí dan mucho miedo. Desde el 14 de marzo, incluso desde primeros de año, estamos celebrando el Halloween, el pánico, el terror a diario, de una pandemia mundial y de malignos locales con vocación carroñera. Demasiados trucos con tratos bajo mano, bajo el cordón que ata y ata firme. Este año la disyuntiva en oferta es, más que susto o muerte, susto y muerte, según en qué manos se caiga.

Leo que venden disfraces “con descuentos espeluznantes”. Maléfica, niña tenebrosa, arpía ataviada de mesa camilla en el papel de hechicera vudú. Todas las brujas y todos los demonios. Payasos asesinos, enmascarados de Joker, matan la verdad y todo resquicio de ella. Semillas diabólicas son sembradas en campos proclives donde crece esa sociedad de muertos vivientes. Un universo social zombi los mantiene en sus puestos. Para verlos, sin miedo, y enfrentarlos tratando de salir indemnes de la casa de los horrores.

También se brinda esperanza en el esfuerzo. A cara descubierta, la realidad mantiene a sanitarios agobiados por la avalancha de contagios que pronto volverá a dejarles sin medios suficientes y no abandonan, sin embargo. A los profesores. A cuantos nos cuidan. A políticos que sí trabajan por el bien común, porque no es cierta la interesada etiqueta de que todos son iguales. No son “los políticos”, son algunos políticos. No son “los periodistas” quienes fallan, son ciertos periodistas inciertos.

Dice una voz en Canal Sur televisión que hay en Sevilla dos millones de contagiados por COVID-19. 1 Es un lapsus, pero hasta los lapsus tienen un número de veces que pasan de ser admisibles. En el periódico de un tertuliano disfrazado de periodista, oyen las voces de una UE en alerta, que entrecomillan sin dar nombres de personas, únicos seres que hablan. Se oye en realidad a Pablo Casado sembrando discordia hacia el Gobierno que él mismo perturba con el horizonte de gestionar 140.000 millones de euros pendientes de asignación.

La presidenta de Madrid, muy aficionada al truco que desbarata tratos, oye voces. Lo dijo en su comparecencia con los presidentes de Castilla-La Mancha y Castilla León. Son las de sus expertos. Estos le aseguran que el confinamiento no sirve para nada. Dando un salto con pértiga sobre los datos de la primera oleada. Ella confina por días y el Gobierno de España le deja hacer. ¿Por qué? El supino hartazgo que todos padecemos, es cierto, no justifica dejar a más de seis millones y medio de personas en esa indefensión. Los ancianos muertos en los geriátricos, sin ser trasladados siquiera al hospital, 7.291, ya no lo cuentan. Y no pasa nada. Porque una cosa es un virus sin remedios conocidos, las carencias del sistema de salud tras la poda con tijera neoliberal, y otra no dar ni la oportunidad de atención siquiera. Y así seguimos denunciándolo, disfrazados de voz que clama contra un muro.

Casi 40 millones de personas confinadas, perimetralmente solo, en el puente del Halloween y los difuntos y los santos. Y no solo en España, Francia, Alemania, Italia andan por sendas parecidas. Temiendo por el futuro económico en las restricciones de tan larga pandemia, aunque alguna garantía ofrece no tener gobiernos para la usura cubriendo todo el territorio. El PIB español registra un crecimiento histórico del 16,7% en el tercer trimestre, empujado por el consumo. No echemos las campanas al vuelo, sin embargo la travesía no es fácil con estas turbulencias.

Sustos intensos, muertes auténticas que andan prendidas en nuestras emociones. La enfermedad sobrevolando para caer en un descuido o en las puertas que les abren y distribuyen los zombis escupiendo sobre todos. Miedos lógicos. A veces los conjuros son tan elementales como contratar sanitarios en vez de palabras huecas, potenciar el transporte público para viajar sin riesgos o elegir a personas capaces y honestas para la gestión y echarlas si no funcionan.

El terror atrae a muchas personas, en el cine, en la literatura, en fiestas como la de Halloween. Quizás este año suma demasiado con los motivos reales tan sobrecogedores. Las muertes de seres y cosas, como diversión, como miedo. 

La vida, siempre la vida. Hasta con sustos. En lo más profundo encontraremos vestuario de energía para seguirla amando y luchando por ella.

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