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Tamames y sólo Tamames

Ramón Tamames, durante la II Sesión del Ciclo de Conferencias Enrique Fuentes Quintana, el pasado 14 de marzo

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Ramón Tamames no se traiciona a sí mismo. Con sólo alguna diferencia -su tajante denuncia de los peligros que corre la unidad de España o de los excesos de la revisión de la memoria histórica- las líneas básicas del discurso que pronunciará en el Congreso en ocasión de la moción de censura de Vox podrían encontrarse en textos suyos de hace 30 o 40 años. Obviamente, con la necesaria actualización de los problemas y de la mención de nuevas realidades socioeconómicas. Y, además, con la misma fuerza discursiva y argumental de siempre. Tamames sigue, por tanto, en forma. Lo cual es un mensaje muy alentador para las personas mayores que creen que siguen teniendo un lugar que ocupar en el presente.

Cosa bien distinta es la valoración de su iniciativa política, la de aceptar la propuesta de Vox, la ultraderecha más intolerante y reaccionaria, para representarla en el intento, cuando menos formal, de tumbar al gobierno de Pedro Sánchez. Pero no hacen falta muchas averiguaciones para comprender el sentido de ese gesto. Porque su clave es que Tamames tiene tan alto concepto de sí mismo que considera secundarios o muy secundarios los instrumentos que pueden servirle para reafirmar su presencia en el escenario. Él es el único centro de su mundo. Como siempre ha sido.

Ha sido Vox quien le ha dado esa oportunidad. Vaya usted a saber por qué, seguramente porque se había quedado sin otras opciones. Pero es muy probable que, si hubiera sido otro partido, Tamames también la habría aprovechado. Porque no renuncia a estar en el candelero. Porque día tras día, año tras año, se sigue moviendo, hablando con unos y con otros, entre ellos buena parte de los principales protagonistas de la vida pública española. Su discurso en el Congreso eleva esa actividad a un rango que sin duda no esperaba y que seguramente él considera un regalo feliz.

Un tanto más complicado de entender es qué pretende obtener Vox de este movimiento del que es cada vez menos protagonista. No está ni mucho menos claro, en contra de lo que algunos listos no dudan en asegurar, que es una maniobra para dañar al PP. Porque buena parte del discurso de Tamames, si no todo, podría perfectamente ser suscrito por Alberto Núñez Feijoo y no hay que descartar que sus contenidos vayan a servir para inspirar el programa electoral del PP.

Sí, Vox ha sido quien ha dado el paso y eso puede darle renta propagandística, siempre que Tamames no ocupe todo el espacio comunicativo. Hasta el momento así ha ocurrido y no está claro que vaya a dejar de ocurrir. De todos modos, Santiago Abascal y los suyos han conseguido estar en el primer plano de la actualidad política, aunque sea por un breve espacio de tiempo. Y eso no es poco cuando se tiene tan poca influencia en los grandes medios. Habría que reflexionar sobre lo desastrados que están nuestros mecanismos institucionales como para que un partido que es tan poca cosa como Vox haya conseguido ese tanto.

Pedro Sánchez, el PSOE y, en general el Gobierno, salen muy mal parados en el discurso, aunque Tamames prácticamente no cita a los socios minoritarios del mismo. Tal vez por respeto a su pasado, al tiempo en que fue militante del PCE.

Al líder socialista van destinadas prácticamente todas las invectivas, ninguna de ellas formulada con acritud. Aparte de la citada denuncia de la deriva que están produciendo las concesiones a los nacionalismos e independentismos periféricos y de la actual revisión de la memoria histórica, gravemente sesgada hacia la izquierda dice el candidato, Tamames hace una crítica puntual y prácticamente exhaustiva de la política del Gobierno. Y no deja títere con cabeza. Aportando una visión muy distinta de la que hace el discurso gubernamental en todos los puntos. Desde la política económica a la del Estado del bienestar. Haciendo en algunos extremos reflexiones que bien merecerían un debate.

Este ataque, formalmente educado, a Pedro Sánchez también está dentro de la tónica histórica de Ramón Tamames. Él ha visto siempre a los socialistas como rivales. Entró en el PCE porque era la única formación que verdaderamente luchaba contra Franco, no vio, como la mayoría del resto de los comunistas de entonces, la potencialidad electoral y política de los socialistas y cuando esta ya era palpable se colocó frente a ellos. Y esas actitudes no se olvidan. Tamames se ha ido a la derecha, seguramente no tanto como Vox, pero sigue criticando al PSOE como cuando lo hacía desde la izquierda. Y siempre solo, o rodeado sólo por sus fieles: él nunca ha sido un hombre de partido. No podía serlo.

Esa imagen, la del individuo excelente por encima y al margen de cualquier otra cosa, volverá a aparecer la semana que viene en el Congreso. Además, sin subir a la tribuna. Como alguien distinto a todos los demás. Hay pocas dudas de que el vencedor único de la moción de censura será él. Le digan lo que le digan. 

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