Las terceras elecciones
“Unas terceras elecciones es malo, pero un gobierno condicionado por ERC es peor” (Mariano Rajoy a La Voz de Galicia, 8/12/19). Una cosa es que José María Aznar deambule por España, con cara de Torquemada estreñido, anunciando el fin del mundo si sale adelante el Gobierno rojosatánico. Otra cosa bien diferente parece que un señor serio y moderado como Mariano Rajoy empiece a valorar, en serio, que saldría mejor volver a votar por tercera vez a tener un gobierno que no sea de los suyos.
Que Aznar esté en contra de algo, resulta normal. Incluso se ha convertido en una suerte de guía para saber dónde colocarse. Si a Aznar no le gusta o le cabrea algo, es que algo bueno tendrá; lo sabemos todos, a derecha y a izquierda. Pero cuando alguien tan representativo del votante medio conservador como Rajoy empieza a pensar de modo similar, es que algo más profundo y relevante se está moviendo.
De entrada, esta preferencia por terceros comicios que empieza a anidar en la derecha de orden, pese a los riesgos que implican para la sostenibilidad del sistema, demuestra otra vez que, en España, quienes más hablan y apelan al sentido de Estado acostumbran a ser quienes menos lo practican porque creen que, efectivamente, el Estado solo son ellos. Una valiosa lección que no deberían desaprovechar esas almas cándidas de la izquierda española, que siempre apelan y confían en una virtud que se le presume a la derecha española, pero jamás ha demostrado cuando se le ha requerido.
Todos los actores que negocian el apoyo a la investidura de Pedro Sánchez y al hipotético gobierno de coalición parecen operar sobre la certeza de que les está permitido llevar al límite tiempos y contenidos, dado que nunca podría haber terceras elecciones, pues únicamente le interesan a Vox y el resto de la derecha haría algo para evitarlas. La emergente hipótesis de la tercera ronda indica que eso ha cambiado.
En las derechas, española y catalana, crece la percepción de que una nueva convocatoria les iría bien a todos, no solo a unos ultras cuyo crecimiento creen tener bajo control. En semejante escenario electoral, socialistas y morados pagarían el precio de perder su tercera oportunidad, ERC asumiría en solitario el coste de haberse puesto a negociar para acabar en otra decepción, el votante de derechas apostaría masivamente por el orden y a Vox le faltarían esos elementos de drama y tensión social que necesita para crecer. Va en serio. Tanto la izquierda española como los nacionalistas harían bien en volver a echar sus cuentas.